“Concepción fue absolutamente clave en su carrera, en todo el sentido de la palabra”. La frase es del periodista y escritor Víctor Herrero, y alude a la relación entre Violeta Parra y Concepción. No se trata de una sentencia de buena crianza. No. Lo dice convencido. “Fue la única ciudad de Chile en la que estuvo bajo un contrato con una institución. La Universidad de Concepción la contrató en noviembre de 1957 y mantuvo el vínculo hasta fines de mayo del ‘58”, dijo.
En un año donde los trabajos y homenajes en torno a la artista más universal de Chile han estado a la orden del día, Herrero aporta “Después de vivir un siglo. Una biografía de Violeta Parra”, uno de las trabajos más completos que hasta ahora se hayan escrito sobre ella.
Responsable de “Agustín Edwards Eastman. Una biografía desclasificada del dueño de El Mercurio”, el periodista se ha dedicado por años a investigar temas en torno a la política, la economía, el poder. Y, claro, Violeta Parra no estaba entre sus planes hasta que la editorial (Random House) le propuso la idea. “Agustín Edwards me permitió contar parte de la historia de Chile y con Violeta Parra pasaba lo mismo, claro que desde una perspectiva diferente”, contó.
El libro tiene cerca de 500 páginas, y al menos 30 están dedicadas íntegramente a la estadía de la artista en Concepción. Una estancia que, como se menciona al inicio, es clave en su desarrollo.
La capital regional y sus alrededores, contó el autor, le permitieron a la folclorista iniciar en serio su trabajo de recopilación e investigación en torno a la cueca y la tonada. El disco “La Cueca”, de 1959, está basado en obras que recopiló en sus visitas a sectores rurales de Hualqui e, incluso, en el mercado central penquista.
“Una de las primeras cosas que hizo fue ir al Mercado y preguntó por cantores y cantoras que supieran buenas cuecas. Recopiló muchas de esas canciones”, contó el periodista. Junto con lo anterior, fue en la zona donde por primera vez se codeó con artistas e intelectuales.
“En Concepción por primera vez penetra en el mundo de los grandes artistas. Conoció a Nemesio Antúnez, a Julio Escámez, con quien mantiene un fervoroso romance que termina mal; a Gonzalo Rojas, que la llevó a la universidad; a Pablo de Rockha, en fin. También conoció a quienes formaban parte del TUC. Por primera vez respira esta intelectualidad”, relató.
Herrero recordó que, a fines de los ‘50, bajo la dirección de David Stitchkin, la UdeC “era un polo cultural que rivalizaba con Santiago”.
“Las Escuelas de Verano, de las que Violeta Parra también participó, traían a los grandes artistas y científicos de Chile y del extranjero. No hay que olvidar que estuvo Allen Ginsberg cuando era uno de los principales representantes del movimiento beatnik”, relató. Fue en este contexto que la artista fue parte de Concepción.
En su trabajo investigativo, Herrero estuvo en París, Ginebra, Buenos Aires y, por supuesto, en ciudades del sur de Chile. En Concepción, destacó, recibió el apoyo de la UdeC que, entre otras cosas, le abrió la puertas para que escudriñara en medio de documentos muchos de ellos invaluables. “Se portaron demasiado bien conmigo”, dijo.
En esa búsqueda, encontró algunas historias menos conocidas de la artista. “Encontré una carta dirigida al rector de la universidad donde le pide financiar un viaje a Europa, asegurando que se iba en tercera clase. O sea, de verdad no pedía nada. A cambio de financiar ese pasaje, ofrecía ir en representación de la universidad. Bueno, eso no prosperó. Ahí cuento en detalle lo que ocurrió”, relató.
Herrero, que se encontró con manuscritos de Violeta, por ejemplo en el museo Pedro del Río Zañartu, en Hualpén, reconoció que hubo cosas que no logró comprobar.
“En una entrevista le escuché decir que no sabía tocar guitarra ‘hasta que Andrés Segovia me enseñó en Concepción’. Busqué información de la presencia de ese monstruo de la guitarra en Concepción, pero no encontré nada”, aseguró.
También hubo cosas que lo decepcionaron, aunque nada ligado a Violeta. “Me encontré con páginas arrancadas, entre ellas, su contrato con la universidad. Bueno, eso lamentablemente tiene que ver con los males del chileno, y la falta de recursos y rigurosidad con lo patrimonial”, dijo.
Pero no todo es tan malo, dijo. Poco a poco se va generando conciencia de la importancia del patrimonio y la historia con libros como los de Jorge Baradit, Carlos Basso y Carlos Tromben, opinó. Bueno, el propio Herrero es otro ejemplo, al menos con “Después de vivir un siglo” ha dado ese paso.