Hace tiempo que no teníamos el placer de escuchar y ver esta historia en nuestra ciudad. Agosto de 2009, fue la última vez que Concepción vio la triste silueta de la novia de Lammermoor. Hoy, en un renovado Teatro Universidad de Concepción, podemos ser testigos nuevamente de una de las óperas más respetadas y elogiadas de Gaetano Donizetti. Una joya del bel canto, que regresa con una versión impecable y un discurso muy acorde a nuestros días.
Pero hagamos un poco de historia. ¿Quién es Lucía di Lammermoor? Donizetti compuso esta obra, estrenada en 1835, basándose en la famosa novela de Sir Walter Scott, “La novia de Lammermoor”, de 1819. En ella, Scott hace su propia versión de los acontecimientos ocurridos en Escocia durante el siglo XVII a la joven Janet Dalrymple, obligada por su familia a casarse con quien no amaba, por intereses económicos, políticos y sociales. Una historia así estaba destinada a la desgracia.
Scott cambia el nombre de los personajes de la historia, y nace así Lucía Ashton. Donizetti, junto al libretista, el poeta, pintor y dramaturgo italiano Salvatore Cammarano, re-versionan la historia, cambiando algunos personajes, pero manteniendo la idea principal: La joven e inocente Lucía Ashton, se ha enamorado de Edgardo Ravenswood. Esto representa un problema enorme para la familia de Lucía, especialmente para Enrico, su hermano, quien tiene serios problemas económicos y políticos. La solución más práctica para Enrico, es desposar a Lucía con alguien que valga la pena. Con Sir Arturo Bucklaw, por ejemplo. De esta manera podrá preservar el prestigio y la fortuna familiar. Y la tragedia aumenta de dimensiones cuando nos enteramos que los Ravenswood y los Ashton, son los Montesco y Capuleto, pero en Escocia. Todo mal.
La ópera, como les decía, fue estrenada en 1835, plena época del Bel Canto y un muy buen momento musical para Donizetti. No por nada, el 26 de septiembre de ese año, el Teatro San Carlos de Nápoles fue testigo del enorme éxito de “Lucía Di Lammermoor”. Sus primeros intérpretes, fueron la soprano italiana Fanny Tacchinardi Persiani, y el tenor francés Gilbert Duprez.
Versiones de un clásico
A partir de ese minuto, grandes voces de la ópera han participado en las diversas adaptaciones en los escenarios más prestigiosos del mundo. Una de las Lucía más connotadas es la de la soprano australiana, Joan Sutherland. Perdón, Dame Joan Sutherland. Fue en febrero, de 1959, en el Covent Garden de Londres, donde consagró su carrera y pasó a formar parte del selecto grupo de estrellas de la ópera. El crítico musical Peter Heyworth en su columna en “The Observer”, titulaba “Una triunfal Lucía”, alabando la destreza y la interpretación de todo el equipo, encabezado por Franco Zeffirelli, en la dirección escénica. Pero sin duda, los mayores elogios estaban destinados a Sutherland.
En el caso de los tenores, Edgardo es un desafío no menor. El intérprete debe tener una pureza de sonido y línea acorde al estilo belcantista, y además expresar toda esa emoción controlando el canto. Así lo señalaba Placido Domingo en su libro de memorias, “Mis personajes, mi vida”, donde cuenta su experiencia en este rol, que le permitió compartir escenario con divas como Lily Pons y por supuesto, Jon Sutherland. “La exquisita línea de la última aria, donde no puedes soportar más y te suicidas, es la definición por excelencia del bel canto”.
Este dramatismo, es traspasado al público de manera impecable en la nueva versión que Corcudec nos presenta. Porque una de las cosas más increíbles de esta obra, es que la mayoría de los grandes momentos son narrados. La acción es contada a través de los personajes, no lo vemos. Sólo en nuestras mentes está la imagen de Lucía apuñalando a Arturo, casi al final de la obra. Aquí, el coro tiene una participación clave para entender las crisis y las sensaciones que provocan los hechos que se van narrando. En esto, el coro de la Universidad de Concepción, dirigido por Carlos Traverso, cumple exitosamente. Mención especial para el pequeño actor: encantador.
Todo esto, ambientado con gran maestría, aprovechando cada espacio del escenario para generar esta atmósfera de tensión y tristeza. Detrás de este logro, está el trabajo de Gonzalo Cuadra, en la dirección de escena y Patricio Pérez en la Iluminación. Un escenario como nunca antes habíamos visto, acompañado de simbolismos, imágenes, castillos, naturaleza que se combinan para aumentar aún más nuestra conexión con la historia, pero que también harán un guiño a uno de los temas pendientes en este mundo hasta nuestros días: la igualdad de género. Porque Lucía es víctima de una sociedad machista donde ser mujer es una maldición.
Una propuesta escénica para una gran interpretación de la Orquesta Universidad de Concepción, esta vez, bajo la dirección del Maestro Francisco Rettig.
Contar con el tenor Sergio Járlaz en el elenco, es un lujo. Su Edgardo es honesto y noble. Un personaje que carga con la tragedia, la tragedia de ser un Ravenswood y no haber podido cumplir con la venganza prometida a sus padres, por haberse enamorado de Lucía, pero este además es un amor sin esperanza.
Patricia Cifuentes como Lucía está magnífica. Su voz, tremendamente versátil, logra conmovernos, además posee una capacidad interpretativa completa. La destacada soprano se mueve cómodamente por el escenario. Su voz, su rostro, todo comunica. Además, cada una de las escenas son acompañadas por un vestuario que refleja los estados del personaje: la inocencia, la tristeza, la locura. Germán Droghetti, nuevamente, nos sorprende con una propuesta icónica en el diseño de vestuario.
El dulce sonido
En Cifuentes, cae la responsabilidad de interpretar una de las arias de locura más famosas en la ópera, y que incluso el director francés Luc Besson se robó para engalanar la escena de la diva en la película “El quinto elemento”, pasando a formar parte también de la cultura pop. “Il dolce suono, mi colpì di sua voce!…” (El dulce sonido me llena de su voz). Aquí, los recursos del bel canto son llevados a su máxima expresión, y Patricia Cifuentes, con el vestido lleno de sangre, cumple totalmente. Este es sin duda uno de los highlight de la noche, al igual que el famoso sexteto, al final del segundo acto (”Chi mi frena in tal momento?”. Ese momento, en el mundo de la ópera es sólo comparable en destreza y popularidad al cuarteto de Rigoleto de Verdi.
Donizetti tomó una historia de amor, tragedia y locura y la llenó de belleza musical. Curiosamente, esa tragedia y locura también acompañarán a Donizetti en los últimos años de su vida.
En resumen, un panorama imperdible. Un trabajo excepcional de todos quienes están detrás de cada uno de los detalles para hacer posible, nuevamente, la ópera en Concepción.