Por Paulo Domic
Periodista y Músico
Este 7 de abril llegó ese momento glorioso que desde 1993 espero con devoción: el lanzamiento de un nuevo disco de Deep Purple. En estos 24 años y 7 discos, he quedado con distintas emociones, dependiendo del resultado de estos. Pero al escuchar InFinite por primera vez, y cada vez que lo he vuelto a visitar, siempre he quedado muy satisfecho.
InFinite no es lo que uno esperaría que fuera un disco grabado por rockeros de más de 70 años, con una carrera discográfica que comenzó hace medio siglo. Todo suena fresco, vital, grandilocuente y cuidado. Mérito también de la producción de Bob Ezrin, un genio que aporta con detalles y disciplina que no fueron muy cuidados antes que él llegara a trabajar con la banda desde el disco anterior, Now What?!
La apertura con Time for Bedlam es a toda máquina, transportándonos a momentos del lejano pasado en que Ritchie Blackmore y Jon Lord hacían sus juegos de fusión neoclásica de guitarra y órgano. Esta vez, son Steve Morse y Don Airey, tremendos músicos que traen de vuelta esas sensaciones que caracterizaron el siempre dinámico estilo de la banda.
El viaje continúa y a poco andar nos espera All I Got is You, mi favorita de este disco, que transita por muchos matices y que está llena de melodías exquisitas, coronadas por un solo de Moog genial de Airey.
Un momento mucho más progresivo y espiritual es el que llega con The Surprising, que parte con sonidos del rhythm and blues de comienzos de los 60 y que luego transita por texturas orientales sobre bases poderosas de riffs de guitarra y bajo. Una canción magistral, de esas que quedan marcadas en la historia de las bandas como uno de sus puntos altos.
Lo mismo logra Birds of Prey, otra enorme canción que está llena de misterios, ambientes y riffs enigmáticos. Aquí se luce Steve Morse, con uno solo y un cierre final que está sin duda entre los más memorables e intensos que ha ofrecido durante sus 22 años como guitarrista de Deep Purple.
El único punto débil para mí, es el cierre con el cover de Roadhouse Blues de The Doors. Relleno prescindible e innecesario ya que Birds of Prey termina tan arriba que caer en esta última parada no deja terminar este periplo musical en forma coherente.
Las pistas que da el título del álbum, su portada y el nombre del tour (The Long Goodbye), dan a entender que este es el final. 50 años de carrera, 20 discos en estudio, inmortales registros en vivo, clásicos imborrables del rock, miembros que han dejado huellas profundas en la música y un legado imperecedero para generaciones pasadas y futuras de amantes del rock.
La calidad de este trabajo no da muestras de decadencia. Espero que este no sea el fin, por el bien del arte musical que tan bien representan. Si lo fuera, todo termina de gran forma, a la altura del nombre de la banda. Incluso llegando a éxito comercial y a altas posiciones en ránkings internacionales, algo meritorio en un mundo donde el rock ya no es objeto de consumo musical masivo.
Lo único que puedo decir es gracias, un simple gracias. El descanso, lo tienen absolutamente ganado, justificado y merecido.