Cultura y Espectáculos

Rock ‘N’ Roll Suicide

Por: Diario Concepción 23 de Julio 2017
Fotografía: Chester Bennington

Por: Joaquín Riffo Burdiles

Un hecho tan lamentable como el suicidio de Chester Bennington, vocalista de la banda de nü-metal Linkin Park, ha sido uno de los blancos preferidos de la habitual liviandad en los comentarios que leemos en las redes sociales cada día.

A la entendible tristeza de los fans y las condolencias del mundo musical, junto con el morbo y la especulación sobre las miserias de una figura pública que dan material en extenso para obtener visitas y alcance en las publicaciones de los diversos portales electrónicos, se ha sumado el desahogo de una triste minoría que todavía considera que la depresión es un problema del primer mundo y no logra comprender cómo alguien “que lo tenía todo” podía ser infeliz en esas circunstancias.

Las expectativas que genera la figura del artista –en especial, la del músico de una banda de rock- parecen descontextualizadas en esta época, donde el acceso a información es amplio y las leyendas de a poco se han desmitificado a partir de biografías y documentales que dan cuenta cómo funciona el negocio de la industria musical por dentro. Sin embargo, en muchas partes todavía permanece ese imaginario que reza que “el artista se debe a su público”, considerándolo como un referente moral que además de hacer bien su trabajo -que consiste en grabar canciones y salir de gira a tocarlas- debe ser un ejemplo para su medio. La presión que dicho trajín conlleva, ha sido objeto de frustración en distintos jóvenes de las últimas décadas que sin estar preparados, tuvieron que asumir la vocería de sus generaciones y la responsabilidad que dicha exposición conlleva, haciéndola convivir con sus propias tribulaciones.

Parece innecesario, pero recordar la vulnerabilidad de la naturaleza humana se vuelve un ejercicio básico al rememorar la muerte de un veterano como Keith Emerson, quien se suicidó el año pasado por la frustración que le provocaba no ofrecer un buen concierto por los problemas degenerativos que presentaba en una de sus manos. El éxito no correspondido, el miedo a obtenerlo o la falta de él, terminó hundiendo en la misma sombra a brillantes compositores como Nick Drake, Ian Curtis, Kurt Cobain o Chris Cornell.

Expuesto lo anterior, la proyección que hacemos de nuestros ídolos musicales debiese ir hacia lo que sus obras causaron en nosotros. Si a todos nos salvó una canción precisa en un momento determinado, en infelices episodios como éste vale la pena tener un gesto solemne y recordar los últimos versos de la canción de Bowie que le da el título a esta columna.

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