Mis recuerdos de la Mujer Maravilla se remontan a mi niñez, cuando veía a Lynda Carter como la superheroína de DC Comics en la televisión por cable. Yo nací en los 90’, y el único lugar que tenían los superhéroes en esos tiempos (al menos, el único lugar glamoroso) era la televisión. Pero hay que tener en cuenta que Wonder Woman, el show, fue emitido, originalmente, desde 1975 a 1979; es decir, han pasado 39 años desde que la Mujer Maravilla no tenía una aparición glamorosa, importante, en una super producción en imagen real, ya fuera para televisión o cine.
Pero esa espera llegó a su fin este 2017: Patty Jenkins, la directora estadounidense que sólo contaba en su filmografía con su magistral debut Monster (2003), consiguió traer a la amazona de vuelta en carne y hueso en Mujer Maravilla, una de las mejores películas de superhéroes de los últimos años, con una deslumbrante Gal Gadot como el personaje del título.
Las recientes entregas del Dceu han sido, pues, irregulares. Escuadrón Suicida (2016) era pura estética y nada de sustancia, pero la estética era tan asombrosa que era perdonable. Pese a que significó la primera vez que la modelo israelí Gal Gadot personificó a nuestra superheroína, mientras menos se diga sobre Batman vs. Superman: El origen de la justicia, mejor. Y El Hombre de Acero (2013) lucía bien y era interesante antes de ponerse ruidosa y tediosa. Ahora bien, Mujer Maravilla cuenta la historia del origen de un superhéroe, como toda primera entrega de una franquicia de este tipo; sin embargo, este es el primer filme del Dceu que es orgánico en cuanto a calidad y entretención, y posee deleites propios y virtudes que otros filmes del género pueden sólo envidiar.
La principal diferencia entre Mujer Maravilla y sus pares, es que se trata de la primera vez que una mujer está de protagonista en el rol de un superhéroe y, además, bajo la dirección de una mujer, en un género definido por la impronta masculina. Esto comporta el desafío más audaz que se ha emprendido en el género en años. Creo que los ejecutivos de Warner Bros cayeron en la cuenta, por fin, de que sus superhéroes tenían que volver a ser pioneros para ser exitosos. <<Volver a ser pioneros>> porque ya lo fueron en 1978 con el estreno de Superman, el clásico protagonizado por Christopher Reeve como el Hombre de Acero y la primera película del género de superhéroes como lo conocemos hoy.
Es por eso que las varias referencias a Superman en Mujer Maravilla no son gratuitas. Mujer Maravilla intenta evocar el clásico de los 70 porque, bueno, la intertextualidad está a la orden del día en las películas contemporáneas; pero también debido a que Patty Jenkins, en una jugada brillante, quiere que su público vea a su filme como uno revolucionario. Y bien creo que Mujer Maravilla lo es, ya que está muy bien hecho.
La historia comienza en la isla paradisíaca de Themyscira, poblada sólo por mujeres: las amazonas, descendientes directas de Zeus. Diana, Princesa de Themyscira, es una joven amazona cuya madre, la Reina Hipólita, no le permite entrenar con su tía, la General Antíope, ni asumir ningún tipo de liderazgo dentro del reino. La presunta guerra para la que las amazonas entrenan sería contra Ares, el hijo de Zeus y dios de la guerra. Diana se convierte en adulta, y su rutina sigue siendo más o menos la misma, hasta el día en que el avión de Steve Trevor, espía para la inteligencia británica durante la Gran Guerra, cae en la playa de Themyscira. Es entonces que Diana, aprovechando de devolver a Steve a su lugar de origen, el Mundo del Hombre, se embarca en la aventura de encontrar a Ares, a quien asume como el responsable de esta guerra, vencerlo y liberar al mundo de su amenaza.
La historia parece muy simple y, tal vez, un poco plana. Pero este es sólo el comienzo. Al igual que Superman, Mujer Maravilla nos entrega un entretenimiento espectacular en el cual el énfasis está puesto no en los efectos especiales, sino en los personajes y la narración. El filme sabe que lo que hace a su heroína valiosa no son sus superpoderes, sino los valores humanos por los que ella lucha, y su proceso de madurez, que abarca todas las fases de su vida. Y hablando de fases, la narración sigue aquéllas del Viaje del Héroe, que en sí evoca las etapas de la vida, donde una persona común y corriente es la elegida para emprender una misión que la aleja de su hogar, se hace de aliados y enemigos, sortea peligros mortales, hasta que descubre su verdadero valor y regresa a su pueblo con la panacea.
Además, son los matices que el relato tiene a lo largo del metraje, como las reacciones de Diana ante las restricciones de las mujeres en Inglaterra, y la emocionalidad que alimenta cada secuencia de acción, lo que hacen que este filme sobresalga entre sus pares. Posee una repercusión psicológica profunda tanto en su estructura narrativa como en sus temas, convirtiéndose, efectivamente, en un cuento mitológico digno de su protagonista.
El sentido del humor aquí no es cínico como en las películas de Marvel; es ingenioso y sostenido por un discurso feminista. Y el romance entre Diana (Gadot) y Steve (Chris Pine) es dulce e inocente, y nos convence porque ambos son fuertes e inteligentes, como en un gran clásico de aventuras. Gadot y Pine generan una química exquisita en la pantalla, comparable con la de Tobey Maguire y Kirsten Dunst en Spider-Man 2 (2004), Michael Keaton y Michelle Pfeiffer en Batman regresa (1992) y, por supuesto, Christopher Reeve y Margot Kidder en Superman.
Gadot es la perfecta Mujer Maravilla, combinando fuerza física y belleza con un genuino heroísmo, y es dirigida de manera espléndida por Patty Jenkins, quien decidió que la historia del cine la guiara en su dirección. Mujer Maravilla es una clase magistral sobre cómo se hacen las películas de su género. Es conmovedora e inspiradora para todo héroe, es un mito hermoso.