Está cerca de los 90 años, pero no pierde las ganas de hacer teatro. En su paso por la ciudad, como parte de la campaña que impulsan varias instituciones, entre ellas el municipio penquista, para su postulación al Premio Nacional de Artes 2017. Junto con referirse a esto, habló de su trayectoria y de las carencias que aún tienen las tablas locales y nacionales.
Al conversar con él, sorprende su lucidez. Y también su entusiasmo para hablar de teatro. “Quiero llegar hasta el final, dar mi último suspiro en el escenario. Creo que es la fuerza de la vocación, y una necesidad imperiosa que se generó en Concepción”. Humberto Duvauchelle tiene 87 años, pero disfruta de lo que hace como si tuviera 15.
De visita en la ciudad, como parte de las actividades para su postulación al Premio Nacional de Artes de la Representación 2017 -campaña que cuenta con el apoyo de la municipalidad penquista y las universidades de Chile y Playa Ancha-, habló de su carrera y de la realidad de las tablas locales y nacionales.
De sus inicios, comentó que “es difícil explicar eso (ríe). Todo nació un poco por la orfandad de la actividad artística en Concepción. Estoy hablando de fines de los cincuenta, comienzos de los sesenta. Venían pocos espectáculos, la gente ignoraba el teatro, no lo conocían, no querían ir a menos que fueran compañías que vinieran de Santiago. No teníamos ninguna posibilidad de desarrollarnos acá, y a pesar de todo insistimos”.
Al respecto, agregó que “llegamos al TUC, siendo protagonistas de ‘La vida es sueño’ de Calderón, que fue el que marcó un poco el centenario de Concepción. Fue un acto organizado por la municipalidad y la dirección del TUC. Pero la verdad el repertorio no nos gustó, era muy ajeno al Concepción de entonces, obras que no podían llegar fácilmente”.
Por ello, decidió junto a sus hermanos Héctor y Hugo y Orieta Escámez formar su propia compañía. “Con el Teatro Libre estuvimos unos tres años. Montamos obras cortas, breves, de 45, 50 minutos, de autores nacionales. Recorrimos el agro, la zona del carbón, Lota, Coronel, dimos vueltas mucho tiempo y formamos un público joven en ese momento. Igual ahí sentimos la necesidad de desarrollo, y miramos a Santiago”.
Región Metropolitana
Ya en la capital, se integró junto a sus hermanos y Escámez al Teatro Experimental de la U. de Chile. “Fue una etapa indispensable, necesaria para nuestra formación teatral con los mejores actores de la época, entre ellos Roberto Parada, Mario Maluenda, Jorge Lillo. Pero también nos pasó que nos sentimos incómodos en un momento y formamos nuestra compañía con Orieta Escámez y mi hermanos Hugo y Héctor.
Sin dinero. Nos prestó un amigo ingeniero, lo que hoy serían unos tres millones de pesos, y con eso, con la plata en la mano, en efectivo, fuimos a arrendar la sala Petit Rex en el centro de Santiago. Fue una apuesta arriesgada, habían fracasado varias compañías ahí”, dijo.
Dicha agrupación se denominó Compañía de Los Cuatro. “Obtuvimos un éxito enorme. El público del Teatro Experimental nos ubicaba, y nos siguió en ese brinco que dimos. Seguimos hasta hoy. Mi hermano Héctor murió asesinado en Caracas, la Navidad de 1983, y Hugo, mi hermano menor, que fue el ideólogo de la compañía, falleció a los 23 años en Concepción, víctima de un cáncer. Quedábamos Orieta y yo, que estábamos casados en ese momento, luego nos separamos, pero seguimos trabajando juntos hasta ahora. Tengo a mi propio elenco funcionando aun, y soy feliz por eso”, indicó.
Pese a estar radicado hace tiempo fuera de Concepción, Duvauchelle sigue con atención la actividad teatral local. Y aseguró que hay carencias que se mantienen desde el tiempo en que trabajaba en las tablas penquistas.
“Sé del movimiento que existe, me alegra mucho que haya un teatro vocacional, basado en el espíritu. Es una lucha enorme, y pese a que han pasado tantos años, veo que todavía existe una baja disposición a apoyar a los grupos teatrales, que deberían tener una subvención, una base para trabajar.
Me da mucha pena que hay problemas sin solución para el teatro en Concepción. Nosotros lo vivimos, era horrible no tener dinero para montar una obra, y es lamentable que siga ocurriendo”, indicó.
En ese sentido, agregó que “eso produce desánimo, y lo único que lo salva es la necesidad de proyectarse hacia un público que sabemos que nos necesita. Y aunque sea pequeño o reducido, hay que cultivarlo, amarlo, entretenerlo sobre todo en materia de contenidos de las obras. Es muy importante tener claro eso”.