Cultura y Espectáculos

Nublado, cubierto y lluvia, al rescate de la belleza penquista

La película, del director Fernando Solís Nova, trascenderá como un gesto político importantísimo para nuestra región y para el país, como un verdadero acto de descentralización de la producción cinematográfica.

Por: Diario Concepción 30 de Abril 2017
Fotografía: imagen_Principal-380.jpg

La película, del director Fernando Solís Nova, trascenderá como un gesto político importantísimo para nuestra región y para el país, como un verdadero acto de descentralización de la producción cinematográfica.

 

Esteban Andaur
Contacto@diarioconcepcion.cl

En enero de 2015, un anuncio del diario pedía extras para la filmación del teaser de la primera película en producirse y grabarse en Concepción. La cita era en Casa de Salud. Teníamos que hacer de clientes del pub, la banda era Los Brando, y la canción, "The world of riddles". La actriz principal, Isidora Otero, se acercaba a la barra. 

Yo estaba sentado frente a la banda; me veo desenfocado, por supuesto, sólo yo puedo reconocerme en el fotograma. Como era sólo el teaser, no creo que ninguno de los extras hubiésemos pensado que sería incluido en su integridad en el corte final del filme. Dos años después, al verlo en el cine, me enteré de que era la primera película de la que formaba parte. La llamo "la experiencia extra". Sólo lo menciono porque la crítica a continuación no está sesgada por indulgencias, ni nada por el estilo.

Más profundidad

La película en cuestión se llama Nublado, cubierto y lluvia (2017), dirigida por el penquista Fernando Solís Nova en su debut fílmico. Cuenta la historia de una familia disfuncional. El padre es ingeniero, la madre es dueña de casa. La hija menor estudia Comunicación Audiovisual. El padre ha engañado a su esposa varias veces durante el matrimonio; ella está decepcionada y se desahoga en el materialismo. La hija menor no sabe qué hacer con su vida, pero la verdad es que nunca vi nada tan interesante respecto a ella para que se sumergiera en una crisis tan existencial.

El personaje, interpretado por Otero, es una mujer caprichosa. Con frecuencia trata mal a su novio; tales erupciones de furia suelen ser graciosas, porque uno sabe que están exagerando ante cosas nimias y no son capaces de darse cuenta. Sin embargo, Otero la interpreta desde la angustia profunda, ya que la actriz fue dirigida de esta forma. Su personaje se limita a estas reacciones, pero no a una verdadera profundización de su pesar; sus problemas son tan inanes como para interesarnos.

Además, ¿cuáles son sus problemas? No lo sabemos; el guion no nos informa al respecto. Y este es el problema fundamental de Nublado, cubierto y lluvia: su escritura. El padre, interpretado por Julio Milostich, engaña a su esposa, interpretada por Katty Kowaleczko, en dos ocasiones en la película, de las cuales, la más grave ocurre cerca del final. Y la reacción de ella no la encontré muy verosímil. En realidad, aquí nada lo es.

El guion necesita sustancia. Es tan vacuo todo el asunto, que resulta obvio que los actores no hayan entregado buenas actuaciones: no tenían mucho con qué trabajar. De hecho, el texto llega a ser tan problemático, que se nota que a Solís le costó decidir qué escenas iban a ser dramáticas o cómicas, y varias son insondables en este aspecto crucial de una narración.

Una constante en el filme son los temblores, sin embargo, nunca se explica el origen de éstos. Sin duda, están para subrayar la inestabilidad de la familia, pero para ser un recurso poético, es bien prosaico.

Si el título indica que la acepción de <> que eligieron los realizadores se refería al clima, en la práctica lo cambiaron por lo de <>. Hay un uso desmedido tanto de analepsis como de prolepsis en esta película, que desorganizan el relato.

Buena fotografía

Cada fotograma es bello, y ese es tal vez el mayor mérito del film: la belleza fotográfica de Nublado, cubierto y lluvia restaura en cierto grado la estética penquista. Es un testimonio relevante, casi como una guía turística, sobre la evolución de la belleza de Concepción.

Las canciones rock seleccionadas para la banda sonora, e interpretadas por bandas locales, también fueron bien elegidas. Son agradables y junto con las imágenes, consiguen una atmósfera seductora y evocativa de la sensibilidad del director. Creo que la combinación imagen/música es lo más importante de la producción.

En este caso, si eso se descuidaba, no había forma en que Solís pudiera demostrarle a nadie que la realización cinematográfica es posible y viable en Concepción, y en la Región del Bío Bío, en general. La tesis aquí es lo técnico/estético.

Nublado, cubierto y lluvia trascenderá como un gesto político importantísimo para nuestra región y para el país. Es un acto de descentralización de la producción cinematográfica, al llevarla a ciudades que no sean Santiago ni Valdivia, con equipo y elenco locales. Solís ahora tiene la autoridad de seguir haciendo largometrajes de ficción (lo más postergado en la producción audiovisual en Chile) en su ciudad, y si puede, que lo siga haciendo, no hay nada más saludable para nuestra cultura que eso, y ojalá que directores penquistas se sientan inspirados también y realicen sus proyectos acá.

A pesar de su buenas intenciones y su relevancia política, Nublado, cubierto y lluvia no puede ser salvada a nivel de guion, pero sí en el montaje. Lo que vimos en la inauguración de BioBioCine bien puede ser una primera muestra de la película, un adelanto. Una revisión del montaje, para darle una estructura más lineal al relato, le daría mejores posibilidades una vez que empiece a competir en festivales nacionales. El tiempo, esta vez, corre a su favor.

En cualquier caso, ningún error puede nublar la meritoria propuesta de Fernando Solís: la de dar el primer paso para transformar a Concepción en un nuevo ícono del cine chileno, como la Nueva York de Woody Allen, o la Roma de Roberto Rossellini. ¿Por qué no?

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