Justo en el día en que se conmemoran 401 años de su muerte, el abogado Andrés Cruz reflexiona sobre la invitación de Miguel de Cervantes a ser héroes a través de su incombustible Don Quijote de la Mancha. El ideal que trazó sigue vivo, al igual que los molinos que enfrentó.
Justo en el día en que se conmemoran 401 años de su muerte, el abogado Andrés Cruz reflexiona sobre la invitación de Miguel de Cervantes a ser héroes a través de su incombustible Don Quijote de la Mancha. El ideal que trazó sigue vivo, al igual que los molinos que enfrentó.
No importa el medio. El resultado pareciera ser el único objetivo. Aunque sea ilegítimo el camino escogido, lo único que vale es la meta. Si se tiene que empujar al prójimo, engañarlo o si se tiene que mentir, no importa. Seremos todos ungidos, medidos y recompensados como exitosos por el logro. Otros tratarán de emularnos. Seremos premiados y felicitados. Levantaremos como referentes al que tiene más, no al que es mejor o al que se esmera por ser virtuoso. Las conductas deshonestas y delictuales las haremos pasar como parte del funcionamiento del sistema, aceptadas por todos como conducto válido para asirnos del propósito.
Todo el que pretenda respetarse a sí mismo y el que lucha por ser leal a un puñado de valores es tenido, aunque no se diga públicamente, como un ingenuo, como un loco. En estos tiempos o eres la presa o eres el depredador. El que es muy honesto, el que dice lo que piensa y hace lo que dice, pasa por débil o demente. Su previsibilidad lo hace vulnerable ya que no posee ningún escudo real. Su fragilidad se hace evidente para la competencia.
Es por ello que Don Quijote de la Mancha es mucho más que una lectura meramente académica. En los versos de León Felipe, cantados en "Vencidos" de Joan Manuel Serrat: "¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,/ en horas de desaliento así te miro pasar!/¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura/ y llévame a tu lugar;/ hazme un sitio en tu montura/ caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura/ que yo también voy cargado/ de amargura/ y no puedo batallar!// Ponme a la grupa contigo,/ caballero del honor,// ponme a la grupa contigo,// y llévame a ser contigo pastor"
Hoy, a Alonso Quijano hace rato lo habrían internado en un establecimiento psiquiátrico por intentar salir a cabalgar buscando forjarse un sendero para encontrar su verdad. Pero no de cualquier modo, sino que con justicia, velando sus armas para pelear por lo más débiles y henchirse de conmiseración y empatía por el prójimo. Aún cuando lo sublime puede llegar a tenerse por ridículo. Según Miguel de Unamuno, esto determinó que nuestro caballero se llenara su fantasía de hermosos desatinos, "lo que es sólo hermosura", pese a la tragedia.
Vistiéndose de caballero andante y junto con Sancho Panza, se volvió don Quijote de la Mancha y se dejó llevar por Rocinante, se entregó al azar, tal como nosotros estamos entregados a las avatares del acaso vital. "La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que ésta es buena guerra, y gran servicio de Dios quitar tan mala simiente sobre la faz de la tierra".
Porque a veces si vale la pena luchar. Vale la pena perderle el miedo a las consecuencias, cuando hay valores superiores que justifican absolutamente demoler la hipocresía y el cinismo. Porque vale la pena dejar de un lado ciertas cosas y asumir los costos de ser leales con nosotros mismos y con los prójimos. Porque vale la pena dar la batalla, aunque se pierda, aunque se trate de molinos de viento y en lugar de caminar con la cabeza gacha, podamos fijar los ojos al frente y mirar de frente a nuestros hijos y alguna vez decirles que al menos lo intentamos.
Trataremos una y otra vez y fracasaremos muchas veces, pero también acertaremos. Seremos derribados de nuestro rocín cientos de veces en peleas que parecerán imposibles, pero nos tendremos que volver a levantar y nos montaremos de nuevo para seguir cabalgando hacia delante, siempre hacia delante.
La mayor aventura
Sin duda que cuando estemos cabalgando nos desviaremos varias veces y cometeremos muchos errores: "- O yo me engaño, o ésta ha de ser la más famosa aventura que se haya visto, porque aquellos bultos negros que allí parecen deben ser y son sin duda algunos encantadores que llevan hurtada alguna princesa en aquel coche, y es menester deshacer este tuerto a todo mi poderío". Lo que implica que deberemos abrirnos para escuchar siempre a nuestro Sancho: "Mire, señor, que aquéllos son frailes de San Benito, y el coche debe de ser de alguna gente pasajera. Mire que digo que mire bien lo que hace, no sea el diablo que le engañe". Siempre deberemos estar prestos a soportar las desventuras y desdichas y a disfrutar con nuestros aciertos, por que lo uno y lo otro son parte de la vida.
Somos iguales dentro de nuestra paradójica exclusividad de ser cada uno especiales y diferentes del resto. No estamos replicados, no existe uniformidad y cada uno piensa y siente lo que le ha correspondido vivir, sin que nadie pueda hacerlo por nosotros. Cada uno con sus prejuicios, con sus felicidades y sus tristezas. "Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca. Así que no debes congojarte por las desgracias que a mí me suceden, pues a ti no te cabe parte de ellas."
Por ello nos merecemos la misma consideración, más allá de las posesiones y los cargos y posiciones sociales, que no son más que ficciones creadas por los privilegiados, quimeras destinadas a inventarse preeminencias e inmunidades, para tratar de diferenciarse de los otros.
La gran comedia
Consecuencias de esa mentalidad chata que requiere de reverencias y denominaciones rituales por no poder soportarse a sí mismos o por mantener un modelo social sin cambios, para evitar toda transformación que pueda acarrear la pérdida de influencias y de poder, por muy pequeños y mezquinos que estos sean.
Así decía Don Quijote a Sancho, cuando la vida la comparaba con una comedia: " acontece en la comedia y trato de este mundo, donde unos hacen los emperadores, otros los pontífices, y finalmente todas cuantas figuras se pueden introducir en una comedia; pero en llegando al fin, que es cuando se acaba la vida, a todos les quita las muerte las ropas que los diferenciaban, y quedan iguales en la sepultura".
Sin embargo, esto requiere de esfuerzo, por cuanto la superación no resulta ser espontánea y exige dejar de ser meros espectadores de los acontecimientos. Se nos demanda ser protagonistas. "Mas ahora ya triunfa la pereza de la diligencia, la ociosidad del trabajo, el vicio de la virtud, la arrogancia de la valentía y la teórica de la práctica de las armas, que sólo vivieron y resplandecieron en las edades del oro y en los andantes caballeros". Porque no se puede vivir construyendo castillos en las nubes, se hace necesaria la acción y superar el mito que el mundo hay que entregarlo a "los expertos", a aquellos que sólo viven detrás de los cómodos escritorios y que creen saberlo todo, cuando en realidad no saben nada e intentan imponer sus delirios sobre otros que tendrán que padecer sus consecuencias, mientras ellos harán desaparecer sus responsabilidades detrás de curvas y estadísticas.
El manchego nos pide que apreciemos el ejemplo y la virtud del otro, evitando ante todo la espuria y maligna envidia. " ¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes! Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo, pero el de la envidia no trae sino disgustos, rencores y rabias".
Para gobernar cualquier ínsula, los consejos del hidalgo caballero de la triste figura son conocerse a sí mismos, difícil tarea que nos conducirá a obrar con prudencia, lo que nos librará de "la murmuración maliciosa" y nos permitirá actuar como un humilde virtuoso y no como un pecador soberbio, de esos que tanto abundan hoy en día en cargos de designación y de elección popular.
"La virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale" y por mucho que hayan quienes han nacido en cuna de oro, con la vida resuelta y el futuro muy bien pavimentado, eso no los hace mejores que otros. "La sangre se hereda y la virtud se aquista". Don Quijote le aconseja a Sancho ante todo no dejarse guiar por las apariencias y no tomar decisiones arbitrarias. Dice: "Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico"; "Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre". Como premisa básica le dice "Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente, que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo", velando por aquel equilibrio fundamental entre responsabilidad y castigo. En caso que se quiebre con aquella equidad esencial, que sea por misericordia. Es decir, por un bien superior y en ningún caso por haberse corrompido o recibido una dádiva a cambio de un favor. Siempre asumiendo que al final del mandato, no faltarán las mentes débiles que dirán: "Si el gobernador sale rico de su gobierno, dicen de él que ha sido un ladrón y si sale pobre, que ha sido un parapoco y un mentecato".
Es una virtud la paciencia y debemos soportar hasta cuanto podamos, reconociendo que hay que dejarla caer cuando la cargan de injurias. Debemos ser atrevidos y no timoratos ante toda esperanza, lo que nos exige actuar, aunque sean dudosas nuestras expectativas, pero nunca debemos dejarnos empujar por la temeridad.
Superando siempre la repugnante soberbia, no sólo por ser uno de los más despreciables vicios, sino que también, y como muy bien decía Sancho luego de haber dejado de ser gobernador de Barataria y volver a ser escudero: "Tan valientes corazones es, señor mío, tener sufrimiento en las desgracias como alegría en las prosperidades; y esto lo juzgo por mí mismo, que si cuando era gobernador estaba alegre, ahora que soy escudero de a pie no estoy triste, porque he oído decir que esta que llaman por ahí Fortuna es una mujer borracha y antojadiza, y sobre todo ciega, y, así no ve lo que hace, ni sabe a quién derriba ni a quién ensalza". Nunca se sabe dónde ni con quien estaremos el día de mañana, por lo que si bien debemos permanecer siempre firmes en nuestras convicciones, debemos considerar a quienes tenemos al frente como legítimos contradictores, con los mismos derechos y, por supuesto, las mismas obligaciones.
La invitación
Decía Don Quijote: "La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos: con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres". Así, esta libertad es la que nos permite ser nosotros mismos, salir del abismo de los replicantes y alzarnos como seres humanos que luchan por forjarse su destino, más allá de lo que otros digan o esperan de uno.
Este es el asunto del arte de don Quijote. No viene en el fondo a inventar nada que no se sepa. Para José Ortega y Gasset, "el autor del libro de caballerías, a diferencia del novelista, hace gravitar toda su energía poética hacia la invención de sucesos interesantes. Estas son las aventuras." Pero con el ingenioso hidalgo, Miguel de Cervantes quiere quebrar con la opresora realidad como el único cristal que nos permite llegar a dilucidar el sendero que podamos elegir en busca de la esquiva virtud, no como seres aislados, sino que como parte de un todo social, más allá de lo que otros dicen que hay que hacer o de lo que se debe ser, sino que luchando por lo que uno quiere dentro de uno mismo. Según Ortega y Gasset, en esta obra: "la realidad entra en la poesía para elevar a una potencia estética más alta la aventura".
Miguel de Cervantes nos invita a ser héroes, que más allá de estar en busca de proezas para exhibirse ante los otros para satisfacer el ego, seamos nosotros mismos, resistiéndonos a que nos determinen. A liberarnos de toda opresión social. Para Ortega y Gasset: "Cuando el héroe quiere, no son los antepasados en él o los usos del presente quienes quieren, sino él mismo. Y este querer él ser él mismo es la heroicidad".
De allí que la vida sea una perpetua resistencia contra el vicio, el hedonismo extremista, el consumismo y la apatía. Una, a veces, dolorosa exhortación para inventarnos, desgarrándonos de la inercia, para evitar que la rutina nos aniquile y nuestros sueños se queden en eso, sólo en sueños. En que excusemos nuestra inacción haciéndola pasar por adaptación, que no es otra cosa que sumisión. Por el miedo a ser tenidos por locos al tratar de ser uno mismo.
Ojalá que al final no cantemos en nuestro lecho de muerte con León Felipe y con Joan Manuel Serrat: "Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,/y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,/va cargado de amargura,/ que allá encontró sepultura/su amoroso batallar./ Va cargado de amargura, que allá quedó su ventura/ en la playa de Barcino, frente al mar.// Por la manchega llanura/ se vuelve a ver la figura/ de don Quijote pasar/ Va cargado de amargura,/ va, vencido, el caballero de retorno a su lugar".