Cultura y Espectáculos

Verhoeven + Huppert, ecuación sorprendente

Paul Verhoeven era el director perfecto para dirigir Elle, y el filme no es sólo su regreso triunfante, sino su obra maestra.

Por: Diario Concepción 28 de Febrero 2017
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Paul Verhoeven era el director perfecto para dirigir Elle, y el filme no es sólo su regreso triunfante, sino su obra maestra.
 

Esteban Andaur
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Paul Verhoeven no había dirigido un largometraje de ficción desde Black Book en 2006. Diez años después de que la película conquistara a los críticos y remendara una reputación inestable en el Hollywood de los 90, con filmes imposibles de ignorar como Bajos instintos (1992) y Showgirls (1995), Verhoeven ha regresado con Elle. Repasando la carrera del director, un artista notable y siempre subestimado e incomprendido, queda claro que Elle es la culminación de los temas y estilos que lo han dado la fama de controversial.

En la escena inicial, por ejemplo, Verhoeven nos muestra una violación; lo cual no es distinto a la escena inicial de Bajos instintos en que una sesión de sexo sadomasoquista termina en un sangriento asesinato. En las animaciones del videojuego que prepara la compañía que dirige Michèle Leblanc, podemos ver los efectos especiales que utilizó en las populares RoboCop (1987), El vengador del futuro (1990) y Starship Troopers (1997).

Y el sentido del humor, inesperado, sarcástico y a veces hasta grotesco, es algo que ha poblado toda su filmografía. Y, por supuesto, está presente en Elle. La película tiene muchos momentos graciosos, aunque aquí el humor es más claro, y no depende tanto de la deducción intelectual del espectador como en las otras películas de Verhoeven. Elle es extrema en la cantidad de tabús que toca, y tal exceso es ya cómico, pues Verhoeven se ríe de que tales tabúes existan respecto a las cosas simples de la vida. Bueno, a veces simples.

Atención: spoilers

Isabelle Huppert interpreta a Michèle, una mujer que es violada en su propia casa por un hombre desconocido, vestido de negro y con una máscara de esquí. Pero ella no acude a la policía. Limpia el desastre en su comedor, ordena sushi y toma un baño de tina. Luego, en una cena con su ex esposo, su mejor amiga y el esposo de ésta, de quien Michèle es amante, les cuenta el incidente del ataque en su hogar. La escena es perturbadora por la cantidad de tonos involucrados: hay horror, drama y comedia negra. Esa es la mezcla emocional que persiste durante todo el metraje, sostenido a la perfección por la legendaria Huppert.

En sus cinco décadas en el cine, Huppert ha trabajado con algunos de los directores más importantes: Jean-Luc Godard, Claude Chabrol, Michael Cimino, Michael Haneke, y ahora Paul Verhoeven. Su trabajo con Chabrol en La cérémonie (1995) le valió la Copa Volpi en Venecia, y su papel de la profesora de piano Erika Kohut en La pianista (2001) de Haneke, el Premio a la Interpretación Femenina en Cannes. Huppert compartió el premio en Venecia con su coestrella, Sandrine Bonnaire, por interpretar a dos mujeres asesinas de una familia acaudalada. Y Benoît Magimel ganó el Premio a la Interpretación Masculina en Cannes por interpretar al amante que termina violándola en La pianista.

Hay que tener aquello en mente para analizar el trabajo del elenco en Elle. Ninguno de ellos da un paso en falso en sus interpretaciones, quizá debido a que el avasallador talento de Huppert saca lo mejor de los actores que la rodean, sobre todo porque todos los personajes tienen vínculos directos y profundos con Michèle. En efecto, ella aparece en cada escena, y los actores deben, simplemente, asumir el desafío. De consecuencia, es imposible imaginar a otros actores, voces o rostros, como los personajes de la película.

Entre la plétora de personajes están el amante de Michèle, su mejor amiga con quien dirige la compañía, su ex esposo (novelista fracasado) y su nueva novia, su hijo desempleado y su novia embarazada ; su madre y su amante 50 años menor, y su padre, un asesino en serie a quien, se cree, Michèle ayudaba en sus crímenes cuando tenía sólo diez años. La película nunca esclarece este dato; no obstante, sugiere que la violación pudo haber sido una reacción a esto, ya que Michèle y su madre han soportado por años ataques de diversa índole en reprensión por los crímenes del padre.

Tenemos que desprender que debido a esto, Michèle no le teme a la violencia, y no le interesa acudir a la justicia, que no la ayudó cuando niña. La violencia es lo suyo, sabe cuándo emplearla y cuándo reprimirla, cuándo es placentera y cuándo es dañina. Suele agredir a quienes están a su alrededor, sometiéndolos a situaciones humillantes o haciendo revelaciones chocantes con un sarcasmo implacable. Es su particular manera de ponerse fuerte ante la adversidad, incluso en momentos en que es ella misma la fuente de ésta. 

A menudo fantasea con vengarse de su violador. Se ve a sí misma asesinándolo en el suelo del comedor, y después realiza la fantasía de tener sexo con él, pero ella está a cargo, a pesar de que lo deje golpearla. Cuando Michèle se retuerce en el sótano de la casa del hombre, su llanto se debe al horror que le causa su deseo y el hecho de que el hombre que le hizo tanto daño, fuera capaz de darle placer después de idealizarlo, quizá, de manera romántica.

Elle expresa la valentía tanto de Huppert como de Verhoeven de explorar las zonas más inconfesables de la psiquis humana. Tal inclinación ha definido las carreras de ambos, y las representan en su absoluta complejidad, acercándose lo más posible a cómo estos impulsos pueden ser vividos en la realidad. 

Michèle es un personaje tan completo, que uno se pone en sus zapatos, sin nunca dejar de compadecerse de su sufrimiento ni de criticar sus comportamientos más aberrantes. Es un filme íntegro, y tal vez por lo mismo sea tan provocador. Transgrede los límites de los géneros cinematográficos, y la película emerge como la representación de una vida de mujer completa y única, convirtiéndose en una experiencia, inesperadamente, fortalecedora y liberadora para todo el público. Si Elle no fuera sobre la vida, o la oscuridad de ésta, sus repentinos cambios de tono no tendrían éxito.

Adaptación con historia

La música nos informa de un thriller psicológico contemporáneo, y al mismo tiempo de un melodrama. La compositora británica Anne Dudley sabe utilizar con elegancia una melodía romántica en el piano, para después pasar a violines apasionados y desgarradores. La partitura es de una melancolía sombría, y me recordó a su trabajo en El juego de las lágrimas (1992), aunque ahora Dudley reemplaza los motivos militares por una especie de exhalación mortuoria, constante y ominosa.

Elle fue adaptada de la novela "Oh…" del escritor Philippe Djian, cuyas novelas son difíciles de hallar en español, aunque más de alguno recordará la película Betty Blue (1986), adaptación francesa de uno de sus libros. Una cinta que fue popular debido a su naturaleza erótica: las escenas de sexo eran explícitas y recurrentes, pero el filme era lento e insustancial, inverosímil, y los temas no se podían asir del todo: era la exploración de los impulsos eróticos de un escritor frustrado, y de cómo su amante, la desquiciada Betty, era el principal impedimento para su creación literaria; pero nada era profundizado. 

Pareciera que los roles de género, las fantasías eróticas y el crimen son temas predilectos de este autor. Pero esta vez la película es importante. En Elle, a Djian lo mueve la misma curiosidad por la sexualidad reprimida y los vínculos familiares enfermos que la nobel Elfriede Jelinek desarrolló en su novela La pianista, empapada de la misma ironía y espíritu crítico de una sociedad conservadora.

El sexo y la muerte son lo que determinan la experiencia humana, y todos sus matices y manifestaciones están en Elle, y constituyen la esencia de la que debe ser la actuación cinematográfica de la década: Isabelle Huppert como Michèle Leblanc. Lástima que la Academia prefirió premiar aEmma Stone por Lalaland, en un trabajo de harto menor profundidad actoral. 

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