Cultura y Espectáculos

Toni Erdmann Simplemente extraordinaria

La película, nominada al Oscar, se centra el inesperado viaje a Rumania que realiza Winfried, un profesor de música divorciado y bromista, para visitar a su hija Ines, trabajólica y estresada.

Por: Diario Concepción 26 de Febrero 2017
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La película, nominada al Oscar, se centra el inesperado viaje a Rumania que realiza Winfried, un profesor de música divorciado y bromista, para visitar a su hija Ines, trabajólica y estresada. 

Esteban Andaur
Contacto@diarioconcepcion.cl

En los últimos 40 años, podemos decir que las relaciones padre-hijo fueron cristalizadas en la trilogía original de Star Wars (1977-83). Las relaciones madre-hija, en La fuerza del cariño (1983). Las relaciones, madre-hijo en Todo sobre mi madre (1999). A lo menos, hay una muerte en algún momento de estas películas, que determina la evolución de los protagonistas.

Tal escena también ocurre en el filme alemán Toni Erdmann, la indiscutida obra maestra del cine internacional de 2016. Y en el caso de esta maravillosa película, la historia se trata de una relación padre-hija, un vínculo que raramente se ha tratado en el cine.

Peter Simonischek personifica a Winfried Conradi, un profesor de música divorciado, a quien le encanta hacerles bromas disparatadas a las personas, ya sean conocidos o extraños. Vive solo, y su única compañía consiste en su perro, sus alumnos y su madre anciana. Una vez que el perro muere, Winfried viaja a Bucarest, Rumania, a visitar a su hija trabajólica Ines, interpretada por Sandra Hüller, quien trabaja para una consultoría de empresas petroleras. Winfried llega en un período de la vida de Ines en que está muy estresada por su vida profesional y personal. La visita es inesperada, o en palabras del propio Winfried, <>, a diferencia de la vida calculada de su hija; y no es agradable: Winfried no se muestra contento del constante estado de ánimo de Ines ni de sus prioridades, que le impiden pasar tiempo con su familia.

Es entonces que Winfried decide ponerse unos dientes falsos y una peluca y convertirse en Toni Erdmann, un personaje creado por él para entrometerse en el próximo negocio que la empresa de Ines está a punto de cerrar, y que depende casi por completo de ella. Toni alterará el orden de la vida de Ines, lo que le permitirá a Winfried realizar un montón de bromas a quienquiera conozca en el camino, como también le dará una segunda oportunidad de criar a su hija, y enseñarle de nuevo los valores que parece haber olvidado cuando creció. Simonischek y Hüller entregan dos de las más grandes actuaciones de la década.

¿A la deriva?

Viendo Toni Erdmann, reí y lloré. Es una película llena de emociones complejas, sin embargo, no se puede clasificar como un drama ni una comedia. Incluso la categoría de comedia dramática le queda corta.

La directora y guionista Maren Ade, en su tercer largometraje, trasciende toda convención de género aplicable a su relato, para mostrarnos en lugar de personajes, a personas reales viviendo sus vidas. Es por eso que la narración posee múltiples ritmos y siempre se mantiene cautivante. Ciertas escenas carecen de propósitos emocionales específicos, consiguiendo desarrollar con una insospechada profundidad a Winfried e Ines, y que los espectadores nos sintamos dentro de la pantalla, compartiendo la vida de estos personajes, proyectándonos en ellos.

Como resultado, la estructura narrativa de Toni Erdmann nos parece que estuviera a la deriva. Y muy bien puede ser un hecho: la película aguarda que los personajes evolucionen según la libertad del arte cinematográfico, de su brillante guión, o de la misma existencia, y que nos sorprendan con sus carcajadas, llantos, discusiones, locura.

El filme dura 162 minutos. Es una especie de película épica sobre la cotidianeidad de un padre y una hija muy particulares y, finalmente, capaces de ser encontrados en todas partes del mundo. El uso de luz natural en los fotogramas y el hecho de que las piezas musicales sean diegéticas, le confieren a Toni Erdmann la sapidez de la vida real, que no habría adquirido de otra manera. Tal es el efecto, que creo que algunos críticos han confundido el final como uno agridulce, porque tratan de acomodarlo a una cierta expectativa. Pero hacer eso con un filme tan único como éste es un error. Si interpretan el final como agridulce, es porque es uno más o menos inconcluso, y eso hay que tomarlo literalmente. La película puede terminar y las luces pueden prenderse en la sala del cine, pero la historia no, al igual que la vida misma.

Para leer entre líneas

Asimismo, Toni Erdmann ofrece una feroz crítica al capitalismo. Los trabajos en el mundo de los negocios han roto familias, además de la sociedad, y el filme deja claro que Winfried e Ines son dos de sus víctimas. Ella le reclama a su padre que otros hombres en su lugar tendrían ambiciones aparte de hacerle bromas a la gente. Ines no lo dice porque sea una mala mujer; está acostumbrada a pensar en la realización personal como algo basado en lo material, por ende, cualquier persona, no sólo su padre, emerge en sus ojos como un perdedor cuando están felices, conformes, con el mero hecho de ser ellos mismos.

Y me encantó cómo son representados los roles de género. Ines no es agresiva en su trabajo, sin embargo, es obstinada en hacer lo que cree es más práctico, desobedeciendo a su jefe, hombre que al principio nos parece un desgraciado, y que al final entendemos es bueno, sólo que es un neurótico. Y no es desdeñosa de sus colegas mujeres, ni siquiera de su asistente, que se revela más leal que sus amigas y que pareciera estar más pendiente de las necesidades de Ines que ella misma. A Ines tampoco le gusta ir de compras.

En el nombre del padre

Toni Erdmann es inagotable en sorpresas y en verdades humanas, como en escenas que incluyen un arresto, a Whitney Houston, una bella evocación del clásico de Pixar Monsters, Inc. (2001), y una escena de desnudos desternillante, que pasará a la historia como una de las más inolvidables del cine.

El visionado fue un poco complejo para mí, pues no podía dejar de pensar en mi propio padre. Bueno, él me llevó al cine a ver las pelis de Star Wars, así que es obvio; tal como pienso en mi madre cada vez que veo La fuerza del cariño y Todo sobre mi madre. Mi padre era como Toni Erdmann cuando yo era niño. Solía crear personajes tontos con sus dedos, hacía voces, no paraba de contar chistes, compraba libros de chistes. Ahora está divorciado de mi mamá, y no vive solo, pero tiene un perro y una madre anciana. Al igual que Winfried e Ines, hemos tenido las mismas conversaciones existenciales sin respuestas definitivas, las mismas peleas, los mismos momentos gloriosos de risa desatada. De alguna forma, temí que nuestra relación derivara a lo que vi en este filme en el futuro, pero creo que ese es el efecto que la película tendrá en todas las personas que la vean; no todos somos padres, mas todos somos hijos.

Y también pensé en él una vez que la película hubo terminado. Durante los créditos, empezó a sonar una canción que reconocí de inmediato: <> de The Cure (mi banda favorita). Es el primer track del Disintegration, álbum que cuando lo compré hice que papá escuchara. Le gustó. Tal uso de la música me recordó a otra gran directora: Sofia Coppola. Pienso que ella y Ade se acercan a la música en el cine de una forma casi etérea, puesto que su uso es determinado por cómo las realizadoras se sienten en su espíritu respecto de los filmes, no por las necesidades narrativas de éstos, y ambas aman los clásicos del pop.

Toni Erdmann me hizo sentir la sensación extraña y grata de que fue hecha para mí. No puedo esperar a verla con mi papá.

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