Cultura y Espectáculos

La Única: Gilda, no me arrepiento de este amor

El filme es la biografía de la cantante tropical argentina que murió trágicamente en 1996. Por ende, la película es la conmemoración de su legado en la música popular sudamericana; el relato es sobrio y cuenta con excelente actuaciones.

Por: Diario Concepción 14 de Enero 2017
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El filme es la biografía de la cantante tropical argentina que murió trágicamente en 1996. Por ende, la película es la conmemoración de su legado en la música popular sudamericana; el relato es sobrio y cuenta con excelente actuaciones.

 

Esteban Andaur
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En el cine, suele darse la rara ocasión en que una cantante exitosa protagoniza la biografía de una colega, y sus identidades quedan fusionadas para siempre. Se me viene a la cabeza Barbra Streisand como Fanny Brice en el musical Funny Girl (1968), papel que le valió el Óscar; y Jennifer López como Selena Quintanilla en Selena (1997).

Gilda, no me arrepiento de este amor (2016) es la biografía de la cantante tropical argentina que falleció en un trágico accidente en la carretera a los 34 años, en el cual fallecieron, además, su madre, su hija mayor, algunos de los músicos de su banda y el chofer del ómnibus que los transportaba. La película es un homenaje a ella, a 20 años de su muerte, y lo que Natalia Oreiro consigue como Gilda es bastante similar a lo de las actrices ya citadas.

No obstante, su interpretación va más allá de la típica imitación. En muchos momentos durante la película, uno siente que Gilda está siendo canalizada por Oreiro. Su actuación no cuenta con grandes escenas emocionales, que aquí son innecesarias; sino que depende de los varios matices que la actriz transmite en cada escena, complejizando al personaje, haciendo que empaticemos con Gilda de una manera inesperada. Queremos a Gilda.

Tales matices están presentes, asimismo, en las interpretaciones que la propia Oreiro hace de las canciones de Gilda. Por ejemplo, una vez que Miriam Alejandra Bianchi renuncia a su trabajo como maestra jardinera, acude a una audición para una banda de música tropical. Los primeros versos que canta para el productor Juan Carlos ‘Toti’ Giménez (Javier Drolas) se oyen afinados, como uno esperaría de Oreiro, pero uno se sorprende de que Gilda pueda cantar bien sin entrenamiento previo. Es la timidez que la actriz proyecta lo que sobresale en la escena. El productor le da sus primeras instrucciones sobre el estilo de canto de la cumbia; no debe dejar que las notas continúen melódicamente una vez que el verso acaba, tiene que cortarlas, marcando el ritmo de la música, hacer bailar con su voz.

Luego, Miriam encabeza una banda de cumbia llamada Crema Americana, de la mano de Toti, y después de que el sello discográfico no está contento con la dulzura de su voz ni la delgadez de su físico, ambos buscan asegurar el despegue de su carrera en los márgenes del mundo de la bailanta de entonces en Argentina. En ese ambiente de criminalidad subyacente, Miriam adopta el nombre de Gilda, y su popularidad traspasa las fronteras argentinas, convirtiéndose en un icono de la música popular sudamericana.

Estas escenas son vitales para que entendamos al personaje. Encontré que, además, eran vitales para entender la forma de actuar de Oreiro. Vemos a Gilda componer sus canciones usando la guitarra de su padre, fallecido cuando ella era adolescente. Sus letras son románticas y lúdicas. Tienen un ingenioso sentido del humor: <>. Gilda habla desde la independencia, el amor propio, y sin violencia ni el obvio mal gusto de una canción de desamor.

Las letras de Gilda, quien se inclinaba por el rock, eran simples y directas, y femeninas. Reunía las características para apelar a las más diversas sensibilidades musicales de los 90, e incluso hoy sus canciones son versionadas por artistas latinos de todos los géneros.

Oreiro no proyecta al personaje su propio estilo musical; eso hubiese arruinado el filme. Mas sí debió proyectar la memoria emotiva de sus inicios en la música pop. No sólo esa timidez, sino también la fortaleza que adquirió con las lecciones de canto, de baile, y la conexión pura y directa entre el público y ella sobre el escenario. Para Oreiro, este papel no significó sólo actuar. Puesto que en parte sigue viviendo la vida de un músico, aplicó su experiencia tanto como cantante y admiradora de Gilda, para honrarla a la vez de personificarla en esta película. El resultado es la mejor actuación de su carrera en el cine.

Hay algunas falencias inocuas. La organización en la película de los flashbacks de Gilda con su padre es algo arbitraria, pese a que logran proveer información emocional esencial: conocemos lo difícil que fue para ella crecer sin padre y convertirse, después, en cantante y compositora, al igual que él. Al mismo tiempo, las escenas establecen un paralelo entre la relación entre sus padres y la suya con su propio marido. Y están bien actuadas. En ese sentido, la escena en que Gilda confronta a su madre por no haber amado a su padre y nunca haberse preocupado por sus hijos (según ella), también es una escena de actuaciones agudas y nada estridentes; pero la madre no está del todo desarrollada en el filme, por lo que la escena también se siente un poco forzada y veleidosa.

Gilda, no me arrepiento de este amor explora, además, el estatus de santa popular que Gilda adquirió tras su muerte. Sus seguidores suelen pedirle milagros, los cuales ya decían ellos que la cantante hacía en vida; le construyeron un santuario en el mismo lugar del accidente, y depositan sus ofrendas en los restos del ómnibus que permanece ahí. Ahora bien, lo del santuario no está en el filme; es un tema de difícil tratamiento, y pudo haber hundido a Gilda en el sensacionalismo o la falta de respeto. Lo que sí vemos es a una fan que se acerca a Gilda tras bambalinas a pedirle que ponga sus manos en las cabezas de ella y de su hija, para así bendecirlas y sanar sus enfermedades. Ella se rehúsa, pero es Toti quien la convence de hacerlo. El momento es breve y sugerente del legado de Gilda, manteniendo sobrio el relato.

En lo personal, no participaría jamás de expresiones populares de devoción religiosa por ídolos de la música. Sin embargo, por lo que vi en la película, Gilda tenía una personalidad especial. Era por completo cercana a sus fans, casi una <> de ellos; y uno entiende que la conexión que uno siente por aquellos a quienes admira, sucede principalmente en la imaginación. El vínculo se da por numerosas interpretaciones intelectuales y emocionales simultáneas, dada la ausencia física de los ídolos en nuestras vidas. Sí, implica al espíritu también.

Antes de ver la película, investigué por mi cuenta la carrera de Gilda. No escucho cumbia, por lo tanto, no sabía quién había sido ella. Tenía mucha curiosidad de ver el filme, ya que una prima me instó a verla, asegurando que podría ser buena, sin siquiera ella haberla visto. Busqué en YouTube sus canciones más famosas: No me arrepiento de este amor y Fuiste, y me di cuenta de que ambas las había escuchado incontables veces, en la radio, en la micro, en algún festivo, en la televisión, etc. Reconozco que guardo prejuicios por la cumbia, pero la película me ayudó a derribarlos, quizá porque el mismo filme los aborda. Por ejemplo, el marido de Gilda le reprocha que esté persiguiendo una carrera musical en la bailanta, debido a lo licencioso de ese mundo. El filme demuestra gran sensibilidad en esto, como también inteligencia en incluir estas discusiones.

Gilda, no me arrepiento de este amor es una biografía sobria y entretenida, emotiva y, por supuesto, bailable. Me encantó esta película.

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