Cultura y Espectáculos

Princesa Leia, elegía para una musa

Hace una semana del deceso de la actriz Carrie Fisher, la emblemática Leia de Star Wars. Aquí le damos un último adiós a la eterna princesa del espacio, a una semana de su partida.

Por: Diario Concepción 03 de Enero 2017
Fotografía: imagenPrincipal-7438.jpg

Hace una semana del deceso de la actriz Carrie Fisher, la emblemática Leia de Star Wars. Aquí le damos un último adiós a la eterna princesa del espacio, a una semana de su partida.
 

Esteban Andaur
Contacto@diarioconcepcion.cl

Cuando era pequeño, el patio de mi casa era un cuadrado perfecto. La cara de mi casa daba a un bosque de un verde muy vivo, muy Endor, lleno de árboles de troncos gruesos y copas frondosas, que a veces daban frutos, rodeado de altos muros de ladrillos. Dada mi estatura, los muros se elevaban de manera opresiva, aunque dejasen ver las casas contiguas a la nuestra. Cuando llovía, que era muy frecuente, el agua que escurría por los ladrillos los hacía cambiar de color y se veían más rojos de lo que eran, lo cual me perturbaba. Odiaba mojarme y sentir frío. El tiempo entonces era, particularmente, frío. En esos días de lluvia, la vista del patio desde el living era melancólica. Era como una película fija, sin personajes ni muchos colores. Y el sentimiento era implacable: la melancolía se mezclaba con la estrictez de los ladrillos; los árboles, quietos y torcidos, en absoluto proveían entretención.

Era 1997

En los días soleados, en cambio, salía al patio a jugar con mis figuritas de Star Wars. Mis juguetes predilectos de la saga eran las micromáquinas. Tenía los planetas Endor y Dagobah, el palacio de Jabba en Tatooine, el sable de Darth Vader que cuando lo abrías se convertía en una trinchera de la Estrella de la Muerte, y un hemisferio de ésta que recreaba escenas del Episodio IV. Las figuras de acción eran geniales, pero no me daban la sensación de estar sosteniendo en mis manos fragmentos físicos de la galaxia muy, muy lejana, como las micromáquinas.

Ahora bien, mi favorita era el Halcón Milenario. Siempre lo tenía junto a mí cada vez que escribía o dibujaba. Lo podías abrir por la mitad y colocar a Han Solo y Chewbacca en la cabina del piloto. El juego incluía también a Lando Calrissian y la Princesa Leia Organa.

Leia

No tardé en darme cuenta de que ese patio tenía propiedades carnívoras. Canibalismo de plástico. Era un patio plasticóvoro. Leia fue la primera micromáquina que se me perdió en esa tierra siempre húmeda, del color de la Coca-Cola. A Leia le siguieron otras micromáquinas. Hasta cometí el absurdo de ir a buscarla, meses después, cuando la angustia era insufrible y me embargaba la esperanza de volver a verla otro día. La esperanza que tanto caracterizaba a la princesa, al parecer. Bueno, aún conservo a Han Solo y, quizá, un Ewok.

Carrie Fisher, la actriz que personificó a la princesa del espacio en la obra maestra de George Lucas, falleció el martes pasado a los 60 años de un ataque al corazón. En un año que ha sido fatal para la farándula mundial, el deceso de Fisher es el que más me ha impactado, incluso más que la muerte de Kenny Baker, el actor adentro de R2-D2. ¿Habrá sido aquel cementerio de juguetes un oráculo siniestro? Eh, no, no lo creo. Pero la noticia posiciona mis pensamientos en ese lugar del pasado. La desaparición de mi micromáquina de ella es el único recuerdo triste que tengo con el personaje. Cada memoria de esa niñez galáctica aparece en mi mente como fotogramas rápidos, en una cadencia lóbrega y lúdica a la vez.

Cuando mi papá me llevó al cine a ver La guerra de las galaxias, era la película adecuada para mí, acostumbrado a ver los clásicos contemporáneos de Disney en la pantalla grande. Una vez acabada la función, me quedé medio aturdido en la butaca, incrédulo de que todo hubiese sido una película. Mi papá se divertía con mi reacción, por cierto. Papá también me llevó a ver El Imperio contraataca y El regreso del Jedi en los meses siguientes, cuando se reestrenaron, y mi vida nunca volvió a ser la misma. Tenía 6 años.

Después vinieron los juguetes, los cómics, los VHS, las precuelas, las revistas cinematográficas, las páginas de internet devotas a la saga, los álbumes de Salo, el CD con la música del Episodio IV, que fue un regalo de cumpleaños de papá tras separarse de mamá en pleno invierno del ‘97. Comencé a escribir apenas supe que las películas, primero, eran escritas; y mis primeros relatos, repletos de faltas ortográficas, fueron, obviamente, ciencia ficción al más puro estilo de Star Wars.

Huelga decir que para este escritor, su primera musa fue la Princesa Leia.

Leia era un personaje fácil de reconocer en mi mundo. Vengo de una familia donde las mujeres mandan, y son activas en política. Por lo tanto, la princesa del espacio nunca me significó el shock feminista que varios escritores hombres han declarado que ella fue tras el deceso de Fisher. Sus características ya las tenía internalizadas, por lo que Leia supuso la primera vez que veía en el cine representadas a las mujeres que conocía y amaba. Leia era una verdadera lideresa, que acaudilló a una rebelión y diseñó su propio plan de rescate en el Episodio IV, elementos que me ayudaron a asociar a la Alianza Rebelde con la izquierda y al Imperio Galáctico con la derecha. Créeme, tenía bastante claros estos conceptos, mamá hizo un gran trabajo. Sí, mi familia puede ser rara, pero no más que los Skywalker.

Es que Star Wars ayuda a cualquier niño a crecer. Las amistades son auténticas en tanto están basadas en la benevolencia y la camaradería. La política es accesible y entretenida. Los héroes son vulnerables y su Fuerza nace de su espiritualidad. Los dilemas familiares que deben resolver son complejos, profundos y hasta siniestros. Y los villanos pueden ser redimidos. Los filmes, alejados de los clichés, contribuyeron a configurar mis conceptos de masculinidad y femineidad de una forma realista. Jamás me avergonzó jugar con una figura de acción de Leia; era lo mismo que jugara con mis otras figuras de Star Wars.

Cuando reproducía la banda sonora de John Williams, mi tema favorito era la fanfarria inicial. Sin embargo, la pista que más me conmovía era <>. Entonces no conocía las palabras, sólo las sentía: la música evocaba en mí la personalidad interna de Leia, de una fragilidad enternecedora y un idealismo avasallador, propios del romanticismo que empapa a la saga completa. La música era opuesta a como se ve a la princesa en el filme, fuerte y osada, mas no era una contradicción: era la completación de su personalidad, revelando a un ser humano complejo, común al resto de nosotros. Pensaba en mi hermanita, que era todavía una guagua temperamental, y me preguntaba cómo sería cuando creciera. Sí, porque Leia es la hermana de Luke, ¿ya? Su apellido debió haber cambiado a Skywalker. Leia Skywalker. Así está mejor.

Carrie Fisher siempre será la Princesa Leia para mí, por razones literarias. Es un arquetipo femenino que se ha convertido en algo tan propio, inamovible de mi paisaje cinematográfico, que tengo que hacer un esfuerzo para poder verla en la base de todo; base que la comparte con el resto de la pandilla de Star Wars, entrelazados espiritualmente por su conflicto universal. Son indivisibles.

Fisher, además, era escritora. Las adicciones y la enfermedad mental marcaron su vida, no obstante, nunca lo escondió y lo usó para sus propios libros. Su madre, la leyenda de Hollywood Debbie Reynolds, protagonista del clásico musical Cantando bajo la lluvia, fue su gran fuente de inspiración. Carrie dijo en ocasiones que soñaba ser como ella cuando era niña, y fue Reynolds quien la inició en la actuación. De hecho, Fisher escribió el guion del filme Recuerdos de Hollywood, basado en su propia novela, donde las versiones ficticias de ella y su madre sobrellevan los problemas de adicción de la primera.

Lo triste es que sólo al día de morir Carrie, Debbie también falleció, a causa de un accidente cerebrovascular. El dolor debió ser insoportable.

Y vuelvo al patio de mi infancia, y encuentro que el miedo se ha disipado, y que el cambio ya no es trágico, sino una sorpresa. La gratitud es el único sentimiento. No es momento para cuestionamientos innecesarios ni lamentos desproporcionados. Uno celebra la historia compartida y las múltiples emociones que ésta despierta. Y así como en mitos, leyendas, cuentos de hadas, uno sigue adelante con lo que tiene luego de que se desvanece el maestro, como Obi-Wan e incluso Anakin. Carrie está con Debbie ahora, y Leia con los Jedis.

 

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