Este thriller tiene buenas intenciones, y una gran actuación de Emily Blunt en el centro, pero necesita, además, una opinión sobre los temas que aborda.
Este thriller tiene buenas intenciones, y una gran actuación de Emily Blunt en el centro, pero necesita, además, una opinión sobre los temas que aborda.
Esteban Andaur
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Una mujer alcohólica llamada Rachel (Emily Blunt), se sumerge más en la bebida tras un desagradable y terrible divorcio. Rachel se muestra como una mujer fuerte y, pese a su inestabilidad emocional, bastante razonable. Suele abordar el tren rumbo al trabajo todas las mañanas, y observa las casas que pasan frente a ella: la casa que compró y amuebló con Tom, y en la que ahora él vive con su nueva esposa, y la de sus vecinos, que parecieran vivir el idílico romance que Rachel alguna vez pensó que vivía con su exmarido. Pronto la mujer del matrimonio vecino desaparece en misteriosas circunstancias, y debido a la constante ebriedad de Rachel, es apuntada como sospechosa, y tendrá que averiguar a toda costa quién lo hizo no sólo para probar su inocencia, sino porque presiente que el asesino está más cerca de lo que cree.
Basada en la novela homónima de Paula Hawkins, que no leí, La chica del tren (2016) es un thriller psicológico sobre hombres abusivos y mujeres que sólo demuestran su fuerza en las escenas finales, cuando todo se pone tan peligroso, que a la película no le queda otra opción que exigirles hacerlo.
Cuenta con tres narradores no fiables en Rachel, Megan (la desaparecida) y Anna (la nueva esposa del ex de Rachel). Casi la mitad de la historia es contada por medio de flashbacks de estos tres personajes, los que se enredan con el presente borroso de Rachel. El problema es que luego de presentar los flashbacks, la película no procede con claras transiciones al presente. Tal vez los realizadores buscaban un tono visceral, evocativo de las resacas de Rachel, que le impiden recordar lo que hizo la noche que desapareció Megan (y si ella es la asesina); mas no funciona. Una cosa es que no sepamos el destino de Megan, si hubo terceros involucrados ni cuáles son los motivos de su ausencia; y otra muy distinta es que la película se confunda en su propia complejidad, por culpa de una narración ambiciosa que termina siendo, meramente, antojadiza.
Lo cual me hizo preguntarme lo siguiente. a) ¿Por qué tuvo Megan una aventura con el psiquiatra? Aparte de conducir a una pista falsa, no desarrolla ninguna personalidad ni profundiza la trama. b) Megan había sido madre años antes de casarse con su actual esposo, Scott. ¿Y qué? El filme debió ahorrarse esto, porque no sirve como justificación de los eventos que suceden después; quítale estas escenas a La chica del tren y todo queda igual. c) ¿Acaso la detective Riley se sentía atraída hacia Rachel? No lo sabemos, pero ni siquiera en la incertidumbre hay un propósito. d) ¿Y qué sucedió con Anna al final? No queda claro cómo la justicia se pronuncia respecto a ella.
Por otra parte, hay suficiente erotismo en la película para que ésta no lo aborde de lleno. La historia gira en torno a las vidas sexuales de los personajes, al voyerismo, la fantasía, el adulterio. Éste debió ser un drama erótico, pero olvidaba yo que a Hollywood no le gusta darle espacio a una discusión seria, adulta, sobre la sexualidad.
Al final, el filme se convierte en un melodrama baladí, predecible antes de la última media hora de metraje. Es más, la resolución llega a ser tan obvia que, si La chica del tren quería hacer algún comentario sobre la violencia doméstica y el femicidio, pues debió tratar estos temas directamente, sin andarse con los rodeos de un cuento de misterio, y, no obstante, sin renunciar a ser un thriller. Menos es más.
Y otro elemento desconcertante es la forma en que Rachel se denomina a sí misma en la narración en off: <>. <>, dice. ¿En serio, eres una chica? Rachel, eres una MUJER treintañera, madura e independiente. No eres una CHICA. Supongo que ésta es la manera que tienen las mujeres adultas en el cine de llamarse a sí mismas. Imaginemos que la película llevase por título La mujer del tren: el público pensaría que la protagonista es una vieja decrépita y no querrían verla, haciendo perder al estudio millones de dólares en taquilla. Luego, los productores proponen: Reemplacemos <> por >, ¡qué importa que el público se sienta cómodo en su inmadurez!, tenemos un taquillazo.
Lo único que lo cohesiona todo aquí es la sobresaliente actuación de Emily Blunt. Pienso que podríamos considerarla candidata al Óscar, si el filme hubiese sido mucho mejor, pues dudo que obtenga la nominación. Blunt se sobrepone a diálogos inverosímiles y se granjea nuestra empatía.
Nos compadecemos por todo lo que le pasa a Rachel, y queremos que salga adelante, al mismo tiempo que se cierne sobre ella una sospecha permanente. Rachel es una víctima, mas al saberse sospechosa, se vuelve el único personaje interesante (y el más inteligente de todos) y capaz de acceder a las pistas del crimen.
Blunt es la virtud de una película que sabe al dedillo cómo provocar a la audiencia y cómo presentarse de una manera atractiva, pero que no sabe qué decir ni cómo decirlo.