Cultura y Espectáculos

Sean todos bienvenidos a La fiesta de las salchichas

En un año en que Hollywood no nos ha entregado muy buenas producciones, La fiesta de las salchichas es una comedia animada para adultos, de gran originalidad y una inusitada mezcla entre chistes vulgares y transgresión literaria, que satiriza a Disney, Pixar y los supermercados.

Por: Diario Concepción 02 de Noviembre 2016
Fotografía: imagenPrincipal-1654.jpg

En un año en que Hollywood no nos ha entregado muy buenas producciones, La fiesta de las salchichas es una comedia animada para adultos, de gran originalidad y una inusitada mezcla entre chistes vulgares y transgresión literaria, que satiriza a Disney, Pixar y los supermercados.
 

Esteban Andaur
Contacto@diarioconcepcion.cl

La fiesta de las salchichas (2016) es una de esas raras películas que todos imaginan y que muy pocos realizan, una comedia grosera que consigue encontrar el equilibrio entre el chiste inteligente y la transgresión literaria. Es como Rebelión en la granja, pero refaccionada como una comedia de Judd Apatow, productor que estuvo a cargo de la primera etapa de desarrollo del proyecto.

El filme cuenta la historia de un supermercado y los productos que <> ahí, inanimados, inertes para el consumidor común (seres humanos) , a quienes los productos llaman <>. No es que los productos cobren vida en la noche o cuando la gente no los ve; sino que viven todo el tiempo en una <>, a la que los <> tienen acceso sólo cuando se inyectan sales de baño a la vena.

Frank (Seth Rogen), una salchicha y Brenda (Kristen Wiig), un pan, están enamorados y esperan que los lleven juntos (compren) al Más Allá, o sea, afuera del supermercado. Sin embargo, no saben que los Dioses son malos y se los comen a todos en sus casas.

¿Descubrirán ellos y sus amigos la verdad antes de que sean elegidos por los Dioses? Y de ser así, ¿los enfrentarán?

Sí, todo es muy extraño aquí, pero es parte de la sátira, que está al servicio de propósitos inusitadamente intelectuales para una comedia vulgar.

Y es que el filme es más que un montón de chistes asquerosos y efectivos; se atreve a pedirle al público que tenga la mente bien abierta para acceder a las sutilezas de esta extravagancia animada.

Al adoptar una narración <>, el filme se convierte en una alegoría del mundo <>, en que vivimos subyugados a reprimir nuestras pulsiones por miedo al castigo de los <>, el libertinaje que se vive en grupos sociales minoritarios, marginados, y el libertinaje global que sucede cuando los mandamientos de los dioses son transgredidos de manera pública, y celebrados.

Hay una subversión política tan evidente aquí, que uno se pregunta si la película es, aparte de un gran entretenimiento, una verdadera provocación, un llamamiento a deshacerse de toda convención.

Aunque también se podría argüir que el relato es una alegoría platónica. El mito de la caverna también es aparente en La fiesta de las salchichas, cuando alguien que ha salido de la caverna y descubierto la verdad, regresa a advertirles a los demás que han estado viviendo una mentira todo el tiempo, y ve su reputación cuestionada y mermada, igualmente que sus relaciones personales.

El humor es muy transgresor, es extremo, y demuestra las cosas que no se pueden hacer en comedias con <>. También demuestra que la sensibilidad detrás del filme es bien nerda.

No obstante, la sátira no se detiene ahí. La película tiene secciones musicales, las cuales están compuestas por nada ni nada menos que Alan Menken, múltiple ganador del Óscar por las bandas sonoras de las películas más emblemáticas de Walt Disney de la década de los 90, y que se ha granjeado un par de nominaciones más en años recientes. El aspecto musical funciona como en South Park: Bigger, Longer & Uncut (1999); La fiesta de las salchichas la ha superado como la película de animación adulta más taquillera de todos los tiempos. (Quizá, al igual que el filme del ‘99, éste será nominado a los Óscar por una de sus canciones.)

Y el <> a Disney se extiende, además, a los guantes y zapatos que los alimentos y otros productos del súper llevan en sus extremidades.

Encima, una salchicha sale al Más Allá e intenta regresar al supermercado, historia secundaria estilo Pixar.

Todo lo anterior hace de La fiesta de las salchichas una especie de Toy Story (1995) adulta, y ambientada en un supermercado.

El filme funciona muy bien, y posee un toque de delicadeza en las escenas en que se muestra a los Dioses comprando, con colores deslavados, y aquéllas en que los productos <> en su propia dimensión, donde los colores se saturan.

Lo que no funcionó muy bien para mí, fue la escena final. Sugiere la posibilidad de un metarrelato dentro de la película. Es una escena bien elaborada, graciosa como todo lo que la ha precedido en el filme, e ingeniosa también. Sin embargo, el metarrelato anula, en cierto sentido, la revolución alimentaria dentro de la película. Esa ácida y más o menos urgente crítica social se ve diluida. Lo que la película necesita para terminar no es <>, sino una declaración, la cual La fiesta habría conseguido de haber terminado en la escena anterior. No habría sido un final abrupto, sino uno que habría asumido su espíritu revolucionario. El final que tiene, en cambio, pareciera pedirle disculpas al público.

Pero como el humor de esta última escena funciona, pasa casi inadvertido. Aunque sigue ahí.

En un año en que Hollywood no nos ha entregado muy buenas producciones, La fiesta de las salchichas es una brisa fresca, una película de gran originalidad.

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