Cultura y Espectáculos

La mejor ficción chilena de 2016: Aquí no ha pasado nada

La controvertida película del chillanejo Alejandro Fernández Almendras, que en los créditos aparece como AFA, se exhibirá el próximo miércoles 28 de septiembre en Balmaceda Arte Joven, a las 18.30 hrs. El evento es imperdible.

Por: Diario Concepción 18 de Septiembre 2016
Fotografía: imagenPrincipal-2825.jpg

La controvertida película del chillanejo Alejandro Fernández Almendras, que en los créditos aparece como AFA, se exhibirá el próximo miércoles 28 de septiembre en Balmaceda Arte Joven, a las 18.30 hrs. El evento es imperdible.

 

Esteban Andaur
Contacto@diarioconcepcion.cl

La cámara en Aquí no ha pasado nada (2016) tiene una singular predilección por las tomas continuas. La película comienza en la habitación de Vicente, interpretado por Agustín Silva (conocido por ser el frecuente actor secundario en las películas de su hermano, el director Sebastián Silva). Vicente se levanta de la cama y recorre su casa, inmueble amplio y de una arquitectura moderna. Es claro que el joven viene de una familia acomodada. La cámara sigue a Vicente hasta que sale de la casa y se sube a su auto en dirección a la playa. (La secuencia de créditos iniciales es de un estilo afín al de un comercial de cerveza.) Allí conoce a una pareja de mujeres que lo invitan a su casa.

El carrete empieza entonces, y los cortes sólo ocurren entre tomas continuas de exteriores e interiores, con la cámara siempre siguiendo a Vicente. En medio de la exploración sexual, y los excesos con las drogas y el alcohol, somos testigos de todo lo que acontece esa noche. La película es fascinante en estas escenas, y es crucial que veamos los detalles de este desarrollo preliminar, para entender las contradicciones que emergerán en el proceso de Vicente, tras devenir la fiesta en una tragedia.

Cuando Vicente va en la camioneta de su amigo Manuel Larrea, éste atropella a un pescador. El único pasajero que no lo advierte es Vicente, quien va tan borracho que ni se baja del vehículo. Pronto, será inculpado del asesinato del pescador, y tendrá que defenderse de algo que no cometió y que, encima, no recuerda.

Sabemos que Manuel Larrea es el culpable, y es en este detalle que la película demuestra su tremenda inteligencia al abordar la trama. Porque el relato no cae en el típico prosaísmo de un drama legal, donde el falso acusado trata de demostrar su inocencia. En Aquí no ha pasado nada, el filme nos pregunta si la culpabilidad es realmente importante para Vicente, o sólo le interesa salir libre de todo cargo. Y en ese sentido, ¿es menos malo que el chico Larrea?

Larrea proviene de una familia importante en la política nacional, y cuentan con todo el dinero y el poder para inculpar a Vicente y, así, Manuel no manche el apellido familiar. Las iniciales de Manuel Larrea coinciden con las de Martín Larraín, en cuyo caso judicial se basa el filme, dotándolo de una fina y sofisticada sátira. Mas ésta no abruma el desarrollo ni los cuestionamientos que plantea la película. El director chillanejo Alejandro Fernández Almendras, quien aparece en los créditos como AFA, es un narrador muy en control de su estilo y su mensaje como para caer en vicios burdos. Su visión es clara, aguda: el personaje de Vicente es una herramienta narrativa que AFA usa para ponernos a distancia del caso Larraín, y evocarlo con objetividad, incluso compasión.

Vicente es un gran paso para Agustín Silva. En las películas de su hermano, sus personajes nunca contaban con mucho desarrollo, y aún así, el actor conseguía sugerir dimensiones más profundas para cada una de sus interpretaciones. Aquí no ha pasado nada es la constatación de una gran sensibilidad. Vicente irradia un insospechado carisma, pese a lo detestable que pueda ser a veces, y a que está lleno de contradicciones. Es bastante adulto para viajar por el mundo e instigar a todos en las fiestas a beber tanto como él; pero cuando tiene que enfrentar a la justicia, llama a mami y papi.

Estas contradicciones emergen con naturalidad en este mundo elitista, según lo presenta el filme. Cuando tus padres te proveen todo aquello que pueda garantizar tu educación y tu ocio, ¿es posible desarrollar algún sentido de responsabilidad moral? Cuando posees el poder para evadir a la justicia, ¿te darías el tiempo de detenerte y reconocer que existe un otro que merece tu respeto? En esta vida no hay imaginación ni aventuras, ni pasión por nada. Es un universo cruel lleno de gente que se resiste a amar, sentir dolor, y a que la sociedad cambie. ¿Existe algún propósito en ellos?

Otra característica del elegante trabajo de fotografía de Inti Briones, frecuente colaborador de AFA, es que mantiene la cámara levemente por encima de las cabezas de los personajes; como al nivel del techo de un vehículo promedio, me imagino, o de la camioneta de Manuel. Esto enfatiza la atmósfera opresiva del relato, y los espectadores, incluso antes de que la historia llegue a su resolución legal, ya nos sentimos encerrados en un futuro de escasa proyección para el personaje principal, con composiciones bellas y simétricas, pero ominosas en su empleo de sombras profundas, envolventes. Por ende, los cuadros no son paisajísticos, adquiriendo un fuerte carácter cívico.

Hay una escena en que Vicente y su padrastro, un abogado, caminan por una calle hablando sobre el caso. Se detienen, como por casualidad, delante de un grafiti referente al Golpe del ‘73, el cual no es advertido por los personajes. Sin embargo, no es casualidad. En esto, como también en una canción de Ana Tijoux que Vicente escucha en su auto dos veces, es el director quien toma parte activa dentro del relato y, a través de sus elementos, nos sugiere los probables orígenes de la impunidad general en nuestra política. (Martín Larraín es hijo de Carlos Larraín, político de derecha entusiasta del régimen de Pinochet.) O, al menos, es un sentir popular que AFA respeta e integra a su filme.

La escena final es similar en planos y estructura a la escena inicial; mas, sutilmente, frustra las expectativas de una narración convencional. En su lugar, AFA nos entrega algo desolador, una controversia de una humanidad horrorosa. Aquí no ha pasado nada es la mejor ficción chilena en lo que va del año, y AFA es un cineasta al que se le debe prestar mayor atención.

 

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