La cartelera ha estado podrida por semanas. Hay cuatro películas que se reparten la taquilla, y no se lo merecen.
La cartelera ha estado podrida por semanas. Hay cuatro películas que se reparten la taquilla, y no se lo merecen.
La leyenda de Tarzán
Otra pobre excusa para hacer dinero. Estoy cansado de tener estas porquerías en la cartelera. Debería haber mayor variedad, más títulos chilenos, latinoamericanos, más anime, más documentales. Existe la posibilidad de que sean igual de malas que las películas comerciales de Hollywood, pero al menos sería otra clase de mala calidad. Ver sólo filmes comerciales me hace sentir estúpido, y no me gusta sentirme así, y no debo ser el único entre el público.
Hablando de la película en sí y no de la actitud comercial que la tiene exhibiéndose en la ciudad, La leyenda de Tarzán (2016) es un nuevo tratamiento de la historia de Tarzán, que ha conseguido traspasar la barrera literaria para convertirse en una verdadera leyenda. Sin embargo, este filme tiene poco de legendario, mitológico, místico, único, inteligente… En fin, es difícil de querer. Pero es un efectivo ejercicio en exhibicionismo, uno de los principales estímulos que el cine de mall tiene que ofrecernos. Los actores principales nos muestran sin pudor sus cuerpos tonificados, mojados, sucios, semidesnudos. Aunque las imágenes destilen cierta belleza, el filme se trata de estos cuerpos. Predominan en los afiches, tráilers, fotogramas liberados a la prensa. Muchos irán a verla por esto. ¿Debería haber otra razón? A decir verdad, no hay otra (aunque intentes encontrarla).
Los ilusionistas 2
Nadie nunca pidió una secuela para Los ilusionistas (2013). El primer filme tenía buenos actores, era entretenido, pero era muy enredado y tenía un trasfondo emocional que no sé si era del todo verosímil, pero conseguía explicar casi toda la maraña mágica.
¿A quién se le ocurrió que queríamos más?
Esta segunda película encuentra a los Cuatro Jinetes reformados, con una adición femenina en el personaje de Lizzy Caplan. Su papel es divertido y es el más descarado del filme. Aunque la mejor interpretación le corresponde a Woody Harrelson como los gemelos McKinney. Aquí se sabe que su personaje de la primera película tiene un gemelo malvado, extravagante y tan malo que es difícil creer que estos dos sean hermanos. Ver a Harrelson ejecutar un papel doble tan hábilmente, es lo mejor del filme.
El gemelo malvado trabaja para una organización criminal cuyo líder es Daniel Radcliffe, y ésta trata de encontrar un chip que permite acceder a todos los aparatos electrónicos del mundo. Para esto recluta a los cuatro magos, quienes aceptan la oferta bajo amenaza de muerte, para salir rápido del asunto.
Bueno, no diré mucho más de la trama. Ya he revelado bastante, y es tan insustancial que no debí molestarme. Sólo diré que las cosas se enredan aún más que la vez anterior.
Hay una escena que me gustó mucho, cuando los Jinetes son registrados por guardias y tratan de esconder el chip pasándoselo inadvertidamente entre ellos. Es demasiado inverosímil y gratuita, pero cautiva en lo complejo de su elaboración y es bien graciosa.
El resto del filme son personajes malos que se vuelven buenos de la noche a la mañana, sin ningún tipo de transición; personajes irrelevantes del primer filme reciclados como villanos; redenciones que nadie necesita; escaso desarrollo de personajes y un relato hambriento de importancia. Es una excusa barata para vender entradas. Y que Michael Caine y Morgan Freeman se presten para trabajar en esto debería darles vergüenza en vez de renovado reconocimiento.
Los ilusionistas 2, atiborrada de elaborados trucos de magia, termina sin una resolución clara, quizá para justificar una tercera parte. No, por favor. ¡Por favor!
Warcraft
Mucho se ha dicho de que esta es la peor película de lo que va del año. La verdad, no quise informarme mucho al respecto. Cuando un filme llega a la cartelera con un peso tan negativo sobre sus hombros, trato de ser generoso y entrar al cine con la mente más abierta posible.
Pero, ¿sabes? Warcraft (2016), basada en la popular serie de videojuegos, no es buena. Tiene méritos en lo visual, pero lo que uno busca cuando ve una película es una buena historia, lo demás es accesorio. Y la narración está llena de problemas.
Una de las virtudes de Warcraft es que empieza con un momento de gran asombro, cuando los orcos de no sé qué mundo o planeta, cruzan un umbral verde que los conduce al mundo de los humanos. Al parecer, por lo que recuerdo haber entendido, su mundo estaba demasiado infectado de la magia Vil, una especie de humo verde y que los vuelve a todos, valga la redundancia, viles. Y a algunos verdes. El planeta o mundo de los humanos se llama Azeroth.
Es entonces cuando una guerra entre humanos y orcos se desata. Con humanos siendo infectados por la cosa Vil, y orcos oponiéndose al uso de ésta y aliándose con los humanos, y así sucesivamente.
En otras palabras, el desarrollo de la trama es cliché, y por lo tanto, no hallé mucha entretención en el asunto, aparte de, como dije más arriba, del placer estético de escenas complejas en efectos visuales, que sí me deslumbraron.
La partitura musical de Ramin Djawadi, compositor de series y filmes de fantasía y ciencia ficción, es correcta y algo memorable, aunque encontré que a veces sobraba. El diseño de vestuario es, por una parte, obvio, y por otra, extravagante. Y la escenografía, cargada al CGI, es todo un gusto a los ojos.
Hay una escena que evidencia el principal problema del filme: el montaje. En una escena en que orcos y humanos se enfrentan en un valle, y desde una cima próxima, el guardián Medivh (no entendí qué era lo que <>, pero imagino que era importante), lanza rayos azules para separarlos y evitar el enfrentamiento. Aquí está el error: el montaje nos ofrece un plano detalle de los rayos, donde estos llenan el cuadro. Pero no necesitamos verlos de cerca para <> qué son; necesitamos ver el perímetro que delimitará la acción. Lo deducimos, pero sólo minutos después, y esto no debe pasar nunca en ninguna película.
Quizá si Blizzard Entertainment hubiera permitido al director Duncan Jones ocupar alargar el metraje, para añadir más escenas que nos explicaran mejor quiénes son los personajes, los cargos que ocupan en sus mundos y cuáles son éstos, la película tal vez no sería grandiosa, pero sí inteligible. Y contrario a lo que algunos piensan, este no es el fin de la carrera de Jones ni nada similar. No, sir.
Cuando vi Warcraft en el cine, la sala no estaba llena, pero la gente ahí eran todos fans de los videojuegos. Me di cuenta porque a medida que avanzaba la película, solían decir los diálogos en conjunto con los personajes. Como buenos fans, seguro que la habían visto muchas veces, ya sea en el cine o descargada. Pero cuando terminó, ninguno apludió. No puedo culparlos. Ahora bien, ¿es ésta la peor del año? No creo, y el 2016 aún no termina.
Yo antes de ti
Desde que Emilia Clarke se hizo famosa por su rol de Khaleesi en la serie de HBO Game Of Thrones (2011- presente), ha estado tratando de hacerse un lugar en el cine. La actriz con ojos de princesa Disney, ya lo hizo con Terminator Génesis (2015), y digamos que no le fue muy bien. Ahora nos entrega otro protagónico en Yo antes de ti (2016), un mejor intento que el anterior, pero que se convierte en algo muy extraño hacia el final.
Ella interpreta a Louisa Clark, una joven inglesa que se queda cesante y para ayudar a su familia, acepta un trabajo como cuidadora de un hombre parapléjico que vive en un castillo cerca de su casa. Sí, estas coincidencias pueden existir, pero aún así suena como si le hubieran instalado a la fuerza un castillo a la vuelta de la esquina, para que Louisa viviera un cuento de hadas por todas las muchachas del público que, boohoo, no son tan afortunadas como ella y tienen que ir al cine a realizar sus sueños.
El hombre en silla de ruedas se llama Will Traynor, interpretado por Sam Claflin. Suele estar malhumorado y no habla con mucha gente, y pronto Louisa se entera de que ha intentado suicidarse varias veces. Sin embargo, ella no se deja amedrentar por su mal ánimo y trato áspero e insiste en cuidarlo y acompañarlo en su soledad, alegrándolo, además, con su extravagante sentido de la moda y bromas infantiles. Se enamoran, como es obvio.
Pero no es tan empalagoso como suena, al menos, no enseguida. Los actores son naturales al entregar sus diálogos, e insuflan a sus personajes de una vitalidad romántica que creemos en su incipiente amor. Encima, el encanto tipo Disney de Clarke se equilibra bien con el semblante principesco de Claflin, quien me recordó a Christopher Reeve. Este es un cuento de hadas.
Oh, pero Louisa ya tiene novio. He aquí el problema. El novio es un corredor profesional, y los pasatiempos que prepara para Louisa y él tienen que ver siempre con su especialidad deportiva. Ella está aburrida de él, y aunque empieza a desarrollar sentimientos más profundos por Will y su relación se vuelve más seria, Louisa no termina nunca con su novio. O sea, le es infiel, y no le importa, y tampoco cuando él la descubre. Si la película tuviera una escena en que los dos terminaran, así como luego de que él la increpa al respecto, yo podría creer que ella es una buena persona que se sólo confundió.
Pero nada de eso sucede. Tengo que entender que es una mujer miserable. El filme pretende que la acepte sólo porque es infantil y simpática, cuando, finalmente, es muy extraña. Es por este detalle, que es un detalle gigante, que la película se autoboicotea y no funciona del todo. ¿Tengo que apoyar a una mujer así, que no quiere perder ni pan ni pedazo? Puede ser complejo para ella, pero es demasiado romántica para que no se la juegue por quien realmente ama (Will), y deje al otro tipo, por el bien mental de ambos.
El otro detalle que no me dejó indiferente fue el deseo de Will de practicarse la eutanasia en Suiza, ya que no soporta vivir sin poder valerse por sí solo, y a pesar de haber enamorado a Louisa, quien conocía sus intenciones. Al final, él le deja una nota cuyas últimas palabras son un estímulo a que ella <>, o algo así. ¿En serio? ¿Y por qué Will no se dijo eso a sí mismo también?
Estos personajes no saben lo que quieren. Están tan ensimismados en su dolor personal, que buscan que la vida les dé en el gusto a toda costa, incluso cuando significa lastimar a sus seres queridos y a sí mismos. Son egoístas, y cuando dos personajes así se <>, no puedo creer en un amor en el que es imposible expresar generosidad y verdadero sacificio. Estos personajes son de plástico, y existen para hacer llorar a quienquiera apague su cerebro por las dos horas que dura el filme.
Cualquiera sea el <> de Yo antes de ti, lo veo borroso y no me lo compro, a menos que me olvide de las partes que sirven como su propia refutación.