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Ana Estrada trabaja la tierra en armonía con su preservación

Con técnicas aprendidas desde pequeña, agricultora de Yumbel suma varias décadas de ardua labor en el cultivo de hortalizas. Ella cuida el medioambiente y sus productos son apetecidos por ser “libre de químicos”, al utilizar solo abono orgánico en su crecimiento.

Por: Anibal Torres Durán 19 de Noviembre 2024
Fotografía: Carolina Echagüe

En el sector de Huinanco, comuna de Yumbel, entre lomas teñidas de verde y caminos de tierra, vive Ana Estrada (63), quien, junto a su familia, trabaja día a día en la tierra. Desde pequeña se ha dedicado a la agricultura y, hace tres años, que su labor se convirtió en un emprendimiento familiar, tanto para el propio consumo de su hogar como también para comercializar en la zona.

Cuenta con orgullo que, gracias a esa ardua tarea que realiza con quienes le ayudan, ha logrado sacar cerca de 300 lechugas en un día que provienen de su huerta, tres centenas de un producto orgánico, que es la base de las ensaladas en nuestro país.

“Tengo lechuga, la cebolla, espinaca, acelga, cebollín, pepinos, morrones, ajo, porro, todo lo que es el cilantro, el apio, tipo de verduras”, detalla Ana, al comienzo de su relato, para graficar la variedad de hortalizas que tiene en su terreno.

La tierra donde trabaja muestra dedicación en su trabajo y es que, dentro de los múltiples invernaderos que tiene, el verde es el color predominante entre las verduras que están listas para ser disfrutadas en cualquier casa. Su aroma, color y aspecto son garantías de que es un producto totalmente de origen natural.

-¿Cómo es su rutina de trabajo para obtener este tipo de verduras y frutas en su huerta?

– “Es complicado y requiere de mucho trabajo. A las siete de la mañana ya estamos tomando desayuno, y de inmediato salimos a trabajar la tierra. Después, al mediodía me voy a hacer algo de almuerzo, almorzamos, descansamos un poquito y en la tarde salimos acá otra vez, para poder tener lo que se ve, pues, si no lo hiciéramos, no habría nada”.

Su gran huerta se encuentra en plena colina. Aquello ha requerido un esfuerzo adicional para preparar de buena forma el terreno y también la ha llevado a nuevos métodos de cultivo, como lo es la elaboración de “terrazas” para sembrar.

Un punto que enfatiza Ana es que, si bien ha comenzado a producir hortalizas en mayores cantidades, para comercializar, hace tres años, su vida siempre ha estado ligada a la agricultura, desde que salía cultivar junto con su madre cuando ella era una niña.

“Cultivamos el cebollín, que uno le decía simplemente cebolla en ese tiempo. También teníamos tomates, todo lo que era más el ají, pero la arveja, el trigo, toda la lenteja, todas esas cosas, pero sembrando de forma simple. Después, con el pasar de los años, nos dedicamos solamente en los invernaderos. Pero toda la vida hemos estado en el campo, produciendo, trabajando la tierra”, cuenta, respecto de la herencia que le entregó su madre sobre cultivar la tierra y vivir de ella.

“Desde chiquitita nosotros anduvimos con ella, a la siga de ella, y aprendimos a hacer todo”, añadió con un timbre de voz entrecortado.
En base a esos mismos recuerdos es que para Ana es fundamental cuidar la tierra y el medioambiente. En esa línea, la agricultora, en su huerta, hace uso de fertilizantes orgánicos para no contaminar sus cultivos. “Empezamos trabajando con la tierra de hoja, con los abonos. Ahora ya usamos fertilizantes, con guano y todas esas cosas. Le damos dedicación y cuidado a la tierra, ya está en nuestra rutina. No queremos contaminar”, puntualizó.

-¿Qué es lo que más se necesita para dedicarse a la agricultura con enfoque sustentable?

– “Mucho tiempo. Mucho tiempo, como digo, porque hay que dedicarse todos los días. Una tiene que estar dedicada a la tierra, las plantas, sobre todo ahora mismo con el tiempo del verano, por el calor, hay que estar más atenta a los riegos, todas esas cosas”, señaló.

Además, la agricultora complementó que “eso es lo que más tratamos de evitar, porque sin los productos químicos va como más limpiecita la verdura, sin esos fertilizantes. Así que nosotros, como digo, tratamos de hacer lo más sano que se pueda vender, para que vaya más natural la verdura y a la mesa de cada cliente. Que todo esté libre de químicos”.

– En un principio, ¿aquello costó?

– “De primera costó bastante, pero ya después que uno ya le llevó el ritmo, ya se hace un poco más fácil. Y aquello se ve también en la producción que se va obteniendo, construyendo también los espacios necesarios como los invernaderos. Yo empecé con uno pequeñito y ahora ya están los invernaderos inmensos”.

Ana reconoce que, para trabajar en los cultivos, además de trabajo y dedicación, también se requiere una inversión en temas de infraestructura para huertas. Aquello también se ve reflejado en su hogar con los cinco invernaderos que tiene y con las terrazas que ha construido para poder sembrar y cosechar en la colina en la que se encuentra su terreno.

De la misma forma, una de las preocupaciones que tiene la yumbelina es que la agricultura, como actividad, pueda desaparecer. Esto lo ha visto en que muy pocos vecinos se dedican a los cultivos y también con el aumento de “segundas viviendas” en el sector.

Al respecto, la agricultora angelina dijo que “acá en Huinanco son pocas las personas o vecinos que se dedican a esto, ya, prácticamente, están buscándole otro destino a su tierra que no sea que no sea la agricultura. Falta esa costumbre que hace que nos dediquemos más a esto. Se ha ido perdiendo mucho esto de cultivar”.

La comercialización es otro aspecto clave del trabajo que lleva a cabo Ana con su familia. Su alta producción de verduras y frutas se vende en distintos puntos de la Región, principalmente en comunas colindantes con Yumbel. Es así como sus productos se venden en Cabrero, Hualqui, Concepción, entre otros lugares, y además ha desarrollado un sistema de envíos a otras comunas con la ayuda de su hijo.
Además, puntualmente en Cabrero cuenta con un lugar establecido donde vende sus hortalizas.

No obstante, la agricultora aclara que la actividad a la que se dedica no está exenta de problemas. El acceso al agua, recurso sumamente importante para que la tierra pueda producir hortalizas, es una de las complicaciones que enfrentan en Yumbel.

“Con el tema del agua a nosotros nos cuesta un poco más, porque en el terreno de nosotros hay agua, pero no en abundancia, por lo cual hemos tenido que explorar distintos mecanismos”, contó Ana, agregando que “hemos tenido que emplear el riego a goteo, lo que también ha significado una inversión grande. De primera uno podía estar días enteros regando así nomás, con manguera. Con el riego a goteo se hace un uso eficiente del agua”.

Al recorrer la huerta de la yumbelina, se puede notar que trata de sacar el máximo provecho de su suelo, ya que son pocos los espacios donde no hay plantaciones, esto a pesar de encontrarse en plena colina. Asimismo, según comenta la agricultora, a medida que va cosechando va plantando inmediatamente otra especie. “La tierra se trabaja y se cuida durante todo el año”, afirmó.

Igualmente, Ana hace la precisión de que durante el invierno el proceso de producción puede ser un poco más lento.

En otro punto en el que se detuvo la agricultora es en la ayuda que le ha proporcionado su familia. En compañía de su marido, su hijo y su nuera, cuenta Ana, ha podido hacer crecer su huerta y también ha podido innovar en distintas áreas, como en el caso de la agricultura sustentable.

Ana siente un profundo arraigo con la actividad, porque “es mi rutina, es como lo que me da vida a mí prácticamente. A veces vengo a mi huerta y me olvido de todo. Esto es algo con lo que me siento conforme, con todo lo que se está haciendo”.

Asimismo, y en base a su experiencia, para ella resulta extraño que cada vez existan menos agricultoras y agricultores y sostuvo que “hay harta gente que ha dejado esta actividad. Somos pocos, en este sector, los que vivimos de la tierra. Se ha perdido mucho”. Una de las causas que también identifica Ana es que también ya no se enseña a las nuevas generaciones la importancia de la agricultura para la alimentación de las comunidades.

Lo último, asegura la agricultora yumbelina, la ha motivado a seguir aprendiendo nuevas técnicas y conocimientos para utilizar en su huerta. De hecho, aquello la llevó a emplear terrazas para cultivar en la colina e indicó que “voy adquiriendo cosas nuevas. Y se están haciendo cosas que antiguamente no se hacían. Como las terrazas que tenemos para cultivar en altura, además los invernaderos tampoco se veían antes”.

En ese mismo deseo de que no se acaben las prácticas de agricultura sustentable, es que uno de los objetivos que tiene Ana junto con su familia es que el terreno donde tiene todos sus cultivos se transforme en un campo demostrativo, donde la comunidad, como por ejemplo escuelas, puedan ir a aprender a trabajar la tierra y así conocer lo valioso de la actividad con un resguardo del medio ambiente.

Participación femenina

A raíz de la historia de esfuerzo de Ana, vale recordar que, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, “la participación de la mujer en la fuerza de trabajo agrícola varía entre 20% en América Latina y 50% o más en ciertas partes de África y Asia”. Lo cual, claramente, da cuenta de la desigualdad de género que se vive en esta parte del mundo y Chile, claramente, no escapa a esta realidad.

De acuerdo con el documento de la misma entidad llamado “La situación de las mujeres en los ecosistemas agroalimentarios”, estos, además de ser una importante fuente de empleo para las mujeres en el mundo, en muchos países constituyen una fuente de sustento más importante para estas que para los hombres. “Así pues, empoderar a las mujeres y cerrar la brecha de género en los sistemas agroalimentarios mejora el bienestar de las mujeres y sus hogares, lo cual significa reducir el hambre, impulsar la generación de ingresos y fortalecer la resiliencia”, enfatiza.

Las mujeres de los hogares agrícolas siguen estando en una situación de considerable desventaja en cuanto a la propiedad de la tierra en comparación con los hombres; en la mitad de los países que han informado sobre el indicador 5.a.2 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible apenas hay protección legal para los derechos de las mujeres sobre la tierra.

Respecto de qué hacer a futuro para mejorar dicho panorama de inequidad, se señala en que la reducción de las desigualdades de género en los medios de vida, el acceso a los recursos y la resiliencia en los sistemas agroalimentarios es un paso decisivo para avanzar en la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, así como hacía unos sistemas agroalimentarios más equitativos y sostenibles. Asegura, la misma entidad que, estas mejoras se pueden lograr si existen unas condiciones propicias y si las intervenciones están adecuadamente formuladas para abordar los desafíos multidimensionales e interrelacionados a los que se enfrentan mujeres y hombres.

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