En un contexto de crisis climática, en que la naturaleza requiere trato deferente, agricultora cañetina desarrolla una labor amigable con el medioambiente, la cual es apreciada por quienes adquieren sus productos.
En Llenquehue, una localidad de Cañete ubicada a unos 10 minutos del centro de la comuna de la Provincia de Arauco, se encuentra la casa de Marta Sonia Rivas (60), quien se ha dedicado por más de 20 años a trabajar en hortalizas, en un huerto, en un espacio que le ha permitido sustentar a su familia.
Pero, para ella no solo se trata de obtener ganancia desde la tierra, sino que también de preservación. Existe un vínculo virtuoso, donde la protección de la naturaleza es clave, sobre todo, cuando existe una crisis climática y Marta Rivas lo sabe. Sus técnicas de cultivo son amigables con el medioambiente, algo que, sin duda, es valorado por quienes adquieren sus productos orgánicos o “libres de químicos”.
Su hogar, que se puede visibilizar desde la carretera decora con colores el verde predominante de aquel sector que sólo está rodeado por caminos. “Llámeme Sonia” es lo primero que dice a todos quienes la visitan, desde familiares, vecinos y clientes. Y es que sus productos tienen una alta popularidad en Cañete, entre las personas que le compran de forma directa y los que los adquieren para vender en las ferias o mercados.
Con una extraordinaria calidez, Marta abre las puertas de su hogar, mostrando su jardín y sus espacios de trabajo. “Cuando me casé -2001-, nos trasladamos aquí y empezamos a huertear, a trabajar en verduras. Hago trigo y avena, en un pedacito de tierra que tengo. Además, hay un invernadero dedicado por completo a las verduras. Cultivo lechuga, poro, ajo, cilantro, perejil y también repollo”, contó al iniciar el relato de su labor.
Lo que se puede ver en ese espacio cerrado, protegido con una estructura de nylon, no se encuentra en cualquier parte. Las vegas y mercados de las ciudades ni se acercan al olor de las verduras brotando desde la tierra adecuadamente tratada ya listas para ser cortadas y ofrecidas a quien las desee. Cuesta no transformarse en uno de sus clientes, ya que sólo el verde y el rojo de sus verduras hipnotizan.
Una característica fundamental de la labor de Marta es que, de acuerdo con lo que le vayan pidiendo sus clientes, va variando las verduras que ofrece. “Hago lo que la gente me pide. Si la gente me dice que necesita ají, yo planto ají”.
De la misma forma, para graficar cómo trabaja, Marta explicó que “tenía mucha acelga y nadie me compró acelga, así que se las di a las gallinas y ahí hice otro huerto de otras cosas que la gente me pidió. Ahora que no tengo acelga, la gente viene a pedirme acelga”, relató entre risas.
– ¿Lo que produce en hortalizas, y que posteriormente vende, va variando durante el año?
“A veces llego de lechuga el invernadero completo. Después voy vendiendo y ahí voy plantando. En un espacio terminé de plantar poro y pongo cilantro. A medida que verduras, vuelvo a plantar una nueva. Si en un espacio sembré lechuga, ahora le corresponde cilantro, y después de que tuve cilantro, corresponde a los tomates. Así uno va dando vueltas. Esto es porque uno no puede plantar dos veces lo mismo. Si usted siembra dos veces lo mismo, el primero es bueno, el segundo ya viene más chico y el tercero ya no le sirve”, explicó detalladamente Marta.
Consultada sobre las dificultades que existen en la horticultura, Marta respondió con sencillez y manifestó que “de primera cuesta un poquito, pero después que una la pilla se va uno adaptando rápido”.
Igualmente, ella precisa que requiere de un constante estudio para ir conociendo qué cosas se deben ocupar, de qué forma se deben ocupar, para que el arduo trabajo que requieren las hortalizas comience a dar resultados.
“Al principio cuesta un poquito, pero después que la matita crece, después se ve bonito. Uno ocupa mucho tiempo, pero después viene el fruto, las ganancias, que a uno le llega a dar gusto, uno mira y es feliz. Lo bueno es que también cuento con la ayuda de mi familia. Me ayudan en picar y todo eso, en plantar no mucho, pero yo feliz con que me ayuden a cultivar un poco la tierra”, expresó.
“Una ve una planta un poquito y después se va entusiasmando y quiere otro pedacito más, otro más, otro más y así le va le gustar cada día más uno”, añadió.
Algo que destaca mucho, es la relación con sus clientes. Es ahí que cuenta con orgullo como, en un sólo día, vendió más de 100 lechugas, entre personas que le compran frecuentemente y algunas que le compraron por primera vez. Asimismo, recalcó que los productos que más vende son el poro, el cilantro y la ya mencionada lechuga.
Otra cosa que caracteriza el trabajo de Marta en su invernadero, y la posterior venta de sus productos, es la forma en que se los entrega a sus clientes. “Toda la gente se va contenta. Porque lo que les gusta a ellos es que uno les corte la lechuga aquí en el invernadero. Ellos me dicen que la verdura les gusta comprarme a mí porque corto aquí mismo en el invernadero. Quedan contentos”.
En una publicación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), del 18 de marzo de 2024, denominada “Durante siglos hemos saqueado nuestro planeta. Ahora pagamos el precio”, la entidad plantea que la contaminación, los desechos y las sustancias químicas provocan unos 14 millones de muertes al año, es decir, en torno a una cuarta parte de la carga mundial de morbilidad. Por ello, agrega la Organización Mundial de la Salud, “el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y la Organización Mundial de Sanidad Animal colaboran en un grupo denominado Alianza Cuatripartita, que tiene por objeto ayudar a los países a adoptar un enfoque de «Una sola salud», reconociendo que las políticas relativas a la salud humana, la sanidad animal, la agricultura y el medio ambiente deben basarse las unas en las otras y reforzarse mutuamente”.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, “la participación de la mujer en la fuerza de trabajo agrícola varía entre 20% en América Latina y 50% o más en ciertas partes de África y Asia”. Lo cual, claramente, da cuenta de la desigualdad de género que se vive en esta parte del mundo y Chile, claramente, no escapa a esta realidad. De acuerdo con el documento de la misma entidad llamado “La situación de las mujeres en los ecosistemas agroalimentarios”, estos, además de ser una importante fuente de empleo para las mujeres en el mundo, en muchos países constituyen una fuente de sustento más importante para estas que para los hombres.
“Empoderar a las mujeres y cerrar la brecha de género en los sistemas agroalimentarios mejora el bienestar de las mujeres y sus hogares, lo cual significa reducir el hambre, impulsar la generación de ingresos y fortalecer la resiliencia”, enfatiza.
Las mujeres de los hogares agrícolas siguen estando en una situación de considerable desventaja en cuanto a la propiedad de la tierra en comparación con los hombres; en la mitad de los países que han informado sobre el indicador 5.a.2 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible apenas hay protección legal para los derechos de las mujeres sobre la tierra.
Respecto de qué hacer a futuro para mejorar dicho panorama de inequidad, se señala en que la reducción de las desigualdades de género en los medios de vida, el acceso a los recursos y la resiliencia en los sistemas agroalimentarios es un paso decisivo para avanzar en la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, así como hacía unos sistemas agroalimentarios más equitativos y sostenibles. Asegura, la misma entidad que, estas mejoras se pueden lograr si existen unas condiciones propicias y si las intervenciones están adecuadamente formuladas para abordar los desafíos multidimensionales e interrelacionados a los que se enfrentan mujeres y hombres.
“Los enfoques transformadores en materia de género ofrecen resultados prometedores a la hora de cambiar las normas discriminatorias en esferas muy diversas. Según los datos disponibles, dichos enfoques resultan eficaces en función de los costos y tienen un gran rendimiento. Sin embargo, es preciso seguir desarrollando medios para aplicarlos a la debida escala. También es fundamental mejorar la productividad y cerrar la brecha relacionada con el acceso a activos y recursos”, se explica en el mismo documento.
La cañetina Marta Rivas es un ejemplo del trabajo de la mujer en agricultura, donde se aplican técnicas adquiridas por experiencia y por aprendizaje. Ella representa el posicionamiento de la mujer en la agricultura en Biobío, en una tierra rebelde, como es la zona de Arauco.
-¿Cómo es su rutina para trabajar en hortalizas?
“Lo primero es regar, si es posible durante la noche, porque el mejor es regar bien tarde o si no en la mañana temprano. Avanzada la tarde trabajo en el invernadero, porque en el día, en esta época, no sirve porque hace mucho calor. Una está casi todo el día, pero por períodos, cuando está fresco. En el invierno no pasa eso, porque usted puede estar todo el día y le dedica bastante tiempo a la hortaliza es que vienen a buscar harto”, señala.
La agricultura sustentable es parte importante del trabajo que realiza Marta en sus hortalizas. Para comenzar a avanzar en esta materia, ella se sumó a proyectos del Programa de Desarrollo Local (Prodesal) y del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (Inia). Sobre su experiencia en agricultura sustentable, detalló que “hemos aprendido harto a trabajar con abonos orgánicos. Hemos aprendido hasta cómo hacer el abono por sistema de “Cámara Alta”, el que funciona como un surco con paja, después se pone todo lo que es verdura u hojas, se agrega posteriormente bocashi -abono fermentados de origen orgánico- y se vuelve a tapar con paja”.
Continuando con su explicación, la agricultora complementó que también ha aprendido a utilizar otros mecanismos de abono orgánico como el supermagro -biofertilizante que contiene microelementos minerales-. A esto también suma la lombricera que tiene en su jardín que produce el humus que utiliza como abono orgánico.
Cabe destacar que estos métodos sustentables que usa Marta ayudan a aumentar la fertilidad de los suelos, además de mejorar sus características en beneficio del adecuado desarrollo de los cultivos. Además, el uso del abono orgánico reduce la cantidad de residuos que se envían a los vertederos, lo que reduce la cantidad de metano y otros gases de efecto invernadero que se emiten a la atmósfera.
Al mismo tiempo, Marta enfatizó que, con el objetivo de avanzar hacia un trabajo más sustentable de la tierra, ella constantemente está en la búsqueda de nuevas formas de estudio y conocimientos para utilizar en la producción de sus verduras. “Siempre estoy buscando videos y me sumo a proyectos donde pueda aprender más, hay algunos donde nos mandan videos para que nosotros hagamos las cosas, como tutoriales. Es mucho mejor porque uno lo va mirando y va haciendo”.