Del apogeo a la crisis: cuatro generaciones de trabajadores de Huachipato trazan su historia
28 de Febrero 2024 | Publicado por: Diario Concepción
Tras el cierre del laminador de barras, empleados que han pasado por sus puertas recuerdan las distintas épocas y contrastan su realidad a lo largo de los años.
Por Gustavo Venegas Soto
Más allá de los desafíos económicos y tecnológicos, Huachipato siempre se ha distinguido por su espíritu de comunidad. A lo largo de los años, la empresa ha sido mucho más que un lugar de trabajo; ha sido un hogar para miles de familias, un centro de actividades culturales, sociales y deportivas.
El legado del acero perdura en cada barrio construido por quienes forjaron gran parte de Talcahuano, especialmente en sectores como Higueras, Huachicoop y Villa San Martín que visten los colores del equipo.
Miles de trabajadores usaron los buses de la compañía para trasladarse a sus instalaciones. Sin embargo, hoy solo circulan pocas máquinas y ninguna se llena: otra evidencia más de la crisis de la usina.
Desde el apogeo hasta el gris de lo actual, cuatro generaciones hablan de la historia de la empresa que ha forjado el acero de Chile durante casi 80 años.
La siderúrgica Huachipato ha sido más que una fuente de empleo durante décadas. Desde los pioneros que levantaron la primera viga en sus inicios en 1950, cuando la Compañía de Aceros del Pacífico (CAP) dio vida a este coloso industrial, hasta los jóvenes trabajadores que enfrentan los desafíos actuales de competir con el acero chino que actualmente es el principal antagonista por los despidos y la incertidumbre sobre el futuro del acero chileno.
Pioneros del acero
Con 94 años, Juan Cisternas Fredes comparte su experiencia como parte integral de la mano de obra de la primera generación que contribuyó a la construcción de la empresa a finales de la década de 1940. En aquel entonces, la planta de Huachipato se enfrentaba a la dura tarea de establecerse en un mercado complejo, pero lo logró y Juan también fue parte de ello.
Nacido en Concepción, comenta que se vinculó con la empresa antes de cumplir la mayoría de edad debido a que no pudo seguir estudiando en aquellos tiempos. Fue parte de la primera generación de trabajadores de Huachipato en donde explica la razón del curioso nombre.
“Era un aserradero, al centro había una laguna con patitos y por eso lo llamaron Huachipato”. (En mapudungun significa “Trampa para aves”)”.
“Trabajé de pañolero construyendo Huachipato”, afirmó.
También hizo referencia a los inicios de la identidad siderúrgica y a la primera población de trabajadores: “Recuerdo la población que solían llamar El Arenal, justo frente a la cárcel y a unas cuadras del mar en Talcahuano. En ese lugar, destacaba una pulpería conocida como ‘Los Martínez’, una de las principales tiendas de la época”.
Durante sus reflexiones, rememoró vívidamente los medios de transporte utilizados por los trabajadores en los albores de la década de 1950. Evoca con detalle cómo, en aquel entonces, los camiones de estilo militar recorrían cada barrio, recogiendo a los obreros para llevarlos a sus labores en Huachipato.
“La empresa nos tenía todo tipo de comodidades, en la pulpería había comestibles, los días de fiesta nos traían cordero. En Arenal había solo un carabinero y todo era muy seguro, era un Chile que no volverá”, comentó con nostalgia.
En los 70, después de casi cuatro décadas dedicadas a Huachipato, encontró su hogar en la Villa San Martín en Talcahuano. Este cambio marcó una transición significativa en su vida, pues dejaba atrás una larga trayectoria laboral para adentrarse en un nuevo capítulo de su historia. En su nueva residencia, quedaba maravillado por la calidad de las construcciones, las cuales, según recordaba, eran testimonio del legado de los norteamericanos que habían dirigido la planta hasta entonces.
Hoy, tras varias décadas, Juan Cisternas lamenta la pérdida de todos sus compañeros. “Ahora todos han partido y soy el último que queda”.
Sobre la situación actual de la usina y sus trabajadores, el exacerero explicó que “cuando uno se siente derrotado, hay que enfrentar los desafíos con más fuerza y alegría. Es la única herramienta que tenemos como seres humanos, y es el camino que Huachipato debe seguir ahora”.
Segunda generación
Entre las crónicas que enriquecen la historia de Huachipato, destaca el relato de un vecino de la popularmente llamada población “Huachicoop”, ahora Villa Las Araucarias. Este barrio, erigido por la empresa en el plano de Talcahuano para sus trabajadores a principios de la década de los 80’, alberga a jubilados como Carlos Peralta, cuyas historias personales reflejan el legado de esta comunidad que actualmente es la principal heredera de la identidad acerera.
“Recuerdo que, en el pasado, se organizaban espectáculos navideños en el exestadio Las Higueras, y todos se reunían para disfrutarlos. Además, en la empresa se hacían carros alegóricos para la fiesta de la primavera, lo que fomentaba la unión entre los trabajadores de diferentes departamentos”, comentó Carlos.
Se unió a las filas de la usina en 1978 y se mudó al vecindario en 1982, desde entonces ha observado una transformación en las generaciones, notando una reducción significativa en el número de residentes originales, “estimo que alrededor del 20% de las personas que viven aquí ya no son huachipatinos o han vendido sus casas”.
“La mayoría de los antiguos trabajadores que ingresaron cuando nosotros lo hicimos ahora están superando los 70 años, y lamentablemente algunos han fallecido aquí mismo en el barrio”, mencionó Carlos Peralta.
Además, cuenta haciendo énfasis en la identidad del sector “echo de menos el ambiente cuando éramos jóvenes y todos nos conocíamos y nos juntábamos. Cuando llegamos aquí, la convivencia era muy cercana y amigable, jugábamos mucho a la pelota”.
Lo anterior, se ve reflejado, además, por la pérdida de empleos, Carlos mencionó que fue despedido en 2014, antes de cumplir los 60 años, debido a necesidades de reestructuración de la empresa, en otra de sus crisis. Además, comenta que ha observado que muchos de sus colegas han enfrentado situaciones similares.
No obstante, también relata de forma positiva que, a pesar de los cambios, lo que mantiene viva la identidad en el barrio es el equipo de fútbol Huachipato. Aunque actualmente ya no pertenece a la empresa y es una sociedad anónima dice que “muchos aquí son hinchas del equipo y llevan con orgullo sus colores”.
De esta misma generación, Juan Yáñez, también vecino de la población Huachicoop, comenta otros aspectos de cuando llegaron a vivir al vecindario siderúrgico. “Desde que llegamos aquí, hemos experimentado muchos cambios significativos”.
Además, con orgullo recordó parte de su trayectoria laboral “trabajé en la industria del acero durante 39 años. Al principio, el trabajo era físicamente exigente, pero con el tiempo, la modernización trajo consigo cambios en las técnicas y la naturaleza de los quehaceres”.
También tuvo palabras para hablar de los habitantes de su barrio, “antes éramos principalmente trabajadores de la misma empresa, pero con el tiempo y el envejecimiento de la población, la actividad laboral ha disminuido y ahora hay una variedad de ocupaciones entre los residentes en donde la mayoría son jubilados y no hay recambio generacional”.
El extrabajador también reflexionó sobre los desafíos actuales que enfrenta la planta, incluida la posibilidad de cierre de la empresa donde trabajó durante muchos años. No obstante, mantuvo una actitud esperanzadora y confiada en que “la comunidad encontrará la manera de seguir adelante, como lo ha hecho en el pasado”.
Tercera generación
En el umbral entre los años dorados y la decadencia actual, Enrique Cortez, de 67 años, representa una generación que se jubiló hace poco más de cinco años. Su experiencia ofrece una visión única de este período de transición en la historia de esta comunidad de trabajadores de la “usina”.
“Mis padres, ambos, trabajaron en Huachipato y yo también comencé a trabajar ahí a los 18 años y me contrataron en 1979”.
Enrique al igual que cada trabajador comentó sobre la principal y tangible herencia que dejó los años dorados de la industria acerera, su población la cual fue la última etapa entregada a principios de los noventa del proyecto habitacional Huachicoop.
Describió cómo la identidad de Huachipato ha cambiado con el tiempo, recordó con nostalgia cómo solían estar llenos los buses que transitaban por los diferentes barrios con trabajadores de Huachipato haciendo un contraste en que “ahora hay menos gente y salen casi vacíos”.
Enrique conserva buenos recuerdos de su tiempo en la empresa y siente un profundo afecto por el equipo de fútbol que sigue manteniendo viva la identidad en la gente y recalcó: “Huachipato tiene mucho para dar y ofrecer a la comunidad”.
Generación vigente
Ricardo Neira, de 42 años, uno de los pocos trabajadores que vive actualmente en “Huachicoop” usando los tradicionales, y hoy medio vacíos, buses, es parte de los vestigios de una comunidad que se niega a desaparecer.
“Recuerdo mi infancia cuando veía pasar los buses frente a mi casa, con mucha gente esperando para ir a trabajar. Sin embargo, hoy en día, solo pasa un bus y ya no se ve tanta gente esperando, ya que la mayoría de los residentes aquí están jubilados”.
Han pasado más de nueve años desde que Ricardo comenzó a trabajar en Huachipato. Explicó que inició su carrera laboral en empresas privadas, pero eventualmente pasó a formar parte de la planta de trabajadores de la empresa, observando en primera persona las últimas transformaciones y crisis que han llevado a la siderúrgica a su situación actual.
Sin embargo, el trabajador enfatizó en que “aunque el ambiente ha disminuido un poco debido a los despidos recientes, tratamos de mantener el espíritu positivo y divertido durante los turnos”.
En cuanto a la situación actual que enfrentan como personal añadió que “es evidente que hay preocupación entre los trabajadores, especialmente los recién contratados, sobre el futuro de Huachipato y el temor a posibles cierres. No obstante, seguimos adelante, tratando de hacer los turnos más llevaderos y manteniendo la esperanza de conservar nuestros puestos de trabajo”.