Se trata de estudiantes que terminaron su Educación Media y rindieron la Paes y que provienen de residencias donde llegaron por decisión de un tribunal como forma de proteger sus derechos.
Jennifer tiene 19 años y ha pasado trece de ellos en un “hogar”, aunque en estricto rigor han sido dos las residencias pertenecientes a la congregación el Buen Pastor en las que estado.
Con su pelo rojo cobrizo y piel blanca, hoy tiene los mismos sueños y preocupaciones que muchos jóvenes que, tras salir de la Educación media, quieren seguir estudiando.
Lo suyo es la hotelería e ingresará a un instituto profesional y quiere tras ello estudiar Traducción de Idiomas, porque entiende que ahí hay un camino que le gustaría recorrer.
Ella es una de los 13 estudiantes que provienen del sistema de protección del Estado y que este año, tras finalizar la Educación Media continuarán sus estudios.
Y es todo un mérito, porque en su minuto y por vía judicial se les instaló en residencias u “hogares”, administrados por distintas instituciones, porque había que protegerlos, ya que sus familias no podían tenerlos o derechamente esas familias eran un peligro para ellos. Por eso, el seremi de Desarrollo Social, Edson Díaz, destacó el esfuerzo realizado.
“Es extremadamente meritorio lo que hoy estamos viendo, que se motiven a seguir estudiando en la educación superior. Tenemos carreras con muy buen campo laboral, entonces eso a nosotros nos llena de satisfacción”, manifestó Díaz.
Querer describir a estos “chiquillos y chiquillas” que intentan continuar su vida de manera normal es difícil, hay distintas historias de vida, marcadas todas por severas crisis familiares, pero al menos no nos equivocamos si decimos que tienen una enorme capacidad de resilencia y de enfrentar su realidad, como lo explicó la propia Jennifer.
“Es que nunca he estado con mi familia, así que no sé lo que se siente tener vínculo con un familiar, porque estoy desde los 6 años en un hogar. Entonces, no extraño eso, porque nunca lo he vivido en realidad”, relató.
Pero lejos de hacer de su situación una tragedia hay quienes prefieren mirar al frente y buscar caminos propios, teniendo claro cuál es su origen, como lo plantea Pedro de 20 años, quien está por iniciar su segundo año de Ingeniería en Conectividad y Redes y vive en un “hogar” de la zona.
“Yo viví una vida como la de muchos cabros que fue como de violencia y de mucho ruido, mucho ruido como que uno está constantemente bajo la tensión de ¿qué puede pasar? ¿Qué no puede pasar? Pero con el tiempo me di cuenta que en mi casa habría estado peor y aproveché la oportunidad, la oportunidad y los valores”, resumió.
No todos los invitados al desayuno organizado por las autoridades quisieron tomarse fotos o hablar con la prensa, algunos simplemente porque no quisieron y otro porque no quieren que su situación se conozca. Hay temor al qué dirán, por eso, la directora regional (s) del servicio Mejor Niñez, Virginia Alvayay, dijo que existe una tarea para incorporarlos y no acordarse de ellos solo cuando pasa algo malo en un “hogar”.
“Son niños y niñas que requieren de una visibilización, de una mejor posición no solo en las políticas públicas, sino en la sociedad en su conjunto, y tratar de cambiar los paradigmas. Nosotros tenemos que dejar de estigmatizar a estos niños y niñas con el objetivo que en igualdad de oportunidades puedan participar de todo lo que implica vivir en un país democrático como el nuestro”.
Por ello, Constanza de 19 años, que llegó a vivir a un hogar en Concepción desde Curanilahue, que va a entrar a estudiar Técnico en Educación Parvularia y que sabe de haber cometido errores, tiene fe que lo que viene en su vida será para mejor.
“Igual me pongo contenta porque miro para atrás, llegué a los 13 años, no sabía qué hacer, no sabía salir a la calle. Igual como que me emociono, porque con tanto esfuerzo he conseguido todo”, cerró