El Liceo que en sus aulas ha formado a destacados personajes se encuentra esperando la pronta reparación y reconstrucción del antiguo teatro en ruinas, y a su vez, generando espacios para la mejora de los aprendizajes de todos sus estudiantes, respondiendo a los requerimientos del futuro del país mediante un proceso educativo que conduce a sus estudiantes a ser aprendices autónomos, responsables y con capacidad de trabajar en equipo.
Texto/Fotos: Silvanio Mariani / Raphael Sierra
El Liceo Enrique Molina Garmendia, tercera institución secundaria más antigua del país, fue fundado el 9 de agosto de 1823, bajo un decreto provincial ordenado por el Intendente Juan de Dios Rivera, quien proclamó una “casa de pública educación para toda clase de personas. Enseñándose en ella la Gramática latina y el idioma nacional, Filosofía natural, Matemáticas y Derecho natural, público y civil.” Además, y para su funcionamiento, se destinaron los fundos, intereses, ingresos y asignaciones correspondientes al antiguo Colegio Seminario de la ciudad. Por ello es que sus inicios se rescatan precisamente del Convento de los Padres Mercedarios, ubicado en calle Castellón, entre los números 624 y 682. Actualmente, sólo se encuentran allí los Restos del Muro de Piedra del antiguo lugar, los que, por Decreto N°933, con fecha 27 de noviembre de 1977, fueron declarados como Monumento Histórico Nacional.
Así, el Instituto Literario, nombre dado al Liceo en su primera época, se constituyó rápidamente en el núcleo más sólido y eficaz del progreso cultural de la ciudad de Concepción. De ahí que la historia del establecimiento es parte esencial de la historia de la ciudad y el país. El acervo histórico del Liceo Emblemático de Concepción se constituye gracias a sus valiosos aportes, entre ellos, la gestación del primer periódico penquista, que el Presbítero Pedro Nolasco Caballero en conjunto con un admirable grupo de profesionales llamarían “El Faro del Bío Bío”. Tuvo este periódico su primera emisión en 1833 y contentó a todos los lectores, quienes disfrutaron con las
publicaciones.
Lamentablemente, debido al terremoto de 1835, el Instituto Literario deja de funcionar por un largo tiempo, pues este devastador movimiento derrumbó al edificio liceano. Resurge el Instituto como Colegio Provincial en manos del Obispo electo de Concepción, don Ignacio Cienfuegos. Este establecimiento, con carácter de Colegio y Seminario, ubicado en lo que actualmente es el Instituto Superior de Comercio, reemplazaría al Instituto Literario, con enseñanza gratuita para los jóvenes que estuvieran en búsqueda de aprendizajes. Nuevamente el Colegio queda en ruinas, pues sufre las consecuencias de un incendio en 1846 que consumió gran parte de los documentos, archivos y mobiliario del establecimiento. Con lo que quedó, el rector Vicente Varas ordenó el traslado al cuartel de milicias cívicas, lugar donde continuaron provisoriamente con la educación de los varones. Es en parte gracias a esta catástrofe, que el Gobierno se preocupó de dar a la ciudad un lugar acorde a las exigencias del Colegio Provincial, y medió la asignación de fondos y la compra de un sitio exclusivo para el Colegio, que coincide con la ubicación actual del Liceo, haciéndose efectivo el traslado en 1851 Ocurre que en 1852 el Instituto se independiza del Seminario Conciliar, que anteriormente funcionaba en el mismo local. Es el Ministerio de Culto e Instrucción Pública el que asigna esta instrucción, dado que se destinan los dineros necesarios para que el Seminario se restableciera en otro lugar. A consecuencia de esto, se elimina la obligación de los alumnos de asistir a misa a la Catedral.
Debido a este cambio también, es que el Colegio cambia su nombre a Liceo de Concepción. Por otro lado, en 1865 y durante el rectorado de Francisco Fierro Talavera es cuando comienza la ejecución en el Liceo del Curso Fiscal de Leyes, estableciéndose el inicio de los estudios superiores, aun cuando la ciudad no contaba con Universidad. Los orígenes de este curso se remontan a 1830, siendo sostenido por la suscripción pública y llevándose a cabo por don Enrique Molina Garmendia y por profesores del Instituto Nacional. Con Temístocles Rojas como rector surgen las llamadas “Academias”, entre las que se encuentra “El Ateneo”, asociación literaria de estudiantes liceanos con bastante renombre para la época, sorprendiendo y convenciendo a todos los espectadores con sus presentaciones literarias y artísticas.
Posteriormente, es don Pedro Nolasco Cruz Silva el rector que hace ver las pésimas condiciones en las que se encuentra la infraestructura del Liceo y ruega a las autoridades la construcción de un nuevo establecimiento, que dé respuesta a las grandes necesidades de los jóvenes de la época. Gracias a él y a las obras del arquitecto Onofre Montané Urrejola es que en 1915 se ve terminado el nuevo edificio del Liceo de Concepción. Grande y majestuoso, recordado por todos como el emblema de la ciudad. Tristemente, Nolasco fallece este mismo año, y es Enrique Molina Garmendia quien llega a tomar su lugar.
Con Enrique Molina y este palacio recién construido, el Liceo de Hombres vive su real esplendor. Molina da auge al desarrollo estudiantil y docente, a nuevos planes de estudio, a la compra de material pedagógico innovador y a la incorporación de las primeras profesoras al cuerpo docente. Además, se constituye durante este período la Sociedad de Exalumnos y se construye el requerido Salón de Actos o Anfiteatro, transformando al Liceo en un centro cultural, que propicia las artes en su comunidad educativa y también en la ciudad. Es así como se vislumbra al Liceo como el posible centro universitario del sur del país, dadas sus características y el potencial que incrementa el Curso de Leyes y Dentística.
Con Julio Sáez Morales se instaura la revista literaria “Letras”, una innovadora publicación mensual, creada por estudiantes que escriben poesía, cuentos y reflexiones, y además exponen en sus páginas las novedades liceanas, con la intención de que todos los establecimientos educacionales de la región y el país se interesen y conozcan el proceder del establecimiento. Don Julio Sáez, su familia y gran parte de la comunidad educativa sufren los daños del terremoto de 1939. El Liceo debe ser reparado en sectores como el comedor, la cocina y las bodegas. Es así como la edificación del establecimiento siempre ha sido un tema importante, pues es claro que a lo largo de los años se necesitan reestructuraciones. En 1955 se terminan de construir los dos pabellones que funcionarían como internados, de estructura más moderna, sin las características que plantea el edificio entregado en 1915. Los planos y la gestión de estos estuvieron en manos del
arquitecto zonal Oscar Loosli.
Ocurre en noviembre de 1959 una ceremonia de gran importancia para el Liceo y su proyección. En honor a don Enrique Molina Garmendia y con la presencia de distintas autoridades, como la alcaldesa Ester Roa Rebolledo, es que el establecimiento pasa a tomar su nombre, distinguiéndose una placa metálica con el suceso, ubicada en la entrada al edificio. Nuevamente la naturaleza azota al Liceo, pues vive las inclemencias del terremoto de 1960. Gran parte de la estructura se derrumba y queda paralizado, inutilizable. Las clases, que se retomaron con bastante retraso, se impartieron en el internado y en los gimnasios, haciendo imperativa la reconstrucción.
En 1964, y en el mismo terreno, se inicia la construcción del moderno y actual edificio del Liceo Enrique Molina Garmendia, para ser entregado en 1966. Sin embargo, el trabajo no fue recibido por la Dirección del Liceo, sino ocupado de hecho en los meses de marzo y abril de 1968. Para el pesar de la comunidad penquista, se demuele el antiguo edificio, pero se mantienen en pie
los gimnasios y el Salón de Actos, quedando este último en un penoso estado.
Con el Golpe de Estado y la Dictadura el Liceo Enrique Molina sufrió grandes cambios, tanto en la manera en que funcionaban y se aplicaban los planes de estudio, como en las relaciones y manifestaciones sociales. Marcó un hito importante el hecho de que se siguiera eligiendo de manera democrática al Centro de Alumnos, y que estos mantuvieran su rol y ejercicio pleno dentro de la
comunidad educativa.
Don Sergio Sáez Herreros, rector desde 2002 hasta el 2012, abre espacio a nuevas instancias, como son el Salón de Patrimonio, que recoge los elementos históricos que dieron vida en otra época a la educación liceana. Además, se gesta durante este período la llamada “Revolución Pingüina”, movimiento estudiantil que proclamaba necesidades de carácter urgente, relacionadas principalmente, con la gratuidad y el fin al lucro en la educación. Además, durante varios años consecutivos, es el Liceo la cuna de estudiantes que obtienen resultados sobresalientes en la Prueba de Selección Académica. Para su fortuna, el Liceo Enrique Molina Garmendia pudo sortear positivamente el terremoto de 2010, pues su infraestructura sufrió pocos daños, manifestados estos en una abertura a lo largo entre las alas norte y sur del edificio, que prontamente fue reparada.
A la fecha, el Liceo que en sus aulas ha formado a destacados personajes como Juan Antonio Ríos, Gonzalo Rojas y Ennio Vivaldi Véjar, se encuentra esperando la pronta reparación y reconstrucción del antiguo teatro en ruinas, y a su vez, generando espacios para la mejora de los aprendizajes de todos sus estudiantes, respondiendo a los requerimientos del futuro del país mediante un proceso educativo que conduce a sus estudiantes a ser aprendices autónomos, responsables y con capacidad de trabajar en equipo.
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