Chile cuenta con una larga tradición en vacunas, con coberturas por sobre el 90% en todos los casos. El esquema se puso a prueba con el Covid, que puso dificultades inéditas al programa. Aún así, las metas mínimas se habrían alcanzado.
A fines de la Colonia, el Rey Fernando VII envío a Sudamérica, a la Capitanía General de Chile, una nave con un novedoso adelanto en sus bodegas.
Era un extracto que sacaban al ganado, que presentaba una enfermedad similar a la viruela humana. Resultó que el fluido inmunizaba a los humanos, y en forma tan efectiva, que España envió a Chile la Espedición Filantrópica de la Vacuna.
Vacuna, por las vacas.
El barco atracó en Valparaíso en 1807 y en el país se forma la primera Junta Central de la Vacuna, uno de los primeros síntomas de que los criollos se organizaban en forma autónoma.
La junta funcionó durante las guerras de independencia, durante los conflictos civiles del siglo XIX y demostró su valor en la Guerra del Pacífico.
La Junta Central de la Vacuna, y otras iniciativas que buscaban mejorar la salud de las habitantes de la República, se consolidaron en un Ministerio de Salud en 1924.
A partir de esa fecha, es el Minsal el encargado de cumplir con esta tarea. Y, en el mismo espíritu laborioso, sumó a la viruela vacunas contra la polio, la tuberculosis, la rubeola, la difteria y otras cuyos nombres nos parecen ajenos, justamente porque los casos se presentan muy aisladamente.
Sobre esta base se construyó un programa de vacunación escolar, de cobertura nacional, y que inmuniza a temprana edad contra sarampión, rubeola, paperas y el papiloma humano.
El esquema funciona porque tiene coberturas extensas, y líneas de distribución que llegan a todo el país, manteniendo las condiciones de conservación de vacunas. Además, en cada rincón, hay personal sanitario capaz de administrar una vacuna.
El resultado, la cobertura para la vacuna del papiloma humano fue, para la región, del 89% en 2019. La dosis triple, denominada SRP, alcanzó ese mismo año el 90%.
La cifra es mayor en zonas urbanas, por cierto. La comuna de Concepción tiene una cobertura del 93% para la SRP en 2019.
Las cifras para 2020, son diferentes. Por primera vez en la historia del país, las cifras de cobertura para el programa de vacunación escolar, bajan.
En el caso de la vacuna de papiloma, en 2020 se llegó a una cobertura del 73%. La SRP, bajó al 80% y la DTPA, (Difteria, tétanos y tos ferina) pasó de 92% al 82% en el mismo lapso.
Antes de analizar el programa de vacunación regular, hay que hablar de Covid.
La inmunización contra el coronavirus requiere de una logística exigente. Cadenas de frío, condiciones de almacenamiento y otros desafíos.
En el Biobío, explica Paola Sepúlveda, encargada regional de Inmunizaciones de la Seremi de Salud, la experiencia previa en el programa de vacunación regular fue clave.
“La experiencia previa de los profesionales, enfermeras y TENS, que año a año realizan las estrategias de vacunación en terreno y en el Cesfam, sin duda fueron un aporte invaluable para el éxito del proceso”, cuenta.
Esta capacidad instalada, permitió adaptarse al desafío.
“Hubo que innovar en los lugares destinados a la vacunación, para desarrollar la tarea en espacios más grandes, como gimnasios, iglesias o estadios; y con un compromiso de más actores involucrados en los municipios”, dice.
Este esfuerzo se hizo en todas las regiones, y a la fecha hay 15.541.763 personas que han recibido al menos una dosis, y 13.796.568 con la segunda.
El esfuerzo cobra otra dimensión cuando se entiende que partió en enero. Es decir, que la región implementó, en este año, la misma cantidad de inmunizaciones que corresponden a cinco años.
La pandemia obligó a destinar recursos a esta inmunización, lo que dejó en segundo plano al programa regular. Pero, además, puso dificultades en otros planos: se suspendieron clases, hubo restricciones de movilidad y también miedo. Un escenario difícil, cuentan los involucrados.
Según Rosario Bustos, directora de la Dirección de Administración de Salud de Concepción “quizá el mayor desafío ha sido redoblar los esfuerzos y llevar a cabo el proceso de vacunación escolar por segundo año en tiempos de pandemia”.
El desarrollo normal del programa de vacunación escolar, ha logrado adaptarse. Según Bustos, “el primer año fue difícil, pero el segundo ha avanzado con el ritmo habitual, con un buen avance de cobertura, el cual alcanza casi el 50% a un poco más de tres semanas de iniciada la campaña, lo que es un ritmo similar o incluso mayor que antes de la pandemia”.
El contexto, extraordinariamente poco propicio, para el desarrollo del programa regular de vacunación terminó con una baja, en torno a los 10 puntos porcentuales en promedio, en la cobertura.
Es una cifra importante. Las vacunas no operan sólo a nivel individual, sino colectivo. El ejemplo de la viruela o la polio, que están erradicadas, son claros. En estos casos, las respectivas vacunas permitieron eliminar la enfermedad del globo, lo que -claramente- representa el máximo grado de protección.
Existe además un efecto de “manada”, en que la población inmunizada, y que por tanto, no contagia, evita que las enfermedades se extiendan.
¿Está en riesgo esto con la baja del programa regular?
No, dice la doctora Daniela Castillo, académica de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Concepción, y especialista en inmunología.
“Las cifras hoy, continúan siendo una alta tasa de vacunación considerando las condiciones pandémicas y los factores que afectan esta baja. En relación a los riesgos yo podría decir que es bajo”, cuenta Castillo.
“Este porcentaje de baja no llegaría a representar un elevado riesgo para la población en general, sin embargo podríamos vernos expuestos a algunos brotes de enfermedades infecciosas como el sarampión, pero se trata de una enfermedad que incluso ha presentado brotes cuando la tasa de vacunación es cercana al 100%. La probabilidad siempre está y está aumenta al disminuir la tasa de vacunación”, añade.
Es poco probable que la cobertura siga bajando.
De hecho, en todos los eslabones de la cadena, se hacen esfuerzos para retomar las altas cifras previas a la pandemia.
“Finalizada la etapa de cuarentena se ha ido gradualmente incrementando la cobertura de vacunación tradicionales en la región del Bio Bio. Así lo demuestran los porcentajes de vacunación Escolar a nivel regional, como, por ejemplo: la inoculación contra el virus del Piloma Humano alcanza un 51% en estudiantes de 4° básico y un 40% en 5° básico, además en vacunación contra el Sarampión lleva un 45% de avance y por último, la inoculación dTpa registra un 55% de avance en alumnos de 1° básico y un 45% en 8° básico”, dice Paola Sepúlveda.
A nivel local, Rosario Bustos cuenta que “en Concepción, la campaña de vacunación escolar empezó la semana del 20 de septiembre, una semana antes de la campaña de vacunación Covid-19 para niños de entre 6 y 11 años, la cual coincide en gran parte con el mismo grupo de edad. El trabajo de los equipos de salud municipal se estructuró de manera tal que se pudieran realizar ambos procesos de manera ordenada”.
“A nivel regional, este año vamos subiendo. Por ejemplo: la inoculación contra el virus del Papiloma Humano alcanza un 51% en estudiantes de 4° básico y un 40% en 5° básico, además en vacunación contra el Sarampión lleva un 45% de avance y por último, la inoculación dTpa registra un 55% de avance en alumnos de 1° básico y un 45% en 8° básico”, afirma Sepúlveda.
Está, por ejemplo, la experiencia adquirida en el proceso de vacunación Covid, el más grande en la historia del país.
Y, por cierto, la idea que se instala tras la pandemia, de que las vacunas son una respuesta efectiva.