Pandemia hace caer solicitud de visas en un 62% para la Región del Biobío
12 de Septiembre 2021 | Publicado por: Sebastián Henríquez
Se revirtió una tendencia. La Región del Biobío vio crecer cada año la población migrante, hasta que llegó el coronavirus. Hay varios motivos para la baja, desde el cierre de fronteras, a la burocracia y las expulsiones.
Francia Campos contesta el teléfono para esta entrevista y lo primero que hace es pedir que la esperen dos minutos porque está manejando y quiere estacionar.
En el auricular suena el tic tac del intermitente, y luego la voz cálida de Francia, que dice “ahora sí, estoy lista, es que no me quiero equivocar”.
Francia es técnico superior en seguros, eso estudió en su natal Venezuela, pero desde que llegó a Concepción, hace cinco años, es repartidora. “No ha sido fácil, hace un tiempo que estoy con esto”, cuenta.
La conversación con Diario Concepción la encuentra justo en medio de un pedido, confiesa.
A esto se dedica todos los días, incluso los fines de semana. Menos los dos días que reserva para hacer de dirigente de la comunidad venezolana en la región -la mayor, seguida de la peruana y la argentina- una agrupación que se creó hace cuatro años y a través de la cual se organizan, comparten datos de empleo y defienden sus derechos.
La pandemia volvió esencial este trabajo.
A Francia le tocó lidiar con las dificultades que causó el cierre de fronteras, con la inseguridad en cuanto al acceso a vacunación, con familias divididas por expulsiones.
“Se hace una redada, se junta a la gente y se envía en bus a Santiago, después a Venezuela”, dice. “Es algo por lo que estamos peleando, acá se vulneran derechos humanos”, añade.
La pandemia, que se ha cobrado 36 mil vidas en el país, y que puso en pausa la economía y el empleo, se cebó con los grupos más vulnerables.
Las estadísticas dan cuenta de cómo el empleo femenino se redujo en mayor proporción que el masculino. Da lo mismo cuándo se mida, la tendencia es siempre igual. El último informe del Instituto Nacional de Estadísticas, para el trimestre móvil de mayo y julio, dice que el desempleo masculino es en la región del 7,4%. El femenino, 7,6%.
Aumentó también la pobreza: La última encuesta Casen dice que pasó de 12,3% a 13,2%, mientras que la pobreza extrema subió de 4,6% a 5,9%, todo esto medido en ingresos.
La población que migró a Chile, suma más golpes.
Desde la burocracia, por ejemplo. Muchos no pueden trabajar, pues necesitan una visa vigente, que el Estado no entrega si no hay una intención de contrato.
O a nivel simbólico, con imágenes televisadas de la expulsión de extranjeros, incluso con traje sanitario
El caso de J
En una esquina del centro de Concepción está J. No quiere dar a conocer su nombre, dice que es para no afectar a su hijo, un chico de unos cinco o seis años que juega con un celular mientras ella conversa con Diario Concepción.
J está en la calle, trabajando.
Vende pañuelos, mascarillas, esas cosas.
“El arriendo está carísimo, mi marido trabaja, y antes alcanzaba, pero ya no y hay que arreglarse como sea”, cuenta.
Es difícil preguntar a una persona que vende pañuelos en la calle sobre los motivos que la llevan ahí. J se ve incómoda, pero relata su historia.
“No es algo que uno se imagine haciendo, es una cosa que será por un tiempo, me imagino. No es cómodo, pero la familia importa, es lo primero, y hay que hacer lo que hay que hacer”, finaliza.
La primera parte de la pandemia, en 2020, trajo una ola de desempleo como no se había visto en 100 años en Chile. No es una exageración, es un estudio del Banco Central, la crisis de los años 20, que en el país coincide con el fin del ciclo del salitre, es el único evento comparable.
En ese contexto, y ante la ausencia de ayudas desde el Gobierno, miles se volcaron al comercio callejero. Chilenos, y no chilenos.
Esta situación, y la presión que puso al Gobierno la serie de retiros desde las AFP, llevaron a implementar ayudas. Hiperfocalizadas primero, y generales después, como el Ingreso Familiar de Emergencia.
A la población migrante, esta mezcla resultó una tormenta perfecta. Primero, porque la liquidez trajo inflación, en productos como alimentos pero también en el precio de los arriendos. Segundo, porque la mayor parte de la población migrante no pudo acceder a estos beneficios.
Así J, y cientos como ella, debieron ingeniárselas de cualquier forma.
Otros, optaron por volver a sus países de origen, lo que explica en buena parte las cifras sobre visas entregadas en la Región del Biobío.
Visas a la baja
Lejos la mayor cantidad de visas tramitadas para ingresar a la Región del Biobío, corresponde a la población venezolana.
Según el Departamento de Extranjería y Migración, un 37% del total desde que hay estadística, hace 22 años, corresponde a solicitantes venidos desde el país caribeño. Esto es, unas 21 mil personas.
Le siguen Haití y Colombia, ambos con un 10%. Esto es, en torno a las 5.700 personas.
El resto, se reparte entre migrantes con de Argentina, Perú, Estados Unidos, Alemania y otros países.
Este proceso tiene su peak en justo en los años que preceden a la pandemia. La Región del Biobío concedió en 2018 un total de 6.682 visas a venezolanos, cinco veces más que el año anterior. En 2019 fueron 6.660.
En el caso de las visas a colombianos, el punto álgido también fue el bienio previo a la pandemia, con 751 visas en 2018 y 650 en 2019.
Lo mismo Haití, cuyos nacionales cerraron el 2018 con 3.446 solicitudes, y 2019 con 905.
La pandemia, congela el proceso.
A nivel nacional, de hecho, 2021 es el primer año de la serie estadística en que se registra migración negativa: 401.798 personas llegaron a Chile, y 415.932 lo abandonaron. Saldo: 14.134 personas menos.
En Biobío fue lo mismo. Haitianos obtuvieron 143 visas, colombianos, 270 y venezolanos, 1.829. Lejos de años anteriores.
Si se comparan estos dos años, 2018 y 2019, los inmediatamente anteriores a la pandemia, con 2020 y 2021, resulta que las visas que se han entregado en la Región del Biobío pasan de 22.584 a 8.616. Es decir, se reducen en un 62%Entre los factores están, claro, el cierre de fronteras y la dificultad para el desplazamiento general, no solo internacional.
Pero también hay otros, como la dificultad añadida para realizar este trámite con restricciones sanitarias. Esto, sobre todo en el caso de migrantes que hablan idiomas diferentes del español, hace casi imposible regularizar la estada en Chile.
Carros, y carritos
La pandemia revirtió una tendencia. Chile, y la Región del Biobío, perdieron atractivo para atraer migrantes, volvieron más difícil regularizar las visas y, desde 2020, inició un controvertido programa de expulsión de personas a sus países de origen.
Los migrantes que permanecen en la región, no la tienen fácil.
Pero, según Francia Campos, se las arreglan, con inventiva y con ganas.
“Mira, yo tengo mi carro, hago reparto, y con eso tengo”, relata.
“Y, si pones atención, verás que hay un antes y un después que la pandemia marca en cuanto a comida venezolana, por ejemplo. Los que perdieron sus empleos, no dejaron de trabajar, hicieron carritos de comida, y ahora ves mucha comida venezolana en Concepción, eso antes no pasaba”, sostiene.
“De hecho, ahora que está volviendo el empleo, me piden datos y ya no tengo más”, finaliza.