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Pandemia hizo que salud mental pasara de hermano pobre, a prioridad

Entre todos los cambios que trajo el coronavirus, la nueva valoración del bienestar psicológico de las personas es una tendencia que llegó para quedarse. Presencial, o por videollamada, ahora es un tema relevante.

Por: Sebastián Henríquez 22 de Agosto 2021
Fotografía: Archivo

Un dato.

En Chile, históricamente, la prevalencia de la depresión y la ansiedad estaba en torno al 10% de la población.

La estadística es de la Encuesta Nacional de la Salud, que hace el Ministerio del ramo, y coincide con los datos de la OMS, que siempre sitúa al país entre los más afectados por este problema en las américas.

Curiosamente, la cifra fue muy estable, hasta relativamente poco.

Y eso que los vaivenes económicos y los desastres naturales producen condiciones en que la depresión y ansiedad pueden aflorar.

En el país, ni la crisis económica subprime de 2008, ni los frecuentes desastres naturales han tenido un impacto mesurable, con la sola excepción del terremoto y tsunami de 2010.

Tres meses después del 27-F, según señala un estudio publicado en 2016 en la Revista Médica de Chile, un 11% de la población nacional presentaba síntomas de Trastorno de Estrés Postraumático, o TEPT. En la Región del Biobío, la cifra subía al 23%.

Se trata de un aumento considerable, desde el 2,4% de la población nacional que estaba afectada por TEPT antes del terremoto y tsunami.

Las comunidades de damnificados tomaron consciencia del tema, que se convirtió en una de sus demandas. A poco andar, eso sí, la presión por encontrar soluciones habitacionales, por mejorar las condiciones de vida en los campamentos -que no contaban con alcantarillado, luz ni agua potable- prevaleció por sobre la salud mental.

Y la salud mental, considerada por quienes trabajan en el sistema sanitario como el “hermano pobre” de la salud pública, se volvió a postergar.

Ello, a pesar de reportes que daban cuenta de que después del terremoto, el consumo de drogas, alcohol y tranquilizantes aumentó en las regiones de Maule y Biobío, las más afectadas por el sismo.

El coronavirus, entre tantos otros efectos, llevó a valorar la salud mental de otra forma. Una tendencia, afirman las personas que conversaron con Diario Concepción, que llegó para quedarse.

Segunda Pandemia

La pandemia parece en retroceso, tras 18 meses crudos en que se cebó con la vida de casi 36 mil personas en el país.

El último reporte del Ministerio de Salud indica que ayer se confirmaron 698 casos nuevos a nivel nacional. Los fallecidos, sumaron 39.

No son buenas noticias, pero están lejos de los 3.500 casos nuevos, y más de 200 fallecidos, que se contaban en el pico de la ola más grave de este año.

Este relajo, permite ver otras cosas.

Y una de ellas es la denominada segunda pandemia, por la Organización Mundial de la Salud; y que se refiere a las consecuencias de la Covid 19 en la salud mental a nivel global.

Se trata de un tema grave en Chile, donde la depresión y ansiedad prevalecían en la población en torno al 10%, una cifra que fue estable a pesar de los vaivenes económicos y desastres naturales que afectaron al país.

Tras la pandemia, el número subió a 54%.

Sorprendente, grave, impensado. Los especialistas consultados se quedan cortos en adjetivos, aunque coinciden en el diagnóstico: ahora la salud mental se valora de otra manera.

Nieves Schade, académica de la Universidad de Concepción, cuenta que esto comenzó con el estallido social, y se agravó con la pandemia.

“En los indicadores que tu mires, es lo mismo. La depresión pasó de un 5% a un 50%, entre los estudiantes, un 77% dice hoy que tiene problemas para concentrarse, entonces, la pandemia nos trajo una consciencia de esto que antes no había”, dice.

“Y eso que este país tiene problemas de salud mental, de depresión, de violencia, que lo ponen por encima del promedio en la región”, añade.

Marcia Daniela Sáez, sicóloga de la Dirección de Apoyo a los Estudiantes, DAE, de la U. Católica de la Santísima Concepción, cuenta que “cada año, tenemos un número más o menos fijo de atenciones, no varía mucho. Pero después del estallido y de la pandemia, se disparó”.

“Llegamos a tener una lista de espera de casi 200 personas, cosa que nunca nos había pasado”, añade.

La unidad debió hacerse cargo del tema, y sumar personal. “Antes éramos dos sicólogos, después, contratamos otro y finalmente, cuatro más, con eso hemos podido hacernos cargo de la atención”. señala.

TENDENCIA La nueva normalidad tiene un componente importante: la salud mental dejó de ser un tema que complica.

El “boom”

La problemática de la salud mental, en pandemia, llevó a empresas, centros educacionales y otras organizaciones, a incorporar el tema en sus organizaciones. La Universidad de Concepción, por ejemplo, creó la Unidad de Atención Psicosocial al Personal Universitario, experiencia pionera en el tema.

Para Schade, que recientemente desarrolló un taller dentro de la UdeC, se nota que hay una valoración diferente, y que ahora se habla del tema.

“Las interacciones antes de la pandemia, cambiaron hoy. Hace poco, en una actividad de desarrollo personal, los participantes nos pedían repetirla, y eso no es tan típico”, cuenta.

“El hecho de que haya que abordar el tema, también lo desmitifica, no es necesario tener una patología grave, como antes. Ahora, si la pandemia te genera un problema, o el encierro, no nos acompleja que vayamos al sicólogo, hay una mayor valoración del quehacer del sicólogo”, relata.

“Nos dimos cuenta de que es importante conversar, y eso es muy positivo”, complementa Schade.

Nicolás Arancibia, sicólogo, dice que tras la pandemia “hay una revalorización. La cultura chilena, es muy de soluciones parche, y eso también se veía en el tema de salud mental. Las soluciones que buscaba la gente antes de la pandemia eran parche, de canalizar el estrés o la ansiedad en carretes, alcohol o drogas, por ejemplo”.

Hablar, por zoom

Uno de los tabúes sobre la salud mental que cayó con la pandemia, es el de la telemedicina.

La atención por videoconferencia vivió un crecimiento, solo explicado por las condiciones que provocó la emergencia sanitaria.

Es decir, el estrés del encierro en cuarentena, de la incertidumbre laboral, y el hecho de que actividades cotidianas, como el trabajo o las clases, pasaran a ser parte del mundo virtual.

Nicolás Arancibia, dice que se dieron muchos cambios.

“La telemedicina, en este sentido, llegó para quedarse”, dice, aunque advierte que la sesión presencial tiene un componente físico que es muy relevante.

“Tengo pacientes de lo más variado, de todo Chile y hasta del extranjero, y me he dado cuenta de que este sistema me permite conectar con personas con las que uno tiene más en común, y esa conexión hace más fácil la terapia, tienes cosas culturales que facilitan el lenguaje”, cuenta.

Para Marcia Daniela Sáez, el cambio es fuerte, porque además, Chile venía de una mala base. “No es que antes hubiéramos tenido una cultura de salud mental, y ahora nos volcamos al zoom. Veníamos con un mal pronóstico, y con la pandemia el tema se disparó. Lo que pasó, creo, es que se ha hecho un buen trabajo para que las personas puedan acudir a buscar ayuda.

Se trata de un crecimiento coherente, explica Nicolás Arancibia. Es decir, la telemedicina en salud mental, es reflejo de una revalorización del tema que se produjo en pandemia.

“Lo que trajo la pandemia, fue la desconexión con este flujo social, que te planteaba soluciones en salud mental que están muy lejos de lo saludable, el consejo típico para el estrés era carretear. Ahora, con aislamiento social, estas soluciones no están tan a la mano, uno no se encontraba con el compañero de pega que te daba estas soluciones momentáneas, tampoco tenías instancias para encontrarse con gente con quién compartir en lo íntimo, para tener perspectiva”, cuenta.

“Encerrado entre cuatro paredes, las personas vieron de lo importante que es la salud mental”, cierra.

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