Esta semana, se ha visto en la Región un alza de casos que, a pesar del éxito del programa de vacunación, obligó a volver a tomar medidas, como la cuarentena, que se pensaba quedarían atrás. No fue así y, por eso, Diario Concepción decidió destacar las voces de las personas que han sobrevivido al Covid-19. Ellos, creemos, tienen una gran lección que darnos.
Sebastián Henríquez
contacto@diarioconcepcion.cl
Una de las personas que participó en este reportaje, tuvo que pedirle a un familiar que contestara las preguntas al teléfono porque entre las secuelas que le dejó la Covid-19, está un permanente dolor de garganta, que lleva ya varios meses.
Otro tuvo una severa hipoxia, es decir, falta de oxígeno, lo que le causó un infarto cerebral. Es que, si bien el coronavirus afecta las vías respiratorias, es el sistema nervioso el que más oxígeno consume, y cuando se ve privado de este elemento, no tarda en verse afectado.
Y, si bien se trata de un caso de sobreviviente de Covid-19, el infarto comprometió su capacidad de concentración y, consciente de ello, pidió repetir varias veces las preguntas.
¿Por qué hacer estas entrevistas? ¿Qué valor periodístico tienen estos relatos?
Pues, en medio de la oleada más grave desde el arribo de la pandemia a la zona, hace un año, las voces de personas que han sobrevivido al virus dejan lecciones.
Esto es, aprendizajes que conviene volver a mirar, en medio de la segunda ola que afecta la Región.
“Esto no es un juego”, nos contó Juan Benítez, funcionario del Hospital Regional que se contagió en el ejercicio sus funciones.
“No hay que esperar a contagiarse para tomar consciencia de que esto es real, que está pasando acá y en todas partes”, nos señaló Pedro Woodhead, trabajador portuario y esposo de Leonor Aravena, dirigente social, contagiados ambos en la importante labor social que cumplen los dirigentes en tiempos de pandemia.
“Insistir todo el tiempo en usar la mascarilla, que es el único escudo efectivo que tenemos”, es el llamado de Robert Contreras, ex gobernador de Concepción y contagiado, justamente, cuando una persona que no usaba mascarilla se acercó a saludarlo.
En Diario Concepción quisimos contar estas historias, porque los sobrevivientes de Covid-19 aún luchan con las consecuencias del virus y eso es la más poderosa llamada al autocuidado que podemos hacer.
“Nosotros nos contagiamos por lados diferentes. Yo soy presidenta de una Junta de Vecinos, entonces estoy siempre con distintas personas, y como de primera no era una gran obligación la mascarilla, iba no más a mis reuniones, confiada de que no me iba a pasar nada”, cuenta Leonor Aravena, presidenta de la Junta de Vecinos Remodelación Simons, Talcahuano.
“Me dio leve, menos mal, porque todos los años me da neumonitis y estaba en tratamiento como cualquier año. Ahí tomamos la decisión de separar las piezas, de tener aislamiento en la casa y así estuvimos unos días”, añade.
Leonor contesta el teléfono con su marido, Pedro Woodhead, al lado. Si bien ella fue ejemplo de un caso leve de Covid-19, su esposo no, estuvo 49 días hospitalizado y entre las secuelas que le dejó el virus están las derivadas de un infarto cerebral. Le cuesta concentrarse, se pone nervioso cuando se le hacen preguntas y es Leonor la que debe recordarle a cada tanto, de qué se está hablando, y, con ternura, decirle a Pedro que se calme.
“Mi marido estuvo 49 días en el hospital, fueron días horrendos, estuvo 20 en total con coma inducido y en los reportes médicos uno puede ver cosas como el día que evaluaron hacerle una traqueotomía, cosas así”, relata la mujer.
“Cuando llegó a la casa no reconocía a nadie, ni a mí, ni a sus hermanos, nada. No hilaba palabras, pero ahora puede conversar bien, ahora, si uno lo interrumpe, no se acuerda de lo que pasa”, cuenta Leonor.
“Todavía me impresiona esto, lo largo que es, porque el sale por ejemplo, y llega transpirado entero, acelerado, perdido, como si lo hubieran estado siguiendo. Le da ansiedad, le da miedo que se le acerque la gente”, afirma.
Pedro se esfuerza para contestar, y cuenta cómo fueron los días que estuvo en coma.
“Estuve muy perdido. Cuando llegué a la casa no sabía que había pasado 20 días en coma, y además confundí los sueños que tuve con lo que en realidad pasó. Imagínate que pregunté cómo había sido mí viaje último a Turquía, cuando nunca salí del hospital”, asevera Pedro.
“Yo no sé qué decirle a la gente, yo tengo que hacer ejercicios todos los días, y eso que me contagié en agosto, y aun así no me considero como de vuelta, porque hay días en que trato de correr y no puedo, hay días en que lo hago y puedo, no se”, comenta
“Lo único que puedo decir, la única reflexión que puedo hacer, es que no es un juego esto. Hoy me enteré que murieron dos colegas, así que si no fuera verdad esta pandemia, no se, esto no hubiera pasado”, finaliza.
Esta es, oficialmente, una entrevista a Juan Benítez, 62 años, camillero, funcionario del Hospital Regional de Concepción.
Pero la voz que contesta las preguntas no es la de Juan Benítez.
Juan Benítez, que además es un hombre de pocas palabras, tiene la voz ronca. Muy ronca. “Consecuencia de la Covid-19, me va a disculpar, pero no puedo hablar mucho”, explica con voz rasposa.
Así que quien atiende el teléfono es Eliana Albornoz, su mujer.
“Nosotros volvimos de vacaciones el 9 de marzo, y a Juan lo llamaron a capacitación porque, nos contó en la casa, había una enfermedad nueva que se llama Covid-19”, dice Eliana.
“A la semana, cambió todo, nos contaba que la cosa está mala, que apareció el primer caso y que había un montón de pacientes sospechosos”, recuerda.
“Juan empezó a llegar asustado, y tomamos la decisión de separar habitaciones, entre otras precauciones. Cambió mucho, cuando llegaba a casa llegaba triste, asustado, me decía ‘la cosa está mala, están todos con susto’, y eso es duro”, añade.
“Para mí, lo más fuerte fue un día que llegó del turno a tomar desayuno, pero se sintió mal y me dijo que se iba a acostar. A las 11 de la noche dio positivo”, finaliza Eliana.
Lo que siguió fue un pequeño infierno.
“Estuvo, primero, en la residencia sanitaria, luego dos meses en el consultorio, tres más con terapia broncopulmonar, es una cosa que parece que no termina nunca, ahora toma ocho remedios en la mañana, ocho en la tarde y aún así pasan cosas. A veces se le cae la comida, como a un niño, se cayó en la calle…”, cuenta Eliana.
“Yo no de voy a dejar estar si. Estoy saliendo adelante”, interrumpe Juan.
“Tengo una cosa bien clara, y es que esto no se termina acá. Y tengo un mensaje para todos, a toda la gente de Chile, que se cuiden, que no salgan, porque estamos en peligro. Cuídense, o van a haber muchas muertes”, recomienda.
“Todavía estoy con crisis epilépticas y tratamiento y me cuesta juntar las palabras y me olvido de las cosas. Yo era una persona sana y activa. Por eso hago un llamado a todos los jóvenes que esta enfermedad es muy dura y dolorosa y deja serias secuelas porque ataca a la cabeza bronquios y cambia la vida totalmente”, finaliza.
“Yo me enteré de esto de la forma más cotidiana. Me levanté, el lunes 2 de noviembre, y cuando fui a tomar desayuno resulta que no sentí ni olores ni sabores. Ni el café, que tiene su aroma cierto, ni el pan con mantequilla, nada, así que me fui a hacer el examen para saber si era Covid-19 positivo”, cuenta Robert Contreras.
El exgobernador no sabe todavía, a ciencia cierta, cómo fue que se contagió de coronavirus. Ninguno de sus contactos cercanos estuvo infectado ni antes ni después de su caso.
“Lo único que puede ser, esto es, la única posibilidad, es una persona que se acercó a saludarme para cuando fui a votar el 25 de octubre, en el plebiscito, y que se sacó la mascarilla para que lo reconociera. Esa gotita, mínima, es la que causó todo mi problema”, dice.
Asombra, cuando lo explica, la vulnerabilidad que existe ante el contagio y lo importante que es la mascarilla como elemento de protección.
En cuanto a Robert, si bien los primeros días fueron con síntomas leves, la cuarta jornada amaneció con hipoxia, y debieron llevarlo al hospital.
“No había camas. Era tanta la demanda, que no había ninguna disponible. Me tuvieron que volver a trasladar, a una clínica”, cuenta.
“Lo último que recuerdo es cuando el médico me preguntó si autorizaba la entubación, le dije que sí y perdí el conocimiento”, señala Contreras, que en ese minuto tenía una saturación de oxígeno de menos de 90, cuando lo más bajo para funcionar con normalidad es 95.
“Antes de eso, llamé a mi señora, a mis hijos, para despedirme de ella y pedirle que cuidara a los niños”, asegura.
“Lo que sigue es confuso, yo soñaba con mi familia, que me iban a ver, cuando eso es imposible, está prohibido que ingresen visitas a una UCI”, relata.
La exautoridad estuvo así hasta el 20 de noviembre, cuando despertó. Lo primero que pidió fue hablar con su familia.
“Si bien no recuerdo bien los días que estuve con coma inducido, sí me acuerdo perfecto cómo fue que desperté. Me llegó el olor a cloro, fuerte, porque estaban sanitizando la sala donde estaba yo. Y sentí ese aroma, y me desperté”, se acuerda.
“Mira, esto me pasó en noviembre, y todavía estoy con terapia. Perdí once kilos de masa muscular, y me costó volver a caminar. Además, como estuve tanto tiempo acostado se me generó un trombo.