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Mujeres empoderadas: un pequeño paso en el fin de la brecha de género

Cinco mujeres, desde sus distintas perspectivas, cuentan cómo se han desenvuelto en oficios que, por décadas, han sido desarrollados, en gran medida, por hombres. Aquí relatan sus experiencias, cómo llegaron a los espacios en los que hoy se desenvuelven y más de algún momento incómodo, logrando sortear situaciones complejas.

Por: Mauro Álvarez 08 de Marzo 2021
Fotografía: Cedida

Carola Armijo, 47 años, guardia de seguridad y motoquera: “A veces tengo que hablar coa”

“Llevo siete meses trabajando como guardia en una sucursal de una cadena de farmacias, aquí en Coronel, un trabajo poco usual para mí, ya que nunca esperé desarrollar esta labor. Antes yo trabajaba como operadora de emergencias 133 de Carabineros, durante siete años.

Mi trabajo actual ha sido una labor compleja, donde he tenido que hacer valer mi carácter rudo de motoquera para poder ponerme de frente a los mecheros que vienen a robar al local.

Ha sido duro porque debo ponerme a su altura e, incluso, hablar coa (lenguaje de la cárcel), para demostrarles que no son superior a mí, para ello, de todas maneras, es inevitable no tiritar al enfrentarlos.

Han amenazado con apuñalarme, pero más miedo me da que le hagan algo a mi moto, por eso, la tengo a la vista siempre (risas). Sin embargo, lo que me da más pena es descargar (quitarle lo robado) a las abuelitas, eso es muy triste, pero es mi trabajo hacerlo”.

 

Daniela Saldías, 36 años, Prevencionista de riesgos: “Mi trabajo se basa en el respeto”

“Yo trabajo en la empresa Preserva que se encarga del Ornato de Concepción, desde hace tres años, donde tengo a cargo a 21 operarios que se encargan de mantener las áreas verdes de la ciudad. Si bien ellos son todos hombres, nuestra relación se basa en el respeto, se comportan de manera más recatada.

Mi labor como jefa no es autoritaria, yo más que todo los concientizo en sus labores, porque esa es la base de una buena relación laboral, a las personas hay que tratarlas como pares, así se fortalece la calidad humana.

En esta área hay diferencias sociales y educacionales, por lo tanto, siempre tiendo a enseñarles y a hacer que otros los respeten, porque cumplen una gran labor. Sin ir más lejos, hace unos días un niño pasó y tiró un papel al suelo y lo llamé de vuelta y le dije: oye, se te cayó un papel. Si bien él (trabajador) lo puede recoger y botarlo, no es su labor, porque su trabajo es mantener el área verde, por lo que no le quedó otra que recogerlo y botarlo donde corresponde”.

 

Sally Villarroel, 38 años, electricista: “Me da risa las caras de la gente al verme trabajar”

“Llegue a Concepción en agosto (del año pasado) y me sorprende hasta la risa ver las caras de asombro cuando ven que una mujer les va a solucionar los problemas eléctricos (risas). Pero es cosa de costumbre nomás, porque en Santiago es normal, somos varias las que desarrollamos esta labor.

Sobre cómo partí, podría decir que fue por accidente, hace nueve años, porque yo trabajaba en el rubro de la construcción como llavera (quién maneja el control de accesos) y un día un electricista necesitaba un ayudante, así llegue y aprendí, saqué mi técnico y por la pandemia llegué a vivir la Región del Biobío.

El otro día llegué a una casa y la señora estaba emocionada porque no se imaginó que una mujer puede trabajar con electricidad, fue muy divertido. Luego que pasa la sorpresa, me tratan bastante bien, porque respetan que uno sabe lo que está haciendo.

Es un trabajo que me gusta, porque reivindica que todas podemos hacer de todo, si así lo queremos”.

 

Daniela Abarzúa, 27 años, constructora civil: “en la construcción existe la discriminación”

“Actualmente, estoy haciendo mi práctica, pero empecé a trabajar en la construcción desde hace cuatro años, cuando empecé a estudiar. Partí como fraguadora (haciendo mezclas para pegar baldosas) y, luego, fui metiéndome más y más en el rubro, para aprender más, porque siendo mujer tenemos menos posibilidades de aprender este tipo de trabajos, porque es un ambiente muy cerrado, me sirvió para agarrar carácter.

En un principio costó que me aceptaran, me decían: ‘¿por qué trabajas en esto?, eres joven, podrías trabajar en otra cosa’. Pero con el tiempo se fueron acostumbrando, aunque siempre poniendo límites, porque nunca falta el que confunde los grados de confianza.

Con mi labor, busco cambiar la mentalidad de los hombres y hacerles entender que las mujeres somos capaces de estar en obras. Falta educación y un protocolo interno por parte de las empresas, para mejorar ese punto. No obstante, mi idea es dejar un granito de arena, para que más mujeres se atrevan a ingresar al mundo de la construcción”.

 

Iris Mardones, 49 años, recolectora de base: “Ahora es un trabajo mejor mirado (…), es un trabajo muy duro”

“Junto con mi hermana llevamos dos años trabajando en el Sindicato de Recicladores Biobío, pero singularmente, llevo 31 años como independiente. Ha sido un trabajo arduo, porque yo a los 15 años fui mamá soltera y me tocó buscar el pan para mantener a mi hijo. Tuve que dejar de estudiar, porque en esos años era mal mirado ser estudiante con una guagua a cuestas.

Mi papá, en parte, también trabajaba en esto, pero igual un poco diferente, porque él tenía animales, entonces, retiraba comida sobrante de los hoteles, principalmente del (Hotel) Araucano, pero un día se enfermó y me tocó cubrirlo. Pero, debíamos retirar todo, es decir: cartones, papeles, botellas, etc. Ahí vimos una oportunidad como familia, pero en esos años nos llamaban cartoneros, de forma despectiva.

Nosotras seguimos su senda y ahí nos empezamos a dedicar a este trabajo, que hoy denominan ‘recicladores de base’, inscritos en una plataforma y visibilizados en la sociedad.

En cuanto a mi trabajo en el Sindicato de Recicladores Biobío, nos encargamos de seleccionar y dividir, como también limpiar los insumos, porque la gente igual nos tira basura en los puntos limpios, lo que igual molesta, porque falta cultura en la gente, lo que espero cambie con el tiempo”.

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