Coronavirus: un acelerador para la ciencia y técnica hecha en Biobío
20 de Diciembre 2020 | Publicado por: Diario Concepción
La pandemia ha dejado una amarga huella en la Región del Biobío, donde se cuentan ya 710 fallecimientos. Este crudo balance, sin embargo, podría haber llegado a otros niveles si es que no hubiese en la zona capacidad técnica y científica para paliar la crisis sanitaria. Entre los avances, se cuentan desde algoritmos para perfeccionar diagnósticos hasta la manufactura de material médico de punta.
Sebastián Henríquez
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Con todo lo que en el Gran Concepción se recuerdan los frecuentes terremotos y tsunamis que han asolado la ciudad, en la historia de la capital del Biobío las tragedias más costosas en vidas humanas han sido hasta ahora obra de patógenos microscópicos.
A historiadores locales, como Armando Cartes, les ha resultado sorprendente que este hecho haya quedado relegado a un puesto secundario, sobre todo pensando en la pandemia de 2020, que ha afectado duramente a la intercomuna.
Un repaso.
A fines del siglo XVIII, fallecieron unas 1.300 personas debido a un brote de viruela. Esto es, un 20% de la población de la ciudad.
Y terminada la Colonia, la tendencia continuó.
Según Cartes, “en 1832, hubo un brote de escarlatina; en 1841, de sarampión; en 1854 y de nuevo en 1861, asoló la viruela y la tifoidea, en 1863. Poco después, en 1886, el cólera, llegado de Argentina, causó estragos en el centro y sur de Chile”.
“Estas epidemias y las malas condiciones de higiene explican las horrorosas cifras de población”, continúa.
Lo números de entonces son elocuentes: entre 1885 y 1894 hubo 16.187 nacimientos en Concepción, pero 22.554 defunciones.
Los avances en medicina, en infraestructura sanitaria y en gestión de emergencias han hecho que las tragedias del siglo XXI tengan un saldo mucho menor en fallecidos.
Sin embargo, la Covid-19 se ha cobrado ya 710 vidas sólo en el Biobío, más que el 27F -que dejó en el país 586 muertos- y esto nos lleva dar cuenta sobre los nuevos adelantos, y nuevas técnicas, que se están usando a nivel local para combatir la pandemia.
Herramientas intangibles
Una de las herramientas más poderosas con que se cuenta hoy para enfrentar el coronavirus no se fabrica en un conglomerado farmacéutico multinacional. De hecho, es inmaterial: se trata de una fórmula matemática, un algoritmo que permite analizar datos relacionados con el virus, que se procesan en instalaciones de la Universidad de Concepción para entregar a distintos organismos información en tiempo real, para tomar decisiones.
Guillermo Cabrera, académico de la Facultad de Ingeniería y director de la unidad de Data Science de la UdeC, explica que “se acercaron a nosotros distintas personas, con las mismas preguntas: ‘¿qué va a pasar? ¿cuándo va a pasar?’, y diseñamos un algoritmo en que incorporamos variables, muchas, con el fin de proyectar en forma automática el comportamiento de la Covid”.
El algoritmo toma datos de mortalidad, tasa de contagio, la existencia de factores como cuarentena y hasta la época del año. El informe ha permitido prever, por ejemplo, el aumento de casos en el Biobío en las últimas semanas, una información con que las autoridades justificaron la rebaja en el horario del toque de queda.
Hay más. Otro algoritmo diseñado en la U. de Concepción se prueba en un hospital de la capital, donde sirve para categorizar pacientes. Y uno adicional, recoge y actualiza datos sobre la pandemia.
“Se trata de una capacidad que teníamos instalada, no tuvimos que comprar nada o inventar nada, las condiciones para hacer este tipo de forecasting, estaban acá”, asegura Cabrera.
Otro ejemplo, menos glamoroso, pero igual de efectivo, fue el testeo de aguas servidas en punto críticos de Chillán. En la capital de Ñuble se monitoreó diariamente la presencia del virus en tres puntos, ubicados en sectores residenciales, más uno localizado fuera de una residencia sanitaria, que se usó como control positivo.
Se trató apenas de un piloto, pero logró detectar oportunamente presencia de Covid, lo que permitió a las autoridades sanitarias iniciar operativos de testeo y aislar los casos. El resultado, fue la prevención de tres brotes.
Aplicaciones concretas
La emergencia sanitaria que provocó la Covid puso extrema presión a la cadena de suministros médicos. Desde los más complejos, como ventiladores mecánicos necesarios para el funcionamiento de las camas críticas, hasta los sencillos, como protectores faciales o incluso alcohol gel. En las farmacias de la ciudad se volvieron comunes los letreros en que se informaba de la falta de alguno.
Las instituciones de educación superior, que cuentan con personal capacitado en diseño y con laboratorios, fueron las primeras en entregar respuesta.
Inacap y la U. de Talca, por ejemplo, comenzaron prontamente a fabricar protectores faciales para el personal médico.
Otros centros de estudio, como la Universidad Católica de la Santísima Concepción, junto a la UdeC, adecuaron sus instalaciones para acelerar el análisis de test PCR para detectar la Covid. La red que se constituyó apoya hoy las labores del Ministerio de Salud en ese ámbito, y es una de las razones detrás del aumento del muestreo que se verificó en la Región del Biobío.
Se trató de un salto enorme: el 10 de abril se pudieron aplicar 149 test, mientras que el 18 de diciembre, última fecha disponible, 6.836.
La prueba de fuego la representó la carrera por un ventilador mecánico de fabricación propia, impulsada por la iniciativa Un Respiro para Chile. Durante el primer semestre, los medios extranjeros daban cuenta de cómo los países con capacidad de manufacturarlos comenzaban a acaparar el dispositivo o a poner trabas a la exportación, lo que volvía urgente la tarea.
El primer modelo demoró apenas dos meses en estar listo, y fue obra conjunta de los Astilleros de la Armada, Asmar, junto a la UdeC, que entregaron al Gobierno un prototipo que cumple con toda la normativa, en julio.
“Fuimos capaces de desarrollar un gran equipo de trabajo que ha mostrado una cara positiva de esta pandemia, esta colaboración refleja eso. Hemos unido el mundo académico con Asmar para desarrollar este ventilador mecánico y lo sentimos como un deber cumplido”, dijo el jefe del Departamento de Sistemas de Armas de ASMAR, Capitán de Fragata Cristián Machuca, cuando se presentó el dispositivo.
Una apuesta improbable
La creación de una instancia que facilitara procesos de transferencia tecnológica, y que sirviera de puente entre la academia y el mundo privado, tiene varios ensayos en la historia de la Región. En la actual Estrategia de Desarrollo Regional, de hecho, figura como una de las áreas prioritarias de inversión pública.
Sin embargo, pocos científicos o emprendedores locales hubieran apostado antes de la pandemia a ver un escenario como el actual, en que universidades, laboratorios, centros de salud, industrias y organismos de gobierno colaboran de forma fluida.
Un rol importante lo cumplió el recién creado Ministerio de Ciencia, como articulador.
Según la Seremi de Ciencia, Paulina Assmann, “tenemos una comunidad científica madura y con un alto compromiso con su sociedad. Han colocado toda la voluntad, aparte de las capacidades humanas y materiales, para colaborar frente a una de las peores crisis sanitarias de la humanidad en el último siglo”.
Para Héctor Muñoz, Seremi de Salud, hay una fortaleza técnica que hace algunos años no había. “Hemos demostrado que teníamos capacidades en el manejo de patologías respiratorias, en la reconversión de camas críticas o en temas más especializados, como la disponibilidad de epidemiólogos”, sostiene.
“Podemos reconocer que la pandemia ha sido una gran oportunidad para que el ciudadano común y corriente pueda evidenciar que la Ciencia existe para mejorar su calidad de vida”, añade Assmann.
El suministro de vacunas, el hito que falta
A diferencia de otros patógenos, como bacterias o hongos, no existe un fármaco que pueda eliminar al coronavirus, por lo que una vacuna tiene un rol clave para retornar a la normalidad.
Afortunadamente, la firma de convenios con distintos proveedores asegura el suministro y el primer cargamento, de 20 mil dosis, debiera arribar al país dentro de un mes.
Se trata de otra tarea titánica: se requiere el desarrollo de una campaña de vacunación efectiva, que cuente con personal especializado y con requisitos logísticos no menores, pues la cadena de frío debe mantenerse bajo los 70°C.