El 2017, su hija, agobiada por una relación tormentosa, decidió acabar con su dolor lanzándose al vacío desde un céntrico departamento de Concepción. Hoy, a través de la fundación que lleva el nombre de la joven, ayuda a mujeres a salir del círculo de la violencia, junto a un grupo voluntario de psicólogos.
“Desde que entré en este mundo, vengo diciendo que, si los femicidios siguen aumentando, así como la violencia hacia la mujer, es porque algo estamos haciendo mal como sociedad. Siento que la educación en perspectiva de género es la clave para contrarrestar esta cruda y vil realidad, algo que se debe implementar en las escuelas, desde que las personas son pequeñas”.
Las palabras de María Consuelo Hermosilla, mamá de Antonia Garros -quien en febrero de 2017 se suicidó a consecuencia de una relación tormentosa-, dan cuenta del camino que ha venido sorteando en los últimos tres años, transformando su dolor en ayuda a mujeres que quieren salir del círculo de la violencia, trabajo que realiza a través de la Fundación Antonia.
– ¿Qué falta en la sociedad para terminar con la violencia hacia la mujer?
– Siento que las políticas y el discurso de Estado son nulas, porque no se logra entender tanta lentitud para gestionar cambios en la sociedad, cambios que se deben hacer desde que los niños son muy chicos. Se debe educar desde las emociones para poder tener gente bien desarrollada. La sociedad está bien enferma y nos dimos cuenta de ello, con la cuarentena y el individualismo existente, somos poco empáticos con los demás.
– Hemos visto que la violencia ha evolucionado a las redes sociales. ¿Cómo ve esta realidad?
– La violencia, por ejemplo, en el pololeo ha cambiado, ya no es física, sino más bien psicológica, que es peor, porque daña de una manera abismante, sobre todo, la que se ejerce a través de redes sociales, de mensajes y WhatsApp, etc. Algo que es tremendo.
En cuanto a la violencia intrafamiliar, esta ha sufrido un aumento muy grande. SernamEG ha declarado que esta ha aumentado en 300%, lo que se da por distintos factores, entre ellos, el estar encerrados y el no saber qué va a pasar con la vida, el mundo, si continuarás con trabajo, lo que tiene a las víctimas viviendo en el miedo, algo propicio para el agresor.
– ¿Cree que los grupos feministas han ayudado a que más mujeres se atrevan a romper el círculo de violencia?
– Lo relevante de los últimos años es que hay más grupos de apoyo y gente que se ha organizado, donde los grupos feministas han hecho un súper buen trabajo, pero muchas veces esto no alcanza, porque una vez que te enfermaste necesitas reparación y eso se hace con terapia. Puedes tener grupos de apoyo que te inciten a tomar una decisión, pero a esa víctima se le acabó la voluntad y para lograr una real mejoría necesita orientación psicológica.
– ¿La mujer violentada necesita rehabilitación?
– Absolutamente, si está todo el rato con gente apoyándola y diciéndole que tome una decisión, esa persona tomará la determinación, pero después en su soledad va a volver con el agresor, por lo que la terapia psicológica es muy relevante. Se debe hacer un trabajo de introspección junto a un especialista que lleve a la víctima a descubrir la raíz del por qué se mermó tanto su voluntad, es un trabajo largo, pero se puede recuperar.
A una persona que sufre violencia, no le puedes decir anda y termina con él, porque si no recibe ayuda psicológica, en algún momento va a volver con el agresor. Por lo tanto, hay que trabajar en ella, en los límites que dejó pasar.
– Para poder salir del círculo es importante que otros digan basta…
Hoy hay más testigos, la gente está más alerta y reacciona frente a las conductas agresoras y se atreve a denunciar e intervenir. A nuestra Fundación llega mucha gente, al igual que al SernamEG para pedir orientación y saber qué pueden hacer para ayudar a otros que sufren violencia. A su vez, llaman mamás y hermanas que saben lo que está pasando, y no saben cómo ayudar a la víctima.
– ¿La pandemia ha complicado el trabajo de la Fundación?
– En este tiempo en pandemia, si bien hemos disminuido las atenciones presenciales para contribuir con la emergencia sanitaria, hay psicólogos y psicólogas que siguen trabajando con nosotros, porque es súper importante lograr dar apoyo a las víctimas.
De igual manera, estamos con atenciones remotas, atendiendo a gente de todo Chile, a las que ayudamos si es que no encuentran apoyo en sus ciudades de origen. Hay que tener en cuenta que es muy importante la contención física para las víctimas de violencia, es por ello que siempre las incito a buscar ayuda presencial, pero entendiendo el contexto sanitario hemos abierto las atenciones remotas.
– ¿Cómo se trabaja para que la víctima no vuelva con el agresor?
– A las víctimas hay que atenderlas en el momento, porque si tomaron la determinación de romper con el círculo de la violencia hay que apoyarlas. Nunca le hablamos mal del agresor, porque entendemos cómo funciona la parte emocional de ellas y ellos, porque cuando tú atiendes a una persona que es agredida entiendes que, en el fondo de su corazón, ella cree que el que ejerce violencia puede cambiar.
– ¿Existe una alianza colaborativa con SernamEG?
– Nosotros como Fundación Antonia estamos descomprimiendo bastante los casos que nos deriva el centro de la mujer de SernamEG y los que nos derivan desde tribunales. Y la diferencia en la atención es que para nosotros ellas no son números, son personas con nombre y apellido.
– ¿Cree que, si los grupos feministas hubiesen tenido el énfasis que hoy tienen en la sociedad, el año 2017, la realidad de Antonia hubiese sido distinta?
– Yo creo que… no, porque lo de Antonia pasó porque se enfermó del alma, profundamente, en poco tiempo. Se juntaron factores claves, la habilidad de esta persona (Andrés Larraín) para manipularla y enfermarla, al punto que ella quiso dejar de sufrir.
– ¿Cómo era Antonia?
– Antonia era el alma de la casa, amaba la vida. Si fuera posible hacer una autopsia psicológica, quedaría demostrado. Además, si tú preguntaras a sus amigas y amigos, todos dirían que ella amaba vivir. Estoy segura de que, si ella se hubiese sentado 10 minutos a analizar las posibles salidas de esa situación compleja que se dio ese día, no se hubiese lanzado al vacío.
“A una persona que sufre violencia, tú no le puedes decir anda y termina con él, porque si no recibe ayuda psicológica, en algún momento va a volver con el agresor. Por lo tanto, hay que trabajar en ella, en los límites que dejó pasar”.
– ¿Siente que la muerte de su hija marcó un precedente en la sociedad?
– Sí, hay que hacer hincapié que, desde la muerte de Antonia, se comenzó a hablar de la violencia en el pololeo, como también de suicidio femicida. Si miran las cifras de la Red Chilena contra la violencia hacia las mujeres, antes no existían esas cifras. El 2018 no hubo ningún caso. El año pasado fue Antonia Barra y este año llevamos tres muertes.
Lo que nos lleva a pensar, antes de 2017, ¿esto no ocurría? Claramente sí, pero no se hablaba, porque ocultar es parte de nuestra identidad como chilenos. Hay varios conceptos populares que grafican el silencio, tales como: “la ropa sucia se lava en casa”, “no le contestes”, “qué va a pensar la gente”, que era un tremendo favor al agresor. Hoy no, el círculo debe saber si hay violencia, los vecinos deben saber para poder ayudar. No nos puede seguir dando lo mismo que el otro lo esté pasando mal, la víctima no debe sentir vergüenza.
– ¿Falta mayor empatía en las policías para que las víctimas se atrevan a denunciar?
– Más que empatía, a las policías, a salud, al Servicio Médico Legal, etc., falta formación tanto en educación emocional y perspectiva de género. Yo, que trabajo haciendo charlas, puedo decir que estas no bastan. Yo estoy segura de que los carabineros que no pusieron los cuidados el día que mi hija murió, nunca quisieron no prestar atención, yo creo que la peor de sus pesadillas es lo que ocurrió con la Anto.
– ¿Cree que un agresor se puede rehabilitar?
– Creo que los hombres que llegan a los “Centros de Reeducación de Hombres” de SernamEG es por alternativa, es decir, o se van del domicilio o toman este curso de control de impulsos, que no es necesario terminar, porque no se fiscaliza. Es complejo que un hombre maduro cambie su conducta y ahí vuelvo a lo mismo, si se les educara desde niños en perspectiva de género, sería todo diferente y, en el caso que él quiera cambiar, la decisión debe nacer desde su interior y no porque lo obligue un tribunal.
– Finalmente, ¿cómo está Consuelo a días de Navidad?
– Me mataste con la pregunta… Esta fecha para mí es terrible, me cuesta mucho. Sé que tengo que participar en las celebraciones, que tengo que hacer cosas. Yo dejé de cocinar cosas ricas el día que la Anto se fue, he empezado de a poco a cocinar nuevamente, pero el desgano y la tristeza me la ganan, lo mismo que para el cumpleaños de ella, son fechas muy difíciles.