La máxima autoridad de la casa de estudios aborda los desafíos y oportunidades que aparecen ante este difícil momento de la vida nacional, no sólo desde su rol formador, sino también desde la reflexión y, sobre todo, la acción, dando cuenta de un sello que la caracterizó durante 100 años y ahora la proyecta a un nuevo siglo.
Francisco Martinic
La Discusión
www.ladiscusión.cl
Ni la conmemoración de su primer centenario, ni la entrada a un nuevo siglo han sido fáciles para la Universidad de Concepción. Quienes tienen su conducción a cargo, bien lo saben. El año pasado fue el estallido social y este la pandemia de la Covid-19. Dos acontecimientos extraordinarios en la historia del país que lejos de debilitarla, la ha fortalecido en su rol de universidad pública y en su compromiso de apoyar a una sociedad que reclama cambios, pero también necesita de la guía bien intencionada y experta de la principal casa de estudios regional del país.
Pronto a cumplir 101 años, su Rector, Carlos Saavedra Rubilar, hace un breve balance del Centenario, para luego abordar el rol que jugó el año pasado tras el enérgico despertar de la sociedad chilena y ahora ante una emergencia sanitaria que probablemente será igual de transformadora.
“Sin duda, el Centenario fue un año de mucho reconocimiento hacia nuestra institución, tanto regional como nacional e internacional, y nos mostró la consolidación de la UdeC en la historia de la educación chilena. La conmemoración de los 100 años abrió oportunidades únicas de visibilidad y reencuentro con la comunidad de exalumnos que se han visto muy motivados con el acercamiento a su alma mater. Esa vinculación y la visibilidad institucional alcanzada nos permiten construir con certeza una perspectiva de cómo la UdeC se ha instalado en el alma nacional”.
– 2019 fue, también, un año muy especial a raíz del estallido social. ¿Qué rol cumplió la UdeC en ese proceso inédito en la historia reciente del país?
– Más que nunca la universidad ha ratificado su esencia pública, comprometida con la evolución de su sociedad. En el estallido social hay que recordar cómo fuimos gradualmente involucrándonos en ese proceso como institución, participando y comprometiéndonos con la ciudadanía y su oportunidad de reflexionar acerca de las formas de organización, las condiciones que se requieren para la construcción de una sociedad más justa, más igualitaria, que permita el desarrollo de todas las personas.
Participamos en múltiples iniciativas que iban desde el cuidado de las personas, como fue la Oficina Ciudadana, que entregó asistencia jurídica a quienes nos requerían, hasta la participación de estudiantes y académicos en distintas iniciativas complementarias. En todas las facultades y también a nivel centralizado, se desarrollaron diálogos, foros, debates en torno a los principales planteamientos que se desarrollaron durante ese período.
– También, hubo formación cívica, ¿qué evaluación hace de ese esfuerzo?
– En el mes de enero generamos un espacio único de formación ciudadana, el Campus Abierto, donde se ofrecieron asignaturas para la ciudadanía, orientadas a conocer, comprender y revisar nuestra Constitución de cara a un proceso constituyente. Fueron decenas de miles de personas las que participaron y varios miles las que se graduaron y certificaron. Muy relevante es que estos cursos no sólo tuvieron impacto local, en las regiones del Bío Bío y Ñuble, sino que también nacional. La mitad de los estudiantes eran de la Región Metropolitana y entre 7 y 8 por ciento del extranjero.
– ¿Y frente a la crisis sanitaria que hoy enfrentamos por la Covid-19, qué rol está desempeñando la Universidad?
– En este momento, de acuerdo al catastro actualizado que hicimos esa semana a nivel del Cruch Bío Bío-Ñuble, nuestra universidad tiene 38 iniciativas activas que apuntan a atender las necesidades de la ciudadanía en esta emergencia sanitaria, como también de apoyo a la construcción de políticas públicas. Creo que esto es el más fiel reflejo del compromiso y vocación pública que tiene la Universidad de Concepción y que es reconocido en muchos sectores.
– ¿De esas 38 iniciativas, cuáles destacaría?
– Hay una diversidad muy amplia. Para responder algo así uno siempre termina cometiendo una injusticia. La mayor parte de las áreas de la Universidad están presentes. Las iniciativas universitarias van desde los campos de las Ciencias Sociales, la Medicina y Enfermería, a Economía, Trabajo Social, Ingeniería y Matemáticas.
Sin embargo, sólo para mostrar el alcance de este trabajo, destacaría el apoyo al desarrollo de exámenes clínicos para diagnosticar Covid-19. Se hizo muy tempranamente, de hecho, antes de las medidas de distanciamiento físico, el laboratorio de Patología de la Facultad de Medicina comenzó a trabajar con el Hospital Regional Guillermo Grant Benavente, con la colaboración también de la Facultad de Farmacia y corresponde a más del 20 por ciento de la totalidad de muestras que se han analizado en la Región. Recordemos que en una primera etapa esto abarcaba Maule, Ñuble y Bío Bío, y una vez que Ñuble y Maule desarrollaron sus capacidades, se concentró sólo en Bío Bío. Otra iniciativa que destacaría es de la Unidad de Telemedicina que desarrolló un sitio web para orientar a la ciudadanía ante el riesgo de contagio. Es una evaluación del riesgo de contagio que permita orientar a las personas cuando tienen dudas o síntomas y eventualmente solicitar atención médica. A la fecha, más de un millón y medio de personas, de 144 países, la han consultado y eso nos muestra de nuevo un resultado de alcance global. Por último, un tercer proyecto que destacaría es de La Facultad de Ingeniería, en colaboración con Asmar, que consiste en el desarrollo de un ventilador mecánico. Está en una etapa muy avanzada y fue seleccionado entre los primeros cinco proyectos en el desafío que levantó el Ministerio de Ciencia y Tecnología y Sofofa. En este momento se encuentra en las pruebas finales de validación con animales mayores, que ya fueron realizadas en nuestra universidad y donde participó en forma relevante la Facultad de Ciencias Veterinarias.
– La colaboración ha sido un concepto que ha caracterizado el trabajo al interior de la UdeC, pero ¿cómo se ha dado entre las instituciones de educación superior y los sectores público y privado?
– Estamos trabajando en Bío Bío con la Universidad Católica de la Santísima Concepción en el desarrollo de un laboratorio clínico para análisis de muestras. También desde el Centro de Manufacturas Avanzadas colaboramos con la Universidad Católica de la Santísima Concepción e Inacap para el desarrollo de mascarillas de protección, aprovechando la capacidad instalada en ese centro. En el modelamiento de la expansión o propagación de la pandemia, se ha trabajado con municipalidades en Ñuble y Bío Bío, y también en Santiago. Ha habido también mucha colaboración con el Colegio Médico, con el Gobierno Regional y, en particular, con la Seremi de Ciencia y Tecnología e Innovación de la macrozona donde nos encontramos.
– ¿Y cuál ha sido la consideración de este trabajo colaborativo y de las capacidades de la Universidad en el Gobierno y entre aquellos que están tomando decisiones de política pública?
– Hay algo que he manifestado desde una óptica de construir, de generar oportunidades adicionales. Por ejemplo, la forma en que ha trabajado la Mesa de Datos del Gobierno habría podido enriquecerse mucho con el uso de todas las capacidades científicas y tecnológicas distribuidas en un país que ha invertido en desarrollo científico-tecnológico por más de 40 años. Hoy día tenemos capacidades distribuidas en todo el país que podrían entregar, probablemente, muchas mejores recomendaciones para adoptar decisiones, pues tienen conocimiento de las necesidades específicas del espacio geográfico donde se encuentran instaladas. Y allí pienso que la conformación de los grupos de trabajo ha estado extremadamente restringida a la Región Metropolitana. Entendemos que por dimensiones se requiera concentrar mayores esfuerzos allá, pero esta es una enfermedad que está distribuida en todo el país y, por lo tanto, necesitamos aprovechar todas las capacidades. Adoptar decisiones centralizadas, sí, pero a partir de información generada en los territorios y con conocimiento de los territorios. Así se podrían generar mucho mejores políticas públicas.
– Esa miopía del aporte universitario también ha tenido exponentes en el Parlamento que han planteado la idea de rebajar los aranceles. ¿Qué opinión le merece esa propuesta y qué impacto tendría en la Universidad de Concepción?
– Si bien uno podría imaginar que ésta es una moción parlamentaria bien intencionada, para ayudar a las personas que lo requieran, por su generalidad termina siendo inadecuada. ¿Pueden sobrevivir todas las instituciones de educación superior a una cesación de pago de aranceles cuando continúan ofreciendo los servicios a los que se han comprometido en las condiciones que son posibles en este momento? No parece oportuno, por eso, se requiere hacer una revisión de esta moción parlamentaria. Muchas instituciones corren grave peligro de colapsar si es que esto opera. ¿Es la situación de la Universidad de Concepción? No, por la composición de nuestro estudiantado, que en parte mayoritaria recibe aportes estatales para el financiamiento de sus estudios. Sin embargo, en forma solidaria y responsable con el resto del sistema educacional superior, no podemos apoyar una iniciativa de este tipo, aunque pudiese afectarnos sólo marginalmente.
Lo razonable sería entregar soluciones específicas a aquella estudiante que han visto desmejorada o agravada su situación socioeconómica familiar y se ven impedidos de cumplir sus compromisos. Nosotros siempre estaremos dispuestos a abordar esas situaciones particulares, sin la necesidad de una legislación general que puede llevar a las instituciones al colapso.
– ¿Le preocupa que los ajustes y reasignaciones de recursos fiscales que está impulsando Hacienda afecten el desarrollo de proyectos de desarrollo o de investigación de las instituciones de educación superior?
– Entendemos que como Estado sea necesario generar bases económicas para abordar esta pandemia que va a afectar a distintos sectores de la economía nacional y, por tanto, a la calidad de vida de las personas. ¿Qué proyectos, áreas o glosas presupuestarias específicas se postergan? Eso puede tener miradas muy distintas, pero lo único cierto es que invertir en ciencia y tecnología para tener capacidades científicas y tecnológicas avanzadas, es más necesario que nunca. Ciertamente, esperamos que no se afecten aquellos proyectos mayores que generan perspectivas de desarrollo de largo plazo para nuestro país.
– ¿Cuán difícil ha sido para la Universidad adaptarse a la educación a distancia?
– Ha sido un desafío titánico para todas las instituciones de educación superior, una tarea mayor ante la que observamos un compromiso de la misma envergadura en la Universidad de Concepción. Afortunadamente, nosotros ya habíamos comenzado sentando las bases de esta transformación, pero con un proyecto acotado, preliminar en términos de número de personas. Hay que imaginar que hoy, diariamente, hay sobre 2.000 docentes trabajando en las plataformas con sus asignaturas y más de 5.100 asignaturas, sólo en pregrado, que se están impartiendo bajo este sistema. Hay que ser muy honesto y directo, y admitir que este proceso no va a estar exento de dificultades, pues es un proceso de migración masiva y forzada, pero el compromiso de las personas, profesores y estudiantes, y el despliegue realizado, nos ponen muy contentos y orgullosos.
– La educación a distancia ha mostrado las desigualdades en materia de conectividad, ¿cómo han resuelto aquello con sus estudiantes?
– Ha sido necesario apoyarlos no sólo aquí, sino en todo el sistema de educación superior. En nuestro caso ya estamos cerca de entregar 3.700 becas de conectividad operativa a nuestros estudiantes y vamos a continuar hasta apoyar a todos quienes lo requieran. Al mismo tiempo, se ha entregado un número muy importante de computadores, con apoyo de las facultades y también en forma centralizada. Cerca de 500 equipos en la primera partida de la compra centralizada, ahora viene una segunda y desde las facultades vamos a complementar con cerca de 300 computadores más, superando los 1.200 equipos entregados en préstamo semestral a nuestros estudiantes.
– Ciertamente, esta modalidad de enseñanza llegó para quedarse, pero también es inevitable pensar en el retorno a la actividad presencial. ¿Cuándo podría ocurrir aquello y de qué forma?
– Lo que estamos analizando y se ha formado un comité de crisis para ello, es primero las condiciones en que podemos volver. Hemos considerado algunas actividades en investigación, en desarrollo e innovación, en asistencia técnica también y, probablemente, en algunas áreas de formación de posgrado, pero sólo para aquellos estudiantes que estén en período de tesis y requieran completar experimentos o equivalentes. Pero siempre manteniendo dos premisas que son fundamentales: el cuidado de las personas y una adecuada conciliación de vida laboral y familiar.
Tendremos que hacer compras de materiales de protección, de sensores para medir temperatura, diseñar y difundir protocolos, capacitar a las personas en sanitización. No se trata sólo de la higiene tradicional de los espacios universitarios, sino que hay que mantener condiciones de seguridad para prevenir la propagación de esta enfermedad.
– Se ha vuelto frecuente escuchar que, superada la pandemia, nos vamos a enfrentar a una sociedad distinta y a un mundo que va a cambiar o que ya cambió. ¿Cómo se inserta la Universidad de Concepción en esa nueva sociedad y en ese nuevo mundo?
– Pienso que la crisis sanitaria que estamos viviendo es una oportunidad. El año pasado era difícil imaginar, por ejemplo, que muchas actividades se iban a desarrollar en forma no presencial. Pero lo cierto es que con esta modalidad se gastan menos recursos, las personas se concentran en su territorio y la distancia ya no es impedimento para desarrollar actividades de colaboración. La crisis nos trae dificultades, pero también oportunidades de crecimiento institucional que tenemos que aprovechar. A nivel más general, sin duda, se vienen cambios en las formas de organización, en las formas de participación y, por supuesto, en las actividades laborales.
– Desde el punto de vista económico, el escenario post pandemia para el país y las regiones no se proyecta nada favorable.
– Efectivamente. Sabemos que son diversos los ámbitos en los cuales podemos y debemos apoyar. Por un lado, en políticas de reactivación de la pequeña y mediana empresa, y por otro, el cuidado de sectores artesanales y equivalentes. La Facultad de Ciencias Económicas y Administrativa lo está haciendo, y desde el Centro de Extensionismo e IncubaUdeC, donde se hace un trabajo directo de capacitación a Pymes y emprendedores, respectivamente.
Tal como ha ocurrido frente a catástrofes y otros episodios extraordinarios de nuestra historia, nuevamente vamos a estar colaborando con la recuperación de las condiciones socioeconómicas de nuestra zona.
– Rector, se dice que las circunstancias extraordinarias siempre sacan lo mejor y lo peor de las personas. ¿Qué bajada tiene esta expresión en la UdeC, en medio de esta pandemia?
– En aguas turbulentas y vientos tormentosos se consolidan las mejores tripulaciones. Y creo que nuestra comunidad representa eso en su conjunto. Creo que son muchos más los momentos donde tenemos muestras del compromiso y dedicación de nuestra comunidad universitaria, que se extiende también al Instituto Profesional Virginia Gómez y al Centro de Formación Técnica Lota-Arauco. Para ella agradecimiento y reconocimiento a su dedicación y esfuerzo por garantizar la continuidad de nuestras actividades formativas.