Daño a Edificio Los Andes es la ocasión para reafirmar su aporte a la ciudad
05 de Noviembre 2019 | Publicado por: Ximena Valenzuela
Recomiendan reformularlo en favor de la ciudadanía, con lugares de encuentro, tal como fue levantado a fines de la década de los 70’, representando el remate de la Diagonal Pedro Aguirre Cerda.
Poco y nada queda ya del Edificio de la Caja de Compensación de la Cámara Chilena de la Construcción, actual Los Andes, tanto por el paso del tiempo como por la remodelación que fue objeto en 2005 y ahora por los ocho siniestros intencionales que ha sufrido desde el inicio de las manifestaciones.
El inmueble ubicado en una esquina única, formada por la Diagonal Pedro Aguirre Cerda, O’Higgins y Tucapel, originalmente contaba con una arquitectura moderna, similar a la usada en los años 60’ en Estados Unidos, aunque con luces del posmodernismo que lo hacían único en la zona.
Sin embargo, tras la remodelación del edificio, que fue creado entre 1976 y 1978 por los arquitectos Hernán Monckeberg, Oscar Mac Clure y María Eugenia Akel, el lugar fue prácticamente forrado de aluminio y vidrio, borrando de plano sus jardineras abalconadas y derivando en un particular techo que aumentó los metros de altura, haciendo perder la proporción y composición.
Leonel Pérez, decano de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Geografía de la Universidad de Concepción, recordó que el inmueble original era de hormigón y combinaba lo mejor de la arquitectura moderna con una placa de dos pisos que acompañaba a la diagonal, “que tenía pequeños espacios públicos, una fuente de agua y jardineras por la Diagonal donde la gente podía reunirse”, y una gran torre de 15 pisos, que estos últimos días ha sido el centro de los daños.
Luis Darmendrail, docente de la Facultad de Arquitectura y Arte de la Universidad del Desarrollo, destacó que el inmueble fue creado como una solución para llenar los vacíos que quedaron en la creación de la Diagonal Pedro Aguirre Cerda.
“Uno de los mayores desafíos fue completar la punta de diamante y con este proyecto se dio el remate, adelantándose a una posmodernidad, asociada a líneas como trabajar el material en bruto, con una presencia urbana importante y más aún con el desafío de hacerlo en planta triangular, muy bien equilibrado en sus proporciones”, dijo y agregó que, a su juicio, fue mal intervenido, pues se redujo el valor arquitectónico inicial.
En tanto, Daniel Matus, doctor en Urbanismo y docente de la Universidad de Magallanes, recordó al edificio como un hito del centro penquista, tanto por su ubicación como por su color ocre, su textura y su particular geometría que otorgaba dinamismo al centro de la ciudad.
“La fuente de agua y su pequeño puente, los jardines en el acceso y la escalera de caracol establecieron una rica relación con el peatón”, temas que a juicio de Matus quedaron olvidados con la remodelación que dio paso a un sólido vidriado, coronado por una pirámide de cristal que rompió la proporción de la fachada y la silueta de la obra.
Una oportunidad urbana
Tomando en cuenta su aporte, según Pérez, ahora se genera una oportunidad de reconstruirlo con el simbolismo urbano que tenía, “con espacios bien utilizados, que ojalá sus dueños pierdan el temor al vandalismo, para recuperarlo y también crea una oportunidad para repensar la relación que los altos edificios deben tener con espacios urbanos para la comunidad”.
En la misma línea, Luis Darmendrail, afirmó que es una oportunidad para que el edificio se renueve y de cuenta de los valores que son parte del cotidiano, y como ha sido uno de los inmuebles en que se han centrado los daños. “Sería interesante repensarlo como un símbolo de la lucha contra la desigualdad, que se pueda reformular en favor de la ciudadanía con espacios públicos abiertos y de encuentro”.
Para Roberto Burdiles, decano de la Facultad de Arquitectura, Construcción y Diseño de la Universidad del Bío Bío, el edificio, independiente de sus cambios, sigue siendo un ícono para la zona.
“Es rescatable, no creo que se haya dañado su estructura y, desde ese punto de vista, es una oportunidad de resignificarlo arquitectónicamente y volver a plantear cómo hacemos dialogar un edificio que fue parte del espíritu de una época y cómo hoy con otro espíritu podemos hacer dialogar dos momentos históricos”.
Agregó que a través de concursos de arquitectura se podría trabajar de mejor forma su recuperación, no sólo en su funcionalidad interna, sino también como una oportunidad de hacer un gesto a una ciudad, pensando en el bien común y el espacio público, situación que debe ser analizada para el resto de los inmuebles de la capital regional.
Por todo lo anterior, según especialistas del área arquitectónica, si bien su quema se considera como un grave daño para la zona, puede generar una oportunidad para que el edificio se vuelva a incorporar a la trama urbana, entregando espacios que son vitales para la comunidad.