Doctor Cristian Vargas de la UdeC investiga con la ONU los efectos del cambio climático

20 de Octubre 2019 | Publicado por: Ximena Valenzuela
Fotografía: Cedida

Aseguró que Chile debe estudiar el océano y contar con sistemas para observar los cambios que experimenta.

Desoxigenación de los océanos, pérdida de la productividad primaria como consecuencia de la fotosíntesis de las algas y el derretimiento de los hielos en altas latitudes, asociados a una expansión del océano y al aumento en el nivel del mar, son sólo parte de los hallazgos que entregó el nuevo Informe Especial sobre Océanos y la Criósfera en un Clima en Cambio.

La investigación, que fue realizada por el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), contó con 103 investigadores de 36 países, entre ellos el científico penquista, Cristian Vargas, biólogo marino y profesor de la Facultad de Ciencias Ambientales de la Universidad de Concepción.

Vargas, que fue escogido por el Ipcc debido a su experiencia de más de 20 años estudiando la acidificación del océano, y sus implicancias en el ciclo del carbono y diferentes grupos de organismos marinos en la zona austral de nuestro país. “El Panel me pidió que apoyara el estudio en el ámbito de ecosistemas de estuarios y fiordos, porque en el pasado trabajé investigando en la Patagonia chilena y en su sistema de fiordos”, comentó.

Calentamiento global

Tras los resultados del informe, que se dieron a conocer en un seminario organizado por la Universidad Católica, el investigador remarcó que otra de las consecuencias observadas –no directa del calentamiento global sino de su principal causante, el dióxido de carbono– es que al absorber más CO2 existe un sostenido aumento de la acidificación del mar.

Dicho proceso también ha sido observado en otras zonas del país, pero debido a causas distintas, como el derretimiento de glaciares al océano en las áreas de fiordos patagónicos.

“Los hielos al derretirse aportan con agua dulce, que diluye algunos componentes importantes del agua de mar, provocando una reducción en su alcalinidad (o un exceso de base), responsable de proteger el océano de los cambios bruscos en el pH. Esta agua salobre tenderá a absorber más CO2 atmosférico, reduciendo más aún su pH y, por ende, contribuyendo a una mayor acidificación de los océanos”, detalló el investigador del Eula.

El Ipcc es el organismo de Naciones Unidas encargado de proveer evidencia científica para la adopción de políticas de mitigación para el calentamiento global. En ese sentido, Vargas valoró que el reporte, entregado a menos de tres meses desde que se realizó la Conferencia de Naciones Unidas por el Cambio Climático, COP25, y afirmó que contribuirá a poner al océano en el centro de la discusión de los estados, así como idealmente en la entrega de recursos para investigaciones y políticas de mitigación.

“Si uno mira hacia atrás, recién en la COP21 de Lima se empezó a incorporar el océano como un tema prioritario, algo un poco irónico porque hablando del principal regulador del clima, afortunadamente, la COP25 será una conferencia azul, donde esperamos que el océano juegue un rol tremendamente importante en la discusión”, señaló el investigador.

Nicole Ehrenfeld, directora ejecutiva de la Iniciativa Científica Milenio, valoró el aporte del Núcleo Musles, a través de los estudios del doctor Vargas, en sentar bases científicas sólidas para el principal desafío de la humanidad en este siglo. “Estamos orgullosos que la investigación hecha en nuestro país pueda tener un impacto global de esta envergadura. Contribuye a fortalecer el rol de la ciencia como la base de la COP25”, enfatizó.

Los fiordos patagónicos

El científico penquista es parte de los autores del capítulo V del informe, denominado Océano cambiante, ecosistemas marinos y comunidades dependientes. El apartado explica que el océano es esencial para todos los aspectos del bienestar humano y su sustento, proporcionando servicios clave como la regulación del clima, a través del presupuesto de energía, y los ciclos de carbono y nutrientes.

“El requerimiento pasaba porque pudiera hacer una actualización de la evidencia que hay de cambio climático en el ecosistema de fiordos durante los últimos tres años, desde 2015 a inicios de 2018”, explicó el investigador, quien espera que el próximo informe, de 2021, pueda solidificar la evidencia respecto al impacto del aumento de las emisiones de dióxido de carbono en el océano.

El Ipcc remarcó que el cambio climático también podría ocasionar una mayor incidencia de eventos de marea roja en sistemas de alta latitud.

En ese sentido, Vargas dijo que necesitan alcanzar mayor evidencia para confirmar la relación del componente climático en esos eventos. “Hay varias señales de que podría ser un elemento dentro de la ecuación”.

Hallazgos globales

La criósfera, que es la zona del planeta donde el agua se encuentra en estado sólido, también tendrá cambios, según el informe, la capa de hielo irá disminuyendo, debido a la temperatura en superficie, haciendo perder terreno a Groenlandia y la Antártica, y aumentando el nivel del mar hasta 60 centímetros al año 2100.

Como resultado del aumento de las temperaturas, el océano tendrá una mayor estratificación y acidificación, y un sostenido descenso en el oxígeno que alimenta la vida marina. En este sentido, Vargas destacó que “hay bastante investigación que está demostrando que el calentamiento climático está haciendo que las especies empiecen a movilizarse desde los trópicos hacia los polos”.

En este escenario, según el doctor Vargas, se incrementa la necesidad de que el océano tenga un rol prioritario en la investigación en Chile.

“No se ha tomado con seriedad la investigación de nuestro océano. No existe una política oceánica real. Necesitamos empezar a generar acciones: así como existen sensores que hoy nos indican dónde están ocurriendo los sismos, deberíamos tratar de implementar sistemas que nos permitan observar los cambios que está sufriendo el océano”, enfatizó.

Para Vargas una mirada de corto plazo no permite generar un conocimiento acabado del problema que se enfrenta. “Es urgente empezar a generar una capacidad de observación que vaya más allá de la duración de los proyectos. Lo que existe actualmente son boyas asociadas a proyectos específicos, de tres o cinco años, pero eso involucra ventanas de tiempo súper chicas. En cambio climático hablamos de escala de tiempo más largas: 10, 20 o 30 años (…) Esto necesita ser una política estatal, no de la boya de un investigador”.