Un artículo publicado el jueves pasado en la portada del New York Times consigna que en 10 años más habrá 45 ciudades en el mundo con estrés hídrico extremadamente alto. La zona central de Chile también figura en riesgo. Investigadores locales explican el escenario en Bío Bío y qué se debe hacer.
Mauro Álvarez | Alejandro Baño
No se trata de ciencia ficción ni de proyecciones catastrofistas, sino de una realidad en curso que sólo podría ser alterada (o morigerada) con un esfuerzo gigantesco de la humanidad. El pasado jueves 8 de agosto, el New York Times consignó en su portada las alarmantes cifras proporcionadas por el Instituto de Recursos Mundiales: diversos países, que albergan en total la cuarta parte de la población terrestre, se enfrentan a un riesgo cada vez más inminente: la posibilidad de quedarse sin agua.
En el artículo firmado por Somini Sengupta y Weiyi Cai consigna que en la actualidad 17 naciones se encuentran bajo estrés hídrico extremadamente alto (la mayoría en África y Asia), lo cual significa que están utilizando casi toda el agua que tienen. Asimismo, existen 33 ciudades con más de 3 millones de habitantes con altos índices de estrés hídrico, entre las cuales se cuentan Ciudad de México y Sao Paulo, en nuestro continente. La infografía del NYT muestra también en rojo intenso la mayor parte de México, un amplio margen de Perú y la zona central de Chile.
Y el tiempo no ayuda: en 10 años, el número de ciudades en crisis en el mundo aumentará a 45, afectando a una población superior a 470 millones de personas.
Pero, ¿qué pasa en Chile? El artículo científico “La mega sequía en Chile central (2010-2018): un clima en perspectiva dinámica”, de los científicos nacionales de la Universidad de Concepción, Héctor Sepúlveda, Daniel Veloso y Aldo Montecinos, quien además integra el Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y Minería de la UdeC, en conjunto con profesionales del departamento de Geofísica de la U. de Chile, René Garreaud y Roberto Rondanelli y Juan Boiser del Centro de Investigación del Clima y Resiliencia (CR2), entrega algunas luces… y no son buenas noticias. Aunque la megasequía que afecta a Chile desde 2010 debiera tender a disminuir por efectos naturales, el impacto del ser humano en el cambio del clima mundial podría atrasar esta recuperación.
Evitar que este tipo de fenómenos se acentúe sólo dependerá de cómo se manifiesten los impactos antropogénicos en las variables atmosféricas y oceánicas del planeta. Noticias no muy alentadoras si se considera que esta sequía es la de más larga duración de Chile central desde que existen registros instrumentales y posiblemente una de las peores de los últimos mil años, concuerdan los investigadores involucrados.
Si bien el fenómeno de las bajas precipitaciones en el territorio central, entre Valparaíso y la Araucanía (que en la última década registran del orden de seis sistemas frontales menos al año), se debe principalmente a una condición natural, influenciada por el océano, que según el estudio es responsable del 50% de la sequía en el territorio nacional, el impacto humano también es un factor relevante.
Según el documento, la alerta estaría alrededor del 25%, lo que llevaría a Chile central hacia una condición seca durante el resto del siglo XXI.
El profesional investigador UdeC Aldo Montecinos explica: “Este efecto nos hace suponer que las sequías serán más recurrentes en perspectiva al año 2050, al punto que se pronostica una disminución de precipitaciones de entre 5 y 20%, lo que significa bajar de 1.000 milímetros de agua al año a 800 mm, en el peor de los casos”.
Y aunque Montecinos piensa que esto no durará 100 años, estima que el escenario actual es suficientemente complejo. A su juicio es difícil hacer un pronóstico con tantas variables en juego, debido a los efectos que podrían provocar los fenómenos de El Niño o La Niña en los próximos años.
Una de las preocupaciones centrales de los investigadores es que a falta de lluvia y el aumento en la presencia de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera ha llevado que en las últimas décadas según la ONU, la temperatura del planeta haya subido un grado Celsius en promedio, llevando a que disminuya la capa de nieve en la cordillera andina, como también el agua presente en los embalses y los niveles de agua subterránea en la misma área geográfica.
Y para aumentar los problemas, esta sequía ha coincidido con la década más cálida registrada a la fecha, lo que significó el aumento de un 60% de los incendios forestales.
“Entendiendo que nosotros tenemos un clima mediterráneo, las precipitaciones se dan en el invierno, pero la demanda de agua se da en el verano. Entonces tradicionalmente nosotros nos abastecíamos con la acumulación de nieve, cosa que ya no ocurre, por lo tanto, nuestro trabajo está enfocado en recuperar los recursos hídricos, y para ello es importante construir nuevos embalses que nos ayuden a sortear la sequía pensando en las nuevas generaciones”, advierte el investigador del Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería, Crhiam, José Luis Arumí.
En el caso de Concepción, Arumí precisa que la situación es bien compleja. “Considerando que el último año lluvioso que tuvimos en nuestra Región fue en el año 2006, al año 2019 llevamos 13 años con déficit hídrico. Y a pesar de que ha llovido, aún seguimos teniendo una falta del recurso, lo que torna la situación muy compleja. Por otro lado, la demanda de agua sigue creciendo porque tenemos mayor población, tanto presente como flotante, como es a través del turismo”.
Considerando que la sequía en Chile es un problema latente, la directora de Crhiam, doctora en Ciencias Químicas y docente de la Facultad de Ciencias Ambientales de la UdeC, Gladys Vidal, apunta a que el agua debe ser distribuida para todos los chilenos.
Justifica: “Esta megasequía está avanzado hacia el sur, hacia zonas donde pensábamos que teníamos exceso de agua, como es el caso de la Región del Bío Bío, dándonos cuenta que su distribución no es homogénea en todo el territorio. Si bien esto tiene que ver con el cambio climático, también se debe considerar cómo se está planificando el territorio, más aún si en algunos lugares el recurso se entrega en camiones aljibes. El gobierno debería preocuparse y tomar como prioridad esta situación porque el acceso al agua es un derecho humano, por ende, se debe priorizar su uso potable, más aún en la megasequía que vivimos y viviremos más adelante”.
En cuanto a cómo se ve la situación de la Región en el futuro, la directora del Centro de Ciencias Ambientales Eula-Chile y profesora asociada de la Facultad de Ciencias Ambientales de la Universidad de Concepción, Alejandra Stehr, complementa: “Se espera que las temperaturas sigan aumentando y las precipitaciones sigan disminuyendo, con la consecuencia de que los caudales sigan disminuyendo aún más por la falta de lluvia y nieve, afectando también a la flora y fauna existente”.
¿Cómo se resuelve el problema? El artículo de NYT consigna lo que se está haciendo en la ciudad india de Bangalore, en una situación grave de estrés hídrico. Allí están convencidos que el manejo del agua es clave, y que las soluciones no son tan complejas: tapar las filtraciones del sistema de distribución del agua, reciclar las aguas residuales, recolectar aguas lluvia, limpiar lagos y tierras pantanosas, restaurar viejos pozos, sustituir cultivos que requieren mucha agua por otros, etc. Y es que, como consigna en el artículo Priyanka Jamwal, integrante de la junta de gobierno del Trust para la Investigación en Ecología y Medioambiente de Bangalore, “el agua es un problema local y requiere soluciones locales”.
¿Qué esperamos entonces?