12 años lleva la magistrada Margarita Sanhueza (52) como jueza del Primer Juzgado Civil de Concepción y éste es su tercer año como presidenta de la Asociación de Magistrados. Antes de eso, partió como relatora en la misma Corte de Apelaciones penquista.
“Tengo la suerte de haber llegado cuando ya las mujeres estaban ingresando al Poder Judicial, así que no fue una mayor dificultad. Creo que como mujer es complicado, porque una tiene que responder por los hijos, hacerse cargo de las cosas de la casa, entonces es más complicado desde ese punto de vista que del ingreso al Poder Judicial”, dijo la jueza, para quien sus dos hijas, Danae de 21 años y Samantha, de 14, son su absoluta prioridad: “entre dedicar tiempo para especializarme y hacer un magister, y estar con mis hijas, prefiero estar con ellas”, dijo la jueza.
Sanhueza reflexionó sobre la llegada de mujeres al Poder Judicial y lo atribuyó a que hoy se están empoderando.
“Se dan cuenta de que tienen muchas capacidades y que su forma de ver la vida le da una impronta a su trabajo. Pueden asumir cargos de jefaturas, y con más empatía que los hombres. Me gusta trabajar con ellas, creo que son más aperradas, están más disponibles, se organizan, son más exigentes en cómo trabajan, quieren hacer mejor la pega, porque siempre necesitamos demostrar que lo hacemos bien, nos entendemos mejor haciendo una buena pega y con vocación de servicio”.
En su rol de dirigenta gremial, ha tenido un rol activo al visualizar problemas y conflictos que hay dentro del Poder Judicial, como la falta de seguridad en las salas de audiencias, o el posible tráfico de influencias dentro del gremio, puesto en el tapete tras la crisis vivida en Rancagua. En la zona hay 130 asociados.
“Es un trabajo donde hay que viajar, ver lo que es necesario para el gremio, tomar decisiones en nombre de otros. Para mí es un desafío llevar la voz de aquellos que son mis pares. Nos han tocado temas complejos, con la opinión pública encima, entonces ha sido más visible”.
Su tiempo libre es completo para sus hijas: “Me entretiene estar con ellas: pedimos sushi, vemos películas en la casa, vamos al cine juntas, salimos a pasear, a comer helados, esas cosas más simples son las que me gustan”. Aunque ninguna siguió su vocación de abogado: “la más grande estudia Enfermería y la más chica dice que no le gusta, ¡dicen que hay que estudiar mucho!” dijo riéndose.
Y es que además -reconoció- la han visto toda la vida llevándose parte de su trabajo a la casa. “Aquí no me alcanza el día, entonces salgo, duermo -porque la siesta es sagrada-, y luego sigo trabajando. Y en eso mis hijas siempre me han entendido y apoyado”.
Aunque no quisieron seguir los pasos de su madre, a Danae y Samantha les gusta que su madre les comente los casos que está estudiando y que tiene que fallar: “Y a veces les pregunto cosas a ellas, porque los niños tienen una visión interesante respecto de la mirada que tenemos los adultos. Ven cosas que yo no logro ver”.