La realidad opresora, y la pérdida del miedo sobre la base de la organización y el trabajo colectivo, fueron los principales factores que impulsaron a los alumnos de la UdeC a recuperar su federación en 1983, la cual fue clave en el movimiento social que terminó por derrocar al régimen militar.
Los 70 y 80 fueron una época difícil para la comunidad universitaria, especialmente para los estudiantes. Sin embargo, en tiempos aciagos, surgen las batallas más nobles, alimentadas por la fuerza de la unidad y el espíritu democrático, que nunca se perdieron. La rearticulación de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción (FEC) fue una de las primeras a nivel nacional. El 30 de noviembre de 1983, más de 5 mil estudiantes votaban por primera vez en 10 años por sus dirigentes, alzándose como presidente de la organización el estudiante de Biología Marina Cristian Cornejo. Lo acompañaron en el cargo de vicepresidenta Paulina Veloso; como secretario general Alejandro Navarro; como secretario de Finanzas Jaime Pino, y como secretario de Actas, Carlos Cruz.
“Ingresé en 1979 a la UdeC. No tenía mayor conocimiento respecto de la intervención militar en la universidad, pero sí antecedentes respecto de la represión. Yo había sido exonerado en el Liceo Manuel de Salas, por lo que de alguna manera, sabía de los embates de la dictadura. Esperaba encontrar algo parecido con los rectores delegados, y así fue, particularmente con Guillermo Clericus, quien rápidamente se hizo impopular debido a los abusos de autoridad y su actuar militar”, recuerda Cristian Cornejo, quien ingresó a las JJ.CC. a los 15 años.
“Nuestras limitaciones tenían que ver con las libertades, que estaban coartadas, como la de reunión y organización. Eso nos motivó a movilizarnos, básicamente buscando espacios de participación. Así nos fuimos rebelando contra la autoridad, y fuimos capaces de construir grandes movimientos que derrocaron después a la dictadura”, agrega.
A su juicio, hubo dos aspectos fundamentales que permitieron ir abriendo espacios de libertad.
“Primero, el hecho de perder el miedo, sobre la base de una complicidad entre quienes estábamos contra la dictadura, que de manera colectiva, compartimos la escasa, pero creciente valentía. Lo segundo, fue vivir una realidad opresora, que causó una rebeldía natural, la cual se canalizó a través de un colectivo”, cuenta.
En este contexto, la rearticulación de la FEC se produjo también al alero de la experiencia a nivel nacional, como fue la recuperación de la actividad cultural en la Universidad de Chile.
“Estos espacios de libertad y participación que se van ganando, se traspasan a otras regiones, particularmente a Concepción, lo que permitió crear espacios de libertad, discusión, participación, de organización. En ese contexto, comenzamos a recuperar los centros de alumnos, proceso en el que la Facultad de Biología fue pionera. Me tocó encabezar la coordinadora de estudiantes de la UdeC, que fueron los centros de alumnos recuperados democráticamente, lo que dio pie a la recuperación de la federación. Esto generó un impacto social y político importante, tanto a nivel local como nacional”, sostiene Cornejo, quien remarcó el rol del movimiento estudiantil.
“En general, este ha sido capaz de expresar tempranamente los procesos de cambio social. Han sido una suerte de parlante y activador del cambio social, y condicionantes para expresar etapas de cambio. En nuestro caso, la FEC fue clave para enfrentar a la dictadura, porque pudimos hacerlo públicamente, en la calle, obviamente con represión, pero manifestando que era posible cuestionar el modelo, ganándose los espacios de libertad y participación. Cumplimos ese rol, pero no fuimos los únicos. También aportaron los movimientos sociales”, reconoce.
Paulina Veloso, exministra de la Segpres durante el primer Gobierno de Michelle Bachelet y actual miembro del Consejo de Defensa del Estado, también formó parte de aquella “primera” FEC.
Ingresó a estudiar Ingeniería Civil en 1975 a la UdeC, pero se fue a Suiza ese año. En 1979 retornó a Chile y a la casa de estudios, esta vez a Derecho, luego que su marido, Alexei Jaccard (también exalumno de la UdeC), fuera detenido en un viaje al país y hecho desaparecer hasta hoy.
“En esa época todas las universidades en Chile estaban intervenidas. Y había fuerte represión, dentro y fuera. Yo fui varias veces sancionada, primero, por el solo hecho de sentarnos en el foro, sin hacer nada, solo dando a entender que ahí estaba la oposición; que la oposición existía. Eso fue el año 1982, creo. Era un acto totalmente pacífico. Mi hermano menor, Raimundo, de Ingeniería Civil, también fue sancionado. Y debió retirarse un tiempo, emigrando a la U. Católica en Santiago; finalmente después de una nueva sanción, cuando ya no era alumno, gracias a un recurso de protección que alegó mi padre -en favor de muchos estudiantes universitarios que habían sido sancionados, entre los que estaba él- y que ganó, pudo volver y terminar en la UdeC. En varias oportunidades el domicilio de mis padres fue allanado, y una vez tuve orden de detención por largo tiempo, por lo que debí esconderme, sin asistir a clases, desde luego”, relata.
En cuanto a las limitaciones, estas no solo estaban circunscritas a los temas en las clases, en los seminarios, en la actividad estudiantil.
“Corríamos riesgo de ser detenidos por pensar distinto. E incluso desaparecer. Tenían limitación los profesores; no podían enseñar cualquier tema. No podían sugerir temáticas sobre democracia, libertad de expresión, partidos políticos, elecciones libres, etc. Podían ser despedidos. No podíamos hacer cualquier investigación en nuestros trabajos o memorias. Todo el ámbito cultural e intelectual estaba intervenido”, sostiene, agregando que la organización estudiantil fue un verdadero “trabajo de joyería”.
“En ella actuaron diversas generaciones de estudiantes. En el primer período, desde 1974 a 1975 fueron años muy oscuros, todos estaban sumergidos. Entre 1976 y 1980 comienzan a organizarse los comités culturales. Se hacía política a través de organizaciones culturales. En esa instancia, se reconocían unos a otros, y se preparaban pequeños actos de resistencia. El acto cultural cantando Illapu en el foro fue un punto culminante de aquella época. Me lo han contado, porque yo no lo viví”, afirma.
Desde el año 1980 en adelante cambia el escenario. “Comienzan a organizarse los centros de alumnos: Biología Marina, Derecho, Medicina, Ingeniería, Pedagogía. El rol de la FEC fue muy importante, pues a la época, en Concepción, no había otra organización social con tanta visibilidad. Por eso llegaban al barrio universitario a conversar con nosotros representantes de trabajadores, secundarios, etc. Jugaba un rol de voz pública regional. Y nuestra organización estudiantil tuvo además muchos méritos. Fue la primera que se mantuvo a nivel nacional. Vinieron de Santiago a analizar como lo habíamos logrado. Nosotros habíamos hecho una campaña alegre; llena de símbolos atractivos. Bonitos. Eso fue importante porque daba mística y seguridad”, recuerda.
En plena década del 80, la senadora Jacqueline van Rysselberghe ingresó a la UdeC a estudiar Medicina.
“Era una época dura, difícil, de mucha polarización, pero que le otorgaba un ingrediente adicional al hecho de ser dirigente estudiantil. Para mí y quienes éramos de derecha, fue especialmente complejo en ese entonces, porque estábamos en clara desventaja, ya que ahí predominaba la izquierda dura. No por casualidad fue la cuna del MIR y todo el aire combativo que se respiraba en esa época”, advierte.
Y recalca: “Como dirigente de derecha, estaba obligada a mostrar firmeza y disputar con fuerza los espacios que eran dominio de la izquierda, porque buscaban amedrentarte y reducir tu campo de acción. Sin embargo, les disputamos de igual a igual en el ámbito de las ideas y propuestas”, sostiene la parlamentaria, quien formó parte del movimiento gremialista Enrique Molina.