Familia de acogida no fue considerada para adoptar al pequeño de dos años que está bajo su cuidado desde los cinco meses. Profesionales explicaron que este quiebre puede sentirse como un nuevo abandono y dañarlo gravemente en su desarrollo y vida adulta.
A la espera de la resolución de los Tribunales se encuentra el matrimonio de Favio Ruiz y Vilma Araos, guardadores del pequeño B., de dos años, a quien recibieron cuando tenía cinco meses.
Ambos informaron a Sename de su decisión de adoptarlo. Sin embargo, la carpeta con sus antecedentes no fue entregada al tribunal de Familia de Concepción, el que ya designó a otro matrimonio para ser los padres del pequeño.
La familia, desde el principio, ha planteado que aquí es clave el sufrimiento que se le va a causar al niño, separándolo de los únicos padres que conoce, elemento que, según ellos, hasta el momento no ha sido considerado por los tribunales de Justicia.
Entonces, ¿cuál es la opinión de los psicólogos expertos en infancia con respecto a lo ocurrido en este caso?
Constanza Quintanilla, psicóloga infanto juvenil, fundadora del grupo Miradas, quien ha trabajado en Programas de Reparación al Maltrato Infantil en instituciones colaboradoras de Sename, aseguró que hay casos en que la adopción se hace ‘contra el tiempo’, “entonces se justifican decisiones que podrían ser altamente angustiantes y desestabilizadoras para niños y niñas. Ello es llamativo, porque trabajamos en pos del interés superior del niño, pero pareciera que en estos casos, el interés superior no es el niño”.
Agregó que “en este caso, ‘preparar’ a un niño en dos días para conocer a unos nuevos adultos, no es responsable, ni respetuoso ni se condice con el principio de interés superior del niño. Ello generará claramente estados angustiosos en el niño, despertará probablemente ansiedades de separación que el niño ya ha experienciado, lo que provocaría un quiebre en su vida cotidiana, un caos emocional que no necesita.
La psicóloga explicó que una separación de sus guardadores, podría generar daños irreversibles, en un momento de su vida en que no tiene aún las capacidades para poder comprender por qué se toman esas decisiones y que éstas son por su bien. “El apego es la conducta de supervivencia del bebé. Cuando le desaparecen su figura primaria de apego, se rompe lo conocido para él, la pequeña estructura que se ha ido armando se desarma y pasa al cuidado de personas desconocidas; donde tendrá que hacer esfuerzos para generar nuevos vínculos que no necesariamente serán correspondidos. Entonces, si pensamos en que el bebé pasa de su familia nuclear a una residencia, luego, a cuidadores y luego a adopción, son demasiados contextos a los que tendría que adecuarse a sus cortos años de vida, tarea que podría no ser llevada a cabo, porque el niño está en desarrollo y no tiene aún las capacidades de flexibilizar a esta velocidad los cambios de figura de apego que le están exigiendo. Esto tiene efectos negativos en la vida adulta y en este momento actual, los cuales podrían no ser reversibles”, precisó.
Consuelo Novoa, psicóloga e investigadora del Observatorio de Parentalidad (OPA) de la Universidad de Concepción, precisó que “en este caso, si el niño y sus cuidadores habían desarrollado un apego seguro. “Esta separación podría ser sumamente perjudicial, porque ese niño ya sufrió una vulneración que lo llevó a ser separado de su familia de origen, Una nueva separación forzada podría vivirse como un nuevo abandono o una nueva experiencia de que no se puede confiar en el entorno. Si ya se generó un vínculo, no es llegar y reemplazarlo”.
Una opinión muy similar comparte la experimentada psicóloga penquista Andrea Adriazola, quien durante décadas ha tratado a niños y asesora a padres para fortalecer los temas vincularse y el apego. Al respecto, la también docente de la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo resume: “La adopción por parte de otro sistema familiar para este niño sería una nueva experiencia de abandono”.
Según Anneliese Dörr, doctora en Psicología y Directora del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Chile, para comprender el daño que pueda producirse en un niño que se lo separa de su madre o “cuidadora sustituta”, hay que conocer un poco sobre cómo se crea en el ser humano el “apego” y la capacidad para hacer vínculos.
La investigadora explica que en los primeros dos años de vida se estimula la capacidad emocional, es decir, existiría un periodo crítico que sería la base para que el niño pueda posteriormente experienciar sentimientos hacia otros, la capacidad de amar, empatizar, conmoverse.
“En general, la maduración de cualquier habilidad, sea esta emocional, musical, lingüística, lógico-matemática, tiene un momento especial en que debe ser estimulada para que se produzca el aprendizaje. Es un periodo en que el organismo está neurológicamente preparado para funcionar y responder ante los estímulos específicos que dan lugar al desarrollo de cierta habilidad. A este periodo se le suele llamar “momento crítico o ventana de oportunidad”. Es un periodo variable para cada habilidad (afectiva, motora, lenguaje, etc…), y en el cual todo el sistema está neurológicamente maduro y preparado”, precisa Dörr.
La académica relata que los estudios que se han hecho en niños insitucionalizados, es decir que han sido separados de sus padres, muestran que lo determinante es el momento de la separación, siendo los dos primeros años los más delicados. “Hay que aclarar que lo más grave, en el sentido que más daño produce, por su dificultad para revertir el daño, es no tener un cuidador en exclusividad los primeros dos años de vida. Esto debido a que la capacidad de sentir afecto no se desarrolla bien. La capacidad emocional y de vínculo se logra si el bebé tiene un cuidador en exclusividad para él, generalmente es la madre. A través de la repetición del estímulo (la madre), el niño comienza a reconocer ese olor, es voz, esa mirada, ese tacto. Es esa la persona que asocia con bienestar y satisfacción de sus necesidades, quien lo contiene y le pone nombre al afecto que lo inunda. El bebé no sabe por qué llora, siente necesidad de algo y la madre traduce ese llano ya sea dándole el bienestar que le falta, como también poniendo en palabras su sentir. Es así como el empieza a necesitar a esa persona, es a ella a quien extraña, es a esa persona a la que busca, y así se desarrolla su capacidad para vincularse y diferenciar en el futuro sus diferentes emociones”.
Anneliese Dörr explica que es de esta manera que ese cuidador en exclusividad (que dicho sea de paso, puede ser reemplazado por algunas horas, de manera que la madre se pueda distraer y realizar otra actividad), pasa a constituir para el bebé una necesidad de primer orden, al igual que la alimentación.
“Esto ya se sabe desde la Segunda Guerra Mundial, tiempo en que la OMS le encomendó al psiquiatra inglés, John Bolwby, realizar un informe sobre el estado de salud de niños huérfanos. A raíz de este informe surge el concepto de “apego”. Él demuestra que el recién nacido necesita desarrollar una relación con al menos un cuidador principal para que su desarrollo social y emocional se produzca con normalidad”.
La doctora en Psicología cuenta que Bowlby observó cómo reaccionaban niños pequeños ante el alejamiento temporal de la madre, y elabora el concepto de apego (el bebé toma al cuidador principal como base segura), encontrando que el 72% de niños separados de la madre y que eran sanos, morían. También describió como en las grandes instituciones que se caracterizan por masificación, había despersonalización en el trato y deprivación de estímulos verbales y emocionales, lo cual generaba reacciones y procesos psicopatológicos como: desarrollo de personalidades incapaces de afecto y en casos más graves, psicopatía (personalidad antisocial que no experimenta remordimientos ni compasión por los otros).
Prosigue Dörr: “Más tarde aparecieron investigaciones con roedores de Höfer (1995), en que evidenció la base biológica de la conducta de apego, concluyendo que “estar cerca de la madre constituye componente central para desarrollo y la regulación fisiológica y conductual. La separación de la madre produce deprivación materna, lo cual conlleva a cuadros clínicos tales como: anomalías del sistema neuroendocrino (déficit serotonina), enfermedades pediátricas, retraso en el peso y talla”.
Explica que estos descubrimientos ya habían sido observados por el psiquiatra Winnicott en los años 50, quien tajantemente alertó sobre el peligro de separar a los niños de las madres y no ubicarlos rápidamente con otra madre: la desvinculación del niño con su madre en la primera infancia (0-5 años) puede implicar un “apagón o blackout” emocional. Dicho “apagón” puede dar origen a alteraciones en el desarrollo de la personalidad.
En este mismo sentido, Dörr destaca que los estudios más grandes y tristes sobre separación materna lo hicieron los rumanos, ya que durante el régimen comunista, su líder, Ceasescu, imaginó una niñez perfecta en asilos diseñados fuera de los contactos paterno y materno, separando así a los niños de sus padres. “Estos niños hasta el día de hoy son motivo de estudio, dado los graves daños mentales y cerebrales con que quedaron. El principal daño fue la atrofia del lóbulo prefrontal y el neurotransmisor responsable de la estabilidad del humor, como es la serotonina, la cual estaba siempre en déficit. Este déficit se asoció a falta de amor y de vínculos”, detalla.
Respecto al caso que afecta a la familia guardadora en Concepción, a la que en un principio se le está negando la posibilidad de adoptar al niño que hay cuidado por casi dos años, la doctora Dörr es categórica: “Separar a un niño de su cuidadora principal, la que puede también ser la madre sustituta, es provocarle un daño irreparable. No se entiende que hasta el día de hoy no se agilicen los trámites de adopción en el país y se tenga a los niños en hospicios u orfanatos, dañándose. Se sabe que los primeros 6 meses de vida son cruciales para el vínculo, y que es poco probable que exista un cuidador por niño”.
Y concluye: “Las instituciones y el Estado deberían apoyar situaciones como la que está viviendo el niño de dos años en Concepción. Es decir se debería privilegiar la adopción por parte de los guardadores que se han hecho cargo del niño en sus dos primeros años de vida, y con los cuales ese niño ya creó un vínculo. De esta manera, se le evita una segunda pérdida, y demás está decirlo, todos los daños emocionales y conductuales que conlleva una separación y una interrupción del apego”.