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Saberes ancestrales y conocimiento científico: el diálogo entre la academia y las familias de Lonquimay

Durante un poco más de un año, profesionales de la Facultad de Ciencias Sociales de la UdeC compartieron con familias mapuche de Lonquimay y desarrollaron un informe técnico a través del diálogo entre los conocimientos científicos y los saberes ancestrales.

Por: Ignacio Abad Parraguez 27 de Enero 2019
Fotografía: Germán Lagos | Facultad de Ciencias Sociales UdeC

Es una forma de habitar el espacio geográfico que se ha desarrollado durante siglos. En la época estival, integrantes de las familias mapuche pewenche -que habitan los sectores andinos de Bío Bío y La Araucanía- se movilizan a tierras altas de la cordillera para que su ganado aproveche el forraje nuevo que aparece luego del deshielo.

En este proceso, conocido como veranada, los pewenche trasladan todos los elementos adecuados para instalarse en los sectores altoandinos y construir la infraestructura necesaria para aguantar la temporada, como corrales especiales y rukas.

Al igual que en otras comunidades, esta práctica trashumante ha sido desarrollada históricamente por el Lof Bernardo Ñanco de la comuna de Lonquimay  (provincia de Malleco). Desde que tienen uso de razón, los habitantes de la organización se han movilizado al predio Cayunco –un sitio que tiene una superficie de casi 400 hectáreas y que limita con la Reserva Nacional Malalcahuello- para que sus animales pasturen y puedan afrontar de mejor manera el largo y crudo invierno. Posteriormente, cuando está por finalizar la temporada, los mapuche de este lugar realizan la recolección de los piñones que serán utilizados para venta, el trafkintu (intercambio de bienes) o para preparar el muday en ceremonias.

Sin embargo, esta ocupación física y espiritual de este espacio nunca ha sido reconocida por el Estado. Es más, durante los últimos años entidades como el Ministerio de Bienes Nacionales y Corporación Nacional Forestal (Conaf) han solicitado apoyo técnico a diversos especialistas para estudiar las opciones de solicitar la prohibición del uso del predio, anexar hectáreas del paraje a la Reserva Nacional Malalcahuello o realizar la transferencia del terreno a la comunidad.

Apoyo de la UdeC

El último esfuerzo realizado por Bienes Nacionales se concretó en 2016, cuando se tomó en cuenta la demanda histórica de la comunidad Mapu Choike del Lof Bernardo Ñanco y se solicitó el aporte de profesionales de la Universidad de Concepción para determinar las condiciones ambientales y territoriales que justifican el proceso de trashumancia que se efectúa cada año en este icónico lugar. Y para cumplir con los requerimientos del órgano consultor, un grupo de académicos de la Facultad de Ciencias Sociales de la casa de estudios penquista realizó visitas periódicas a la zona y ejecutó un estudio que incorpora los conocimientos y saberes que posee la comunidad, así como a la historicidad y a las problemáticas de tierras que caracterizan los territorios de los pueblos originarios en Chile y que definen la situación del predio Cayunco en la actualidad.

“A diferencia de otros proyectos que se ejecutan con un diseño previo, este trabajo se construyó con la comunidad desde el principio. Este es uno de los puntos fuertes de esta investigación y que se dio de esta forma, porque compartimos con una comunidad empoderada, que entendía estos temas y que, de alguna forma, nos rayó la cancha con sus condiciones. Es importante rescatar este aspecto, pues los integrantes de la comunidad llevaban años haciéndose cargo de estudios parecidos y este proyecto como la guinda de la torta que coronó un trabajo político que venían realizando desde la década de los 90”, sostiene Germán Lagos, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y director del proyecto.

Germán Lagos | Facultad de Ciencias Sociales UdeC

Para orientar la toma de decisiones respecto de la administración y/o gestión sustentable del predio, los especialistas de la Facultad de Ciencias Sociales recurrieron al apoyo de profesionales de otras áreas –como biólogos, geólogos, un ingeniero geomensor y un historiador- y apoyaron los resultados de su informe con los datos obtenidos gracias al levantamiento y la actualización cartográfica del sector; un análisis de la biodiversidad, servicios ecosistémicos e impactos ambientales, con un respectivo catastro de especies; un análisis vegetacional a través de los índices de Diferencia Normalizada de Vegetación y de Vegetación mejorado (utilizando imágenes satelitales del predio); un análisis del contexto histórico de pueblo Mapuche; una caracterización territorial y sectorización del predio; y, por último, un análisis sociocultural (producto de un riguroso trabajo etnográfico).

“Este proyecto es una contribución real a la transformación social por medio de un trabajo interdisciplinar. Metodológicamente hablando, se trabajó de una manera horizontal y considerando, tempranamente, las aprehensiones que las comunidades tienen para este tipo de estudio; el proceso de desarrollo de la metodología se realizó en conjunto con la comunidad. Y lo otro que es importante destacar de esta experiencia es que las consecuencias fueron favorables, ya que logramos que se restituyeran alrededor de 400 hectáreas que no le habían sido reconocidas a las comunidades y en las que no había título de propiedad. En el fondo, lo que hizo el Estado fue un reconocimiento al uso consuetudinario de un espacio territorial de alta cordillera”, resalta Natalia Milla, académica de la carrera de Antropología de la Universidad de Concepción y coordinadora de esta inédita iniciativa.

Afortunadamente, los especialistas de la UdeC pudieron evidenciar los usos ancestrales, efectivos y potenciales de parte de la comunidad en el predio Cayunco durante las veranadas. Además, pudieron constatar y consignar en el informe el muy buen estado de conservación del sitio y sus inmediaciones, considerando el rol fundamental que han tenido las familias del Lof Bernardo Ñanco en términos del uso racional, responsable y sustentable de los recursos.

En otras palabras, no fue posible probar impactos negativos en términos medioambientales. Por esta razón, el Estado reconoció el uso de consuetudinario en el terreno de la alta cordillera y a principios de 2018 inició el proceso de regularización de la propiedad. 

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