
La captura de la Fragata María Isabel en la Bahía de Concepción no sólo marcó un punto de inflexión en la guerra por la Indepencia: también permitió el nacimiento de la Escuadra Nacional.
Alejandro Mihovilovich Gratz
Investigador del Archivo Histórico de Concepción
Luego de los funestos resultados del Ejército Realista en la Batalla de Maipú (5 de abril de 1818), donde un ejército dirigido por el brigadier general español don Mariano Osorio, fue reducido a nada, ya que de los 5.500 hombres que salieron de Talcahuano a combatir el ejército libertador, tan sólo volvieron al puerto, don Mariano Osorio y unos 12 hombres que lo acompañaban, de esta derrota es lo que estamos hablando.
Este hecho permitió a don Bernardo O’Higgins olvidarse por un tiempo de la conquista de Concepción y Talcahuano, y abocarse de lleno a la creación de una escuadra nacional, ya que en su criterio después de la Batalla de Chacabuco (12 de febrero de 1817) expresara que “esta y mil victorias no se servirán de nada sino conquistamos el pacífico”, dando por sentado que nuestra mayor amenaza vendría desde el mar.
En efecto, el rey de España, pese al reducido presupuesto, luego de las guerras con Francia y la ocupación napoleónica, organizaba una expedición a América, con el fin de apoyar al Virrey del Perú y revertir las ideas independentistas surgidas en América. Para tal efecto, zarpó del puerto de Cádiz, (21 de mayo de 1818) una expedición de aproximadamente 2.000 a 2.500 hombres conducidos en varios transportes, entre los que se contaban: el Trinidad, Jerezana, Especulación, Dolores, Escorpión, Magdalena, Carlota, San Fernando, Atocha, Elena, y otros que quedaron en Tenerife por mal estado y cuyas tripulaciones fueron embarcadas en los diferentes transportes que traía la escuadra. Las fuerzas venían a cargo del teniente coronel don Fausto de Hoyos.
Acompañaba para proteger a la expedición, la fragata Reina María Isabel, en ella venían los jefes de la expedición y algunos civiles con destino a Lima.
La Fragata contaba con lujosas comodidades que no tenían otros buques de la armada española, a su vez, estaba poderosamente armada con 50 cañones y apertrechada con todo lo necesario, lo que hacía de la nave una magnífica presa de ser capturada.
La noticia del zarpe de la expedición española llegó a Buenos Aires y fue transmitida por la Junta Trasandina con gran prontitud a Chile.
O’Higgins incrementó los esfuerzos para poner en estado de zarpe la primera escuadra nacional, constituida por los buques, General San Martín, Lautaro, Corbeta Chacabuco y Bergantín Araucano, y el Pueyrredón, todo a cargo del almirante don Manuel Blanco Encalada, quien recibió ordenes precisas de O’Higgins sobre la manera de operar. La escuadra nacional se dio a la vela desde Valparaíso el sábado 10 de octubre de 1818, con destino al sur, con orden de capturar los transportes que traía la expedición realista salida desde España el 21 de mayo de 1818. La captura se haría a la altura de la Isla Mocha, lugar de destino de la escuadra chilena.
Un hecho que por su importancia marca el grado de ánimo de las fuerzas realistas, lo representa la llegada de la fragata española Trinidad el 26 de agosto al río de la Plata, cuyos tripulantes amotinados se pusieron al amparo del gobierno independiente de Argentina, entregando la embarcación y los pertrechos, incluyendo además las ordenes y señales para comunicarse con las fuerzas que componían la expedición, el gesto fue festejado por los patriotas trasandinos y los españoles fueron acogidos generosamente.
O’Higgins observó desde los cerros de Valparaíso la salida de la escuadra y dirigiéndose hacia los que lo acompañaban dijo: “4 barquichuelos dieron a los reyes de España la posesión del nuevo mundo, estos 4 van a quitársela”.
Debido al mal tiempo y los vientos del sur en contra, la escuadra nacional llegó 4 días tarde a la Isla Mocha, cuando ya parte de la expedición realista había tocado tierra en la isla el 27 de octubre, y junto a la Fragata María Isabel se encontraban fondeados en Talcahuano. En la Isla Mocha habían quedado 5 marineros, para entregar al resto de la expedición un pliego de instrucciones, que estos debían comunicar a los buques restantes del convoy.
El almirante Blanco Encalada premunido de toda la información, fue capturando a su paso por la isla, los transportes que conducían a la expedición.
Terminado el operativo, el almirante se dirigió a la bahía de Talcahuano con el navío San Martín y la fragata Lautaro bajo bandera inglesa. Alertada la fragata española Reina María Isabel disparó un tiro de advertencia, con lo cual los navíos chilenos arriaron el pabellón inglés y levantaron el chileno, poniéndose a distancia de fusil del buque español. La fragata Reina Luisa disparó una descarga certera con todos los cañones, su capitán hizo cortar las amarras para varar la nave e incluso quemarla antes de entregarla al enemigo. La nave varó en las fangosas orillas de la Isla de Rocuant.
Las fuerzas chilenas dispararon tratando de no dañar la fragata española, y se prepararon para el abordaje, mientras parte de la tripulación española se lanzaba al agua para ganar a nado la playa.
Los tenientes Nataniel Bell y Guillermo Santiago Crompton abordaron la fragata española varada en la bahía reduciendo a su tripulación.
Mientras en Concepción informado de los acontecimientos, el brigadier Francisco Sánchez militar dejado por don Mariano Osorio al mando de la provincia, al abandonar Talcahuano, salía con personal a defender la captura de la fragata varada. El almirante Blanco por su parte, mandó a parlamentar a Concepción al comandante de marina sargento mayor don Guillermo Miller para que informara a los oficiales recién llegados de España, la captura de los transportes y el estado ventajoso de la revolución chilena.
Mientras esto ocurría, las fuerzas de marinería chilena, habían creado un pie de playa para defender la presa de las fuerzas realistas con un cañón y los disparos de la fragata capturada, mientras que en la cubierta de la fragata Reina María Isabel se realizaban las maniobras para destrabar el buque de su varamiento. A las 11 de la mañana del día 29 de octubre, es decir, casi 24 horas después de comenzado el combate, viento favorable y la alta marea, destrabó el buque ante el asombro y silencio de todos los presentes, y al grito de ¡Viva la Patria!, la fragata pasó a manos de nuestra marina y se bautizó con el nombre de O’Higgins.
Este glorioso triunfo otorgó a Chile el dominio del pacífico y poder transportar al Perú el ejército libertador para emprender la independencia del Virreinato del Perú, último bastión realista en América del Sur, derrotando en la Batalla de Ayacucho al último Virrey americano.
Como epílogo podemos decir que el comandante Miller, aún en tierra, salvó la vida gracias al comandante realista don Pedro Cabañas y al gobernador civil de Concepción don Juan Lóriga, que obligaron al ejército realista a respetar las reglas de la guerra y devolver sano y salvo a un oficial que venía en señal de parlamentar. Miller volvió a bordo ante la alegría y jolgorio de toda la tripulación de la escuadra nacional.