De visita en Concepción para exponer en el cierre del encuentro “Ciencia sin Ficción”, Gabriel León opina sobre la proyección del fenómeno divulgador.
Encargado de cerrar el masivo encuentro “Ciencia sin Ficción”, Gabriel León, Dr. en Biología Celular y autor de la saga “La Ciencia Pop”, comenta las perspectivas futuras de la divulgación científica, particularmente, tras la concreción del por años ansiado ministerio del sector.
– ¿Qué se debe hacer, en su opinión, para que se cristalice el interés por la ciencia?
– Como fenómeno en sí no tiene una misión definida y clara. Es algo más bien espontáneo que se ha dado con figuras relevantes en estos temas. Pero una vez que se descubre este fenómeno se puede utilizar para algo. Algunas personas pueden decir que un objetivo puede ser interesar a más niños para que sean científicos y, efectivamente, Chile tiene un déficit de científicos, pero también tiene un déficit de infraestructura. Es decir, no hay muchos lugares para que esos científicos puedan trabajar, por tanto, se produce una paradoja ahí. Sin embargo, creo, la misión más importante que tiene la comunicación científica tiene que ver con hacer partícipe a la comunidad de lo que los científicos hacen en los laboratorios, que es financiado con dinero de todos los chilenos.
– ¿Despertar consciencia pública?
– El mejor vehículo para generar cambios políticos, políticas públicas, va a emerger desde los políticos cuando ellos se den cuenta de que a las personas les interesa la ciencia.
– ¿Las interpelaciones del mundo científico han dado resultado?
– Sí. Lentamente este interés que se ha ido despertando influye. Que se hable de ciencia, que sea noticia, que se discuta. Parte importante del fenómeno de la comunicación científica tiene que ver con eso. Por eso, los eventos de comunicación científica son tan importantes. En ese contexto, la Universidad Andrés Bello está organizando para noviembre en Concepción una conferencia internacional de cultura científica que tiene esa misión, acercarnos. La idea es que la comunidad nos ayude a visibilizar esto para que los tomadores de decisiones políticas reflejen un interés por la ciencia.
– ¿El Ministerio apunta a eso?
– El Ministerio por sí mismo no resuelve nada. Acá lo importante es cómo se para ese Ministerio, cómo se financia, cómo se interconecta con los actores y cuál es el peso político que tiene. El esfuerzo que hay que hacer es que este ministerio sea más que un cambio de nombre al edificio de Conicyt. El Ministerio de manera mágica no resuelve ningún problema. Lo que puede solucionar los problemas de la ciencia es un Ministerio que funcione.
– ¿Qué dice la experiencia internacional de un Ministerio exitoso?
– Experiencias como las España y Argentina han sido bien poco alentadoras. Uno se da cuenta de que para los políticos la ciencia es una cosa de la que pueden zafar fácilmente, y si hay que hacer desaparecer un Ministerio que sea el ciencia. Por eso, es importante que la ciudadanía considere importante la ciencia. Hoy la ciencia no es un problema político y mi objetivo es que la ciencia sea un problema político.
– ¿Le falta cultura científica al mundo político?
– Muy probablemente, los políticos carecen de una cultura científica relevante. Recordemos que hemos visto pasar varios proyectos de ley que son francamente espantosos, que revelan una ignorancia con respecto a la ciencia que es pasmosa. Recordemos que hace un tiempo atrás se trató de prohibir la nanotecnología en Chile, algo que es ridículo. En el mundo político la cultura científica es escasa.
– ¿Esperas que más científicos se inclinen por la divulgación?
– La mala comunicación científica es mucho peor que la ausencia de comunicación científica. Las personas se pueden desencantar mucho más. Es importante tener talento, pero no podemos depender de los talentos naturales, necesitamos entregar herramientas a los científicos en formación para que aprendan a comunicar, más allá de la revista científica.
– ¿Se corre el peligro de que el interés por divulgar no pase de una moda?
– Lo más triste que le podría pasar a la comunicación de la ciencia, es que se convierta en una moda que en algún momento se acabe. Una oportunidad perdida.