No se trata de una fantasía ni de un delirio de grandeza, sino de un proyecto necesario en una provincia que crece y se expande hacia la periferia, y que aún no consigue resolver sus problemas de conectividad. En las siguientes páginas, adelantamos algunas claves para lograrlo.
¿Cómo es posible que la, por historia, segunda ciudad de Chile proyecte puentes que después de más de un lustro sigan sin poder conectarse con la ciudad? ¿Es tolerable que en una intercomuna con más de un millón de habitantes, se construyan rotondas que al momento de inaugurarse ya están obsoletas? ¿Qué tres años más tarde haya que meterle picota para modificar un proyecto incapaz de absorber el flujo vehícular? ¿Es comprensible que la ruta automotriz proporcionalmente más transitada de Chile (la 160) siga sin solución visible?
No se trata de ser “agrandados” ni de tener delirios de grandeza, sino simplemente de abrir bien los ojos ante nuestra realidad, y contrastarla con ciertas ideas que otros han impuesto o, peor aún, que nosotros mismos hemos ido creyendo, a fuerza de tanto repetirlas.
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Para los que crecieron en Concepción en la década de 1980 y a principios de los 90, uno de los emblemas de la ciudad (“el edificio más alto”) era una obra inacabada: el Edificio Amanecer, el más alto de la ciudad. El gris y deprimente concreto de una torre a medias, abandonada durante años, parecía ser el techo para una ciudad que veía muy lejanos los días pasados de mayor liderazgo y esplendor. Ya por ese entonces, repetíamos como dogmas, viejos paradigmas: “En Concepción el suelo es malo; en Concepción no se puede construir en altura. En Concepción no se pueden cavar grandes subterráneos”.
Paradigmas no tan distintos, en su tono, a los que al principio de siglo XX espetaban los incrédulos a aquel puñado de hombres y mujeres que defendían la idea de una universidad para Concepción.
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Hoy, preparándonos para entrar en la tercera década del siglo XXI, siguen sonando muy fuerte las voces que nos invitan a pensar en pequeño, a conformarnos con poco. Si hay un bus eléctrico, las calles son muy estrechas; si existe por fin un teatro digno, el diseño es feo, está muy a trasmano y seguro será un elefante blanco. Si se busca soterrar la línea férrea, pues sale muy caro y es mejor gastarlo en semáforos. La pregunta de rigor es: ¿Se formularán en Santiago los mismos cuestionamientos en cada extensión de línea de Metro? ¿Se dudó a la hora de ejecutar la gigantesca Costanera del Mapocho, o el recién anunciado túnel subterráneo en Vespucio Oriente, con dos niveles y un parque en la superficie, para los vecinos de Vitacura?
Hoy apenas comienza a emerger, tímidamente la idea de un Metro para el Gran Concepción, un proyecto que potenciaría y permitiría coronar los esfuerzos de conectividad del Biotrén, y ya se escuchan argumentos para descartarlo. Es por eso que en esta edición, Diario Concepción ha querido poner todas las cartas sobre la mesa, para comenzar a pensar en cómo una provincia que crece y se expande, podrá absorber los grandes problemas de conectividad que se avecinan. El tiempo apremia y las soluciones hay que pensarlas antes, no cuando sea ya demasiado tarde.
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En las siguientes páginas, urbanistas, académicos, expertos y autoridades no explican el camino que se debe seguir para conseguir este objetivo, que no debiéramos ver como un sueño lejano, sino como una proyecto factible y necesario, que podemos alcanzar si trabajamos juntos, con liderazgos visibles y no meramente nominales, pensando en un mejor futuro para Bío Bío, en lugar de intereses sectoriales.
Manos a la obra.