Urgencia del Hospital Regional: ¿Colapso o mal uso del sistema?
27 de Mayo 2018 | Publicado por: Samuel Esparza
Este reportaje fue publicado el 31 de julio de 2016. Un año antes, comenzaba a funcionar la nueva ubicación del Servicio de Emergencias del recinto, tras ser dañado por el terremoto de 2010. Sin embargo, se mantenían las críticas por la congestión y largas esperas que debían vivir los pacientes.
Es casi la medianoche de un día de semana en el Hospital Regional de Concepción, y saliendo de la sala de atención de Urgencia Adultos, aparece una mujer. Con evidente dolor, camina al encuentro de sus dos hijos que la esperan afuera. Marisol Vega (50) fue asaltada ese día, sufriendo un golpe en la parte posterior de su cabeza, que le provocó fuertes mareos que la obligaron a asistir al recinto.
Pero, tras esperar más de dos horas, dice que se va tal como llegó. “Entré y un médico joven me preguntó a qué venía. Le expliqué y luego de examinarme un par de minutos, me recetó Ketorolaco y dijo que podía irme ¡Ni siquiera me tomó una imagen! Si me muero hoy, es porque aquí no hicieron su trabajo”, balbucea tragando rabia.
En el otro lado de la sala de espera, Rosa Oliva (66) lleva poco más de cuatro horas rogando que por los parlantes pronuncien su nombre para recibir atención a causa de un agudo dolor de abdomen, que arrastra por días. Su esposo cuenta que fueron primero al Cesfam Víctor Manuel Fernández, pero que ahí les dijeron que si la molestia continuaba, debían ir al hospital. “Mi esposa es valiente y cuesta verla quejándose como ahora. Yo la veo mal, pero qué le vamos a hacer, hay que esperar nomás”, se resigna.
Así de variopinta puede ser una jornada en el hospital más grande del sur de Chile, y que recibe pacientes desde Arauco hasta Santa Juana, incluyendo toda la provincia de Concepción.
Las extensas esperas, que a veces se traducen en varias horas, constituyen sólo uno de los problemas detectados en los servicios de urgencia de todo el país. Malos tratos de parte del personal médico y técnico, además de deficiencias en la calidad de la atención, que incluso pueden redundar en diagnósticos erróneos con el consiguiente riesgo para la salud de los pacientes, completan un abanico preocupante ¿Cuánto de aquello se vive en el Hospital Clínico Guillermo Grant Benavente?
Diario Concepción recorrió durante varias noches la asistencia pública penquista, conversando con pacientes y funcionarios. Y las conclusiones sorprendieron, desde comprobar que una parte importante de los contratiempos son provocados por el mal uso que los propios pacientes dan al sistema, o que la remodelada Torre del Paciente Crítico – orgullo del actual Gobierno- tiene la misma cantidad de boxes que el edificio antiguo.
¿Es el momento tal vez de pensar en un nuevo hospital que ayude a sobrellevar la inmensa demanda de esta zona? O, tal vez, ¿en una Posta Central que descongestione un lugar tan saturado? Expertos y usuarios tienen sus visiones, aunque coinciden en un punto: se necesita intervenir el sistema antes de que tengamos que lamentar su colapso.
Fútbol en la urgencia
Según cifras del Servicio de Salud Concepción, casi el 50 por ciento (49,7%) de las atenciones que se brindan en el Hospital Regional podrían ser atendidas en un centro de salud primario. El Capítulo Médico del recinto entrega cifras mayores, estimando en un 70% las consultas que no corresponden a urgencias.
El número supera por mucho el 35% cifrado por el Ministerio de Salud (Minsal) en 2011 y que provocó que al año siguiente, se implementara el Sistema Triage, que selecciona a partir de la necesidad de las personas de recibir tratamiento médico inmediato, “cuando los recursos disponibles son limitados”. Esta categorización se utiliza hoy en las urgencias y actúa sobre la base de recolección de signos y síntomas.
De esta manera, cada vez que un paciente llega a una urgencia es “encasillado” en una de las cinco categorías de gravedad y que dispondrá también su tiempo de espera: C1 (riesgo vital); C2; C3; C4 y C5 (ver infografía).
A juicio de especialistas, la presencia en urgencia de pacientes del rango C4 y C5, provoca los atochamientos. Así lo plantea en su evaluación el jefe de la Unidad de Emergencia del Hospital Regional, Alfredo Davanzo.
“Más del 60% de la gente que viene es categorizada C4 y C5. Ellos no tendrían que estar aquí, los C5 sobre todo, son personas que no deberían venir por ningún motivo. Si acudieran a la atención primaria, tendríamos una Urgencia mejor que muchos servicios privados de Chile”, enfatiza.
Davanzo profundiza en el tema. “La gente viene acá porque no le gusta levantarse temprano para pedir horas o porque no confía en su policlínico; puedo dar 10 razones que expresan los mismos usuarios. Incluso, hay gente que ya se atendió en el consultorio y viene a chequear si su receta es correcta. Es difícil lograr que acepten que un resfrío o una bronquitis no son emergencias; que estamos para algo más complejo que eso”.
El médico relata situaciones desconcertantes. “De la cantidad de gente que hay en sala de espera, a veces muchos no son pacientes; hay gente que viene a conversar un rato o a capear el frío. El colmo fue cuando teníamos televisor en red y la gente llegaba para ver novelas y se iba. Ni hablar cuando jugaba Chile, estábamos llenos, terminaba el partido y quedábamos casi vacíos”, relata.
¿La solución?
Para parte de los entendidos, la sub utilización de los Cesfam contribuye de manera abrumadora a la sobrecarga en el Hospital Regional. Ivonne Brevis, enfermera jefe de la Urgencia del recinto, se refiere a la circunstancia. “Es una cuestión de educación en que hemos trabajado mucho. Pero aún es insuficiente para que el público comprenda que los Cesfam están para atender situaciones leves e incluso algunas medianas. La urgencia es para una enfermedad a resolverse de forma inmediata o de riesgo vital”.
Brevis agrega que, saltarse la atención primaria, es el gatillante de gran parte de los retrasos que se dan en el hospital. “Son pacientes que deberían estar en su consultorio y llegan acá porque creen que la atención será más rápida. Pero en realidad el tiempo que tendrán que esperar será mucho mayor que si fueran a su Sapu. Y eso hace que nuestro sistema se recargue, que exista mayor presión del paciente al funcionario y abunden los reclamos, que vienen mayoritariamente de las categorías C4 y C5”.
Palabras que refrenda el jefe del servicio. “Las esperas dependen de cada patología, no se relacionan con el orden de llegada. Y los C4 y C5 pueden esperar mucho tiempo, así que cuando la gente se queja uno explica que si quiere rapidez vaya a la atención primaria”, acota.
Davanzo dice que la gente no se acostumbra a que la atención no sea por orden de llegada. “Las personas alegan porque otras entraron antes que ellos, pero esto no es por orden de llegada, sino que de acuerdo a la patología que trae cada cual”, recalca.
Desde el servicio primario, ratifican estar listos para absorber la demanda. Es el caso del Cesfam Santa Sabina, donde la directora, Margot Molina, destaca su capacidad resolutiva. “En el Sapu se realiza la primera evaluación determinando el grado de urgencia. Son atendidos por un equipo compuesto por un médico, un paramédico y una enfermera. Si hay un grado real de urgencia que no podamos resolver, derivamos al Hospital Regional, pero éstos no alcanzan a dos pacientes diarios. Todo se resuelve aquí porque hay un alto grado de preparación y compromiso”, asegura.
Juan Manuel Venegas, director del Cesfam Lorenzo Arenas, comparte la idea. “Aquí funciona muy bien el Triage. En general atendemos pacientes C4 y C5, morbilidad; una herida cortopunzante o una quemadura superficial; dolor abdominal y, en invierno, las enfermedades respiratorias en adultos y niños”, indica.
Lo propio manifiesta el director del Cesfam Juan Soto Fernández, Arnaldo Casas del Valle, quien enumera las prestaciones. “Este Sapu atiende a la población del centro de Concepción, Costanera y de Lorenzo Arenas y San Pedro, que viene por lo expedito de nuestra atención. Podemos atender a cualquier paciente y cuando la complejidad lo requiere, coordinamos con el nivel secundario, o sea el hospital. Pero son pocos los casos que no podemos manejar”, afirma.
Rodrigo Placencia, director del Cesfam Tucapel, también habla de las virtudes de su recinto. “Podemos estabilizar cualquier paciente y si es una urgencia de riesgo vital, damos la primera atención y trasladados al hospital. Destacamos además por nuestro Sapu Dental, para quien presente una urgencia de este tipo, algo que no existe en el sistema privado. Trabaja un odontólogo y un asistente dental y en un turno largo podemos atender hasta a 60 pacientes”, dice.
Visto de esa manera, cuesta entender por qué la población no saca partido a los Sapus que están más cerca de sus hogares y tienen tiempos de espera menores. La desconfianza en la calidad de atención de estos lugares podría explicarlo, tal como se desprende de la traumática experiencia vivida por Alejandra Muñoz.
“En junio del año pasado, mi hija de 21 años comenzó a sufrir fuertes dolores de estómago, que se hicieron agudos y le provocaron vómitos constantes. La llevé al Sapu de Lorenzo Arenas, que nos corresponde por ubicación. Ahí el médico le administró Viadil, pero pasaba el tiempo y no había cambios. Después de unas cuatro horas y sin ningún alivio de por medio, él dijo que podíamos irnos porque con lo que le había inyectado ‘andaría bien’, pese a que ella seguía pésimo. Llegamos a la casa y todo empeoró, así es que la llevé al Hospital Regional y como estaba lleno, terminé en el Hospital Clínico del Sur. Apenas entramos, el médico de turno me advirtió que algo andaba mal y podía ser un problema hepático. La estabilizó y ordenó una ecotomografía y exámenes de sangre. A los 45 minutos teníamos el diagnóstico: una pancreatitis fulminante. Horas después le hicieron el procedimiento para salvar su vida”.
Alejandra reconoce el golpe que aquello significó. “Antes de eso, yo confiaba plenamente en mi Cesfam, pero después de eso nunca más. Si me hubiese quedado con su diagnóstico, hoy mi hija estaría muerta y nadie se hubiese hecho cargo. Lo comprobé hace unos días, cuando la llevé nuevamente al Cesfam por un malestar estomacal. Por esas cosas de la vida, estaba de turno el mismo médico y le conté todo, con exámenes en mano. Pero él, lejos de conmoverse o disculparse, me dijo, ‘ah, es que las pancreatitis son difíciles de determinar’ ¿Podré volver a confiar?”.
Claudio Benavides es el presidente del Capítulo Médico del Hospital Clínico Guillermo Grant Benavente y, en su calidad, entrega antecedentes decidores en este aspecto. “La gente viene acá porque en otros niveles de atención no les solucionan su dificultad. Algo súper repetitivo en el área de cirugía son las curaciones de heridas crónicas, úlceras venosas que las personas llevan por años. Van al consultorio, le hacen curaciones, pero no tienen acceso a evaluación constante de un cirujano vascular o especialista en pie diabético. Ni hablar de los tiempos de espera de interconsultas, que en ciertas áreas son gigantescos. Yo hago policlínico de cirugía de colon y hay interconsultas que tienen 14 meses de espera”, finaliza.
Críticas a la torre
Luego de cinco años funcionando en distintos sectores del Hospital Regional -tras resultar afectada por el terremoto de 2010- en 2008 se reinauguró la Torre del Paciente Crítico, hasta donde se trasladaron los servicios de urgencia, además de la UCI Adultos y la Unidad Coronaria, entre otros. Noticia que fue celebrada, pues se pasaba a contar con un lugar “presentable”.
Si bien reconoce que se mejoró en comparación a las antiguas dependencias, el presidente del Capítulo Médico la cataloga como insuficiente. “Desde lo técnico, nuestra atención es de excelencia. Pero desde el trato al usuario y viceversa, tenemos serias deficiencias que tocan la dignidad de los pacientes. Y eso, básicamente, está dado por la falta de espacios, que fue un tema que no se proyectó cuando reinauguraron este edificio. En opinión mía y de muchos colegas, esta urgencia nació chica”, puntualiza.
Benavides cierra con un dato decidor. “Parece un contrasentido, pero quedamos con los mismos 12 boxes de Medicina y los nueve de Cirugía en Adultos, no ganamos ni un solo box con este nuevo edificio. Pese a todo el esfuerzo, es habitual tener muchos pacientes hospitalizados en camillas, ya sea en pasillos u otros lugares no habilitados mientras están en tránsito a sus servicios clínicos correspondientes. Tenemos un promedio de 30 a 35 pacientes diarios hospitalizados en camillas y en días de mayor flujo, unos 80. Por eso digo que necesitábamos mucho más. Quizás como médicos nos faltó ser más exigentes, porque esto no habría sucedido en Santiago, lo aseguro; allá no esperan cinco años y medio por algo tan necesario”, sentencia.