Al no encontrar colegio que los reciba tras su paso por la justicia penal adolescente, regresan a la cárcel. Por esto, organización ya inició proyecto de levantar una escuela para estos adolescentes.
Una dramática realidad constató la Fundación Tierra de Esperanza en el Centro de Internación Provisoria y de Reinserción Social de Coronel, donde ellos instalaron el Colegio El Renoval en 2011, para que los adolescentes que están en internación provisoria o cumplen condenas puedan seguir cursando estudios.
Sin embargo, hace dos años, los adolescentes que recuperan su libertad se ven forzados a regresar al centro para estudiar, ya que no se adaptan a una escuela normal o no son recibidos en ella, por lo que están en potencial riesgo de desertar del sistema escolar.
Este año 10 de ellos están asistiendo a clases en El Renoval, que cuenta con una directora, ocho profesores, dos psicopedagogas y una educadora diferencial. Las clases se desarrollan en containers habilitados como salas, las que se ubican en el sector de imputados como de condenados.
Una realidad difícil de entender, si se considera que la educación en Chile es obligatoria, pero que el director de la Fundación Tierra de Esperanza, Pedro Canales, precisa que hay 80 mil niños y adolescentes fuera del sistema escolar en Chile.
“Este es un país legalista, donde la ley se vende en las calles. A los extranjeros eso les sorprende que los textos se vendan en las calles, y aquí normamos que la educación sea obligatoria, pero hay miles fuera del sistema, por distintas razones: algunos desertan por desmotivación, por frustración. Otros porque las escuelas los expulsan, no los quieren, y hay distintas maneras de expulsar, como cancelando las matrículas, entonces imagina tener 14 años, estar atrasado un par de años, la escuela deja de ser atractiva, entonces desertas. En otros casos es por negligencia de los padres, y aunque la educación es obligatoria, la realidad es otra”.
Canales agregó que las escuelas tampoco reconocen las necesidades especiales de cada alumno. “Por ejemplo, hablamos de una educación avanzada, pero seguimos pensando en poner internet en las escuelas, cuando en otros países ya se está hablando de robótica. Entonces es demasiado dispar el ambiente en que estamos haciendo el proceso educativo”.
Para Canales, la clave del regreso de los adolescentes al centro es el vínculo que se genera con los docentes que allí hacen clases.
“Son chiquillos que están privados de libertad en Coronel, el sistema los deja libres y ellos vuelven todas las semanas a clases al colegio, fenómeno que ocurre hace dos años. Y esto se explica porque hemos creado un clima entre el equipo docente y los estudiantes, y debe ser tan motivador para esos chiquillos que vuelven allí”.
Canales reveló que están conscientes del sacrificio que hacen los jóvenes para volver al recinto, ya que son todos oriundos de comunas diferentes, por lo que ya echaron a andar el proyecto para conseguir un aula que reúna a todos aquellos adolescentes que no sean recibidos en un colegio o no puedan reinsertarse en el sistema tradicional. Buscamos un lugar en San Pedro de la Paz o Concepción, porque eso nos demuestra que los chiquillos quieren aprender, solo que el sistema no es el correcto. Queremos que no tengan que volver al Centro de Privación, porque sabemos que hay una demanda de los jóvenes por seguir estudiando, porque se dan cuenta de la importancia de seguir en el colegio”.
Más aún: cuando termina su internación provisoria o cumplen su condena no tienen apoyo de nadie para buscar un colegio.
“La paradoja es que hay programas de apoyo a la reinserción, pero para poder trabajar con ellos, tienen que seguir en un sistema conflictivo con la sociedad. Es decir, la lógica es: si no te portas mal, no te puedo ayudar”.
Al detectar este problema, la Fundación ha buscado soluciones: además del proyecto de instalar una escuela en Bío Bío, “en Antofagasta, tenemos un programa de capacitación laboral, donde estudian, y los empleamos. Hasta ahí el Sename nos subsidia, pero más allá no, pero nosotros sabemos por experiencia que tenemos que seguir acompañándolos un par de años más, y como no tenemos subvención, nos arreglamos por las nuestras”.
De hecho, tienen jóvenes que terminaron el colegio, se profesionalizaron y volvieron a trabajar a Tierra de Esperanza.
“Mi exigencia en eso es que primero trabajen en otro lugar, y después de uno o dos años postulen acá, pero tienen que tener una experiencia afuera”, precisó Canales.
La alta deserción
Según cifras de la Fundación de 2016, octavo básico es el último curso aprobado por los adolescentes privados de libertad en Chile, de los cuales un 97,8% son hombres y 2,2% son mujeres.
Para ellos, la principal causa de deserción son los problemas familiares (33%); el consumo de drogas y alcohol (25,7%) y el desinterés en la oferta escolar disponible.
El 94.9% de ellos sufrieron vulneración de derechos en sus hogares antes de pasar a ser imputados en el sistema penal. Un 44,4% sufrió negligencia parental y un 30,2% fue abandonado.
Además, tienen un alto consumo de sustancias: la mayor es la pasta base de cocaína (28,1%), seguida de las benzodiacepinas (23,7%) y la marihuana prensada (16%).
Por estos motivos es que en Tierra de Esperanza es que están empeñados en conseguir un espacio para que ellos sigan estudiando.
“Creo que se juntan ambos factores: el desinterés en la oferta educativa y el hecho de que son rechazados en los colegios por haber pasado por Sename. Para ellos es difícil volver a confiar y además los profesores están bastante cansados. Ellos son buena gente, pero se frustran porque no tienen recursos y están a cargo de cursos enormes, entonces eso pesa en contra de alumnos como los que salen de centros de Sename”, dijo Canales.
El director insistió en que se debe acoger a este tipo de adolescentes, “y se debe considerar un entrenamiento a los docentes para que de verdad la escuela sea inclusiva, porque ahora lo es en teoría, no en la práctica”.
Por eso, aseguró que no descansarán hasta ver convertido su proyecto en realidad: “yo garantizo que el próximo año vamos a tener una sala en convenio con un municipio, con una junta de vecinos, con una iglesia, con los Bomberos, con lo que sea, pero lo vamos a hacer, porque si no se involucra a toda la comunidad, no funciona”.