En la Región Bío Bío hay siete áreas silvestres protegidas, que abarcan alrededor de 180 hectáreas distribuidas en el Parque Nacional Laguna del Laja y las reservas de Nonguén, Ralco, Isla Mocha, Altos de Pemehue, Huemules de Niblindo y Ñuble. Diferentes en su estilo, pero compartiendo la biodiversidad, dichas riquezas ambientes se han convertido en un punto obligado para visitantes a lo largo del país, por lo que resulta inmediato contar con estrategias destinadas a mantener su conservación.
El año pasado se registraron 105 mil visitantes, de los cuales 75 mil eligieron como destino la Laguna del Laja y otros 18 mil recorrieron la reserva Nonguén. Esa importante alza, es la que incentivó a la Universidad Andrés Bello a realizar un seminario, denominado “Innovación y gestión sustentable del turismo en áreas protegidas”, organizado por la Facultad de Ecología y Recursos Naturales de la Universidad Andrés Bello (Unab), junto con la Corporación Nacional Forestal (Conaf), el Servicio Nacional de Turismo (Sernatur) y la Seremi de Medio Ambiente Región del Bío Bío.
“En la actualidad, los aspectos que más les interesan a los visitantes son los que relacionan una oferta turística con la protección del Medio Ambiente y la reserva de los recursos naturales. La Región tiene un poderoso potencial porque además tiene un patrimonio cultural muy rico”, destacó el decano de la Facultad de Ecología y Recursos Naturales de Unab, Alfredo Molina.
En la temporada de verano, la reserva Nonguén se vio directamente afectada a causa de los incendios forestales. Aún cuando, en ese entonces, el escenario era desalentador, la rápida reacción de Conaf lo logró controlar, lo que pudo haber terminado en una pérdida millonaria e irreparable en biodiversidad.
“Sólo tuvimos media hectárea afectada y eso fue gracias a que nos anticipamos en términos de disponer medios aéreos y terrestres para poder combatir el incendio, pero principalmente, teníamos planes de prevención”, explicó Alberto Bordeu, director (s) Regional de Conaf.
Y es que está latente el recuerdo del incendio que afectó a las Torres del Paine y que pulverizó 17 mil hectáreas, dejando pérdidas económicas de miles de millones de dólares.
Tal como relató Germaynne Vela-Ruiz, investigadora del Centro Regional Fundación Cequa de la Región de Magallanes y Antártida chilena, “los costos en este tipo de casos es mayor al presupuesto que se ha invertido en toda la infraestructura de la reserva, pero no sólo eso, el efecto también se reciente de las localidades que dependen económicamente de ella, porque significa cortar una fuente laboral”.
Esa desalentadora realidad es la que se quiere evitar y para eso, Conaf, desde este año, está trabajando en conjunto con los departamentos de gestión de incendios forestales y de área silvestre protegida, donde se establecen planes en términos de contingencia para definir puntos de acceso para los ingreso de medios de combate, trabajar continuamente con las comunidades aledañas y reducir el riesgo de inicio de incendios.
La conservación de estos espacios naturales es responsabilidad compartida. Así como el sector público invierte en mejoras de infraestructura y de servicio, también se requiere que los turistas tengan un comportamiento adecuado dentro de las reservas.
“Pierden sentido las estrategias, planificaciones o tener presupuesto si no contamos con una comunidad que se comporte adecuadamente”, destacó Vela-Ruiz.
Otra de las conductas de riesgo guarda relación con la masificación de las visitas. Esto porque muchos recursos naturales no cuentan con la infraestructura para recibir a un alto contingente de personas. Por lo cual se vuelve de igual importancia determinar el límite y tipo de visitantes que cada reserva puede contener de acuerdo a sus características.