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¿Estamos preparados para vivir 100 años? Los cambios que impone la longevidad

Por: Tania Merino 04 de Junio 2017
Fotografía: Romilio Pasmiño G.

Cambios epidemiológicos, demográficos, sociales, familiares y económicos son parte de lo que tendrá que experimentar el chileno de hoy, que incluso podría llegar a vivir cien años.

La esperanza de vida de los neanderthal era de 20 años, la del humano de hoy es de 82. Esos 62 años de diferencia, sin embargo, no se dieron gradualmente en los miles de años que separan a un espécimen del otro, sino principalmente en la última centuria.

A comienzos del siglo pasado, recién se habían alcanzado los 50 años como promedio de subsistencia. Fue la aparición de los antibióticos lo que marcó el punto de inflexión y permitió que en sólo 100 años la expectativa de vida aumentara tanto como desde el paleolítico a inicios del siglo XX .

Comprender esto, explica la psicóloga Anneliese Dörr, jefa del Departamento de Psiquiatría Oriente de la Universidad de Chile, da cuenta de lo repentino que fue el mayor envejecimiento del hombre y la complejidad que esto encierra para los procesos de cambio que deberá enfrentar la sociedad. En rigor, dice la investigadora, la de hoy es una generación que no tiene con quien compararse en cuanto a longevidad. “Nunca antes había existido una generación centenaria”, recalca.

Vorágine en marcha

Para 2025 Chile va a ser el país con la mayor proporción de personas mayores de América Latina.

A nivel mundial, el 2050 será el punto de inflexión en términos demográficos. Para entonces “habrá más de 2 billones de personas de 60 años y más, lo que representa al 21% de la población total del planeta, sobrepasando al porcentaje de niños menores de 15 años”, explica la directora del departamento de psiquiaría Campus Oriente de la Universidad de Chile, que en marzo próximo lanzará un diplomado sobre longevidad y salud mental.

En este sentido, no sólo los mayores tienen un pasado a cuestas, sino que los más jóvenes un largo futuro. En el Chile de hoy, un joven de 20 años perfectamente podría proyectarse en setenta años o más.

Eso comienza a mostrar desde ya cambios conductuales en los jóvenes, dice Dörr. “Se mueven varias veces de trabajo, postergan la paternidad, viajan más… No lo han asimilado, pero son manifestaciones de este aumento en la expectativa de vida”.

Políticas públicas

Pero en los adultos mayores significa también cambios, que implican intentar poder extender la vida laboral, temas sanitarios, de vivienda que implica también hacerse cargo desde las políticas de Estado y que desde el Servicio Nacional del Adulto Mayor, Senama, asegura el coordinador regional, José Antonio Fernández, se está trabajando con firmeza.

Ejemplo de ello, agrega, es que recientemente nuestro país ratificó la Convención Interamericana para los derechos del Adulto Mayor, que asegura y garantiza 26 derechos específicos, como por ejemplo, el de igualdad y no discriminación por razón de edad, un trato digno en la vejez, acceso al trabajo, a la participación y el derecho a la seguridad, entre otros.

Con ello, dice Fernández, “toda la agenda legislativa que venga a futuro, ya no por voluntad, sino por un derecho, debe comenzar a generar los espacios para que ellos se vayan insertando en los distintos medios”.

Cada vez más activos

A nivel nacional, la del Bío Bío es la segunda región con la mayor proporción de adultos mayores. El estudio publicado recientemente por la Asociación Chilena de Municipalidades, muestra que Bío Bío registra un 16,8% de población sobre 60 años, mientras que Valparaíso el 17,9, muy por sobre el promedio nacional de 15,8.

De acuerdo a la última Casen, en total son 314.013, de los cuales 220 mil reciben el pilar solidario de invalidez y vejez.

Cerca del 8% de los adultos mayores, agrega Fernandez, tiene algún grado de dependencia, sin embargo, el grueso de la población de ese grupo etario está activo.

El problema es que para muchos de ellos no existen empleos de calidad o no son lo suficientemente valorados para desempeñarse en puestos de relevancia.

La filósofa Ana Escríbar, de 87 años, profesora titular y emérita de la Universidad de Chile, es considerada una eminencia a nivel nacional, tanto así que ella encabeza la lista de académicos que dictará clases en el seminario de longevidad que comienza en marzo. Pero incluso ella reconoce que existen dificultades para quienes desean continuar con su trabajo después de los 80, pues salvo escasas excepciones, la sociedad no les da cabida.

Algo similar, dice, ocurre también en la familia. “Hoy la familia son las personas de dependencia cercana, el esposo, la esposa, los hijos, las casas son más chicas, los dos trabajan. A duras penas pueden cuidar a los niños, atender a los viejos es una carga muy grande”, ilustra.

¿Y la vivienda?

Por eso, explica la filósofa, el modelo de vivienda para la tercera y cuarta edad también debe cambiar. Ella misma en febrero de este año decidió por su cuenta ir a vivir a un hogar alemán dedicado a su grupo etario. De sus conocidos recibió caras de espanto, de su familia un reproche inicial y luego comprensión. “Tenía un departamento muy grande que cada vez me costaba más mantener y cada vez hay menos personas que trabajen en el servicio. Uno se siente solo y sin tener a alguien a quien pedir ayuda si pasa algo”, relató.

Patricio San Martín, encargado del programa de vivienda de Senama, explica que en el espectro de mayor vulnerabilidad también hay soledad, pero se expresa de una manera más dramática. “Hay gente incluso en situación de calle, adultos mayores que están solos, que han sido abandonados por sus familias o que se han indo quedando solos por la muerte de las personas que constituían su red. El 40% de las personas que nosotros atendemos no tienen una red”.

San Martín administra los condominios para adultos mayores de Senama, que en la Región atienden a unas 90 personas, que pertenecen a los grupos más vulnerables, y tienen una lista de más de 100 personas en espera.

Personas como Rosalba Aldana de 88 años, quien lleva casi 6 años viviendo en el condominio tutelado, en que el Estado aporta con una vivienda y ella sólo tiene que hacerse cargo de los servicios básicos. Rosalba enviudó hace 10 años y vive sola. Recibe ocasionalmente la visita de sus hijos. “Es difícil llegar a viejo, nadie lo aprecia a uno”.

Para Gubernaldo Belmar, de 75 años, la clave está en mantenerse activo. Él, como ex tapicero, no logró tener una vivienda propia, por lo que al igual que Rosalba agradece la oportunidad de acceder al condominio, donde realizan actividades entre los distintos residentes.

Para la filósofa Ana Escríbar, ésta es la noción que se debe dar a la vivienda del adulto mayor para el futuro, una en que pueda mantener su privacidad y autonomía, pero también generar lazos que acompañen esta nueva larga vida.

“Lo que un hogar no debe ser es la sala de recibo de la tumba”, sentencia.

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