Su obra se caracteriza por una diversidad de materiales constructivos, formas y la valoración del carpintero. Obtuvo premio de la Unesco por reforma al Hotel Magnolia.
Esta semana el Hotel Magnolia, ubicado en calle Huérfanos en el centro de Santiago, obra de la arquitecta Cazú Zegers, fue premiado por la Unesco como el Mejor de América y el Caribe.
El espacio desarrollado por Zegers, junto a la decoradora Carolina Delpiano y Hsu Rudolphy como arquitecto asociado, es digno de admiración por la restauración realizada de la mansión construida en 1929 a los pies del cerro Santa Lucía.
Pero el trabajo de la arquitecta, que fue invitada por la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Geografía de la Universidad de Concepción para dictar una clase magistral donde dejó en claro que su trabajo va más allá de la restauración, pues entregó un amplio barrido sobre sus obras emblemáticas, su visión de la profesión y la forma en que se enfrenta al proceso creativo.
La arquitecta, que estudió en la Universidad Católica de Valparaíso y que desde 1990 a la fecha se ha dedicado al ejercicio libre de la profesión, incursionando en diferentes áreas del diseño arquitectónico, desde objetos y luminarias hasta la planificación territorial y gestión cultural, labor que la ha llevado a ser una destacada conferencista a nivel nacional e internacional.
Aseguró que no concibe realizar su trabajo a distancia del lugar en el que se emplazará, que logra crear a través de un análisis conceptual que le permita entender por qué está ahí, cuál es el sentido de su ubicación y cuál será su forma final, tomando en cuenta el patrimonio y paisaje que lo involucran.
“Para mí el lugar es esencial, es una situación de mundo, de cultura, hay un arraigo, el lugar da muchísima información (…) En general cuando recibo un encargo voy al lugar, lo recorro, lo dibujo y, de alguna manera, el lugar me entrega las pistas hacia dónde va el proyecto. Todos tienen un nombre, que es ese algo que le da la forma arquitectónica, pueden ser juegos de palabras, pero en todo hay una mezcla entre el encargo del cliente y la palabra que trae la forma lo que yo llamo la geopoética”.
– Sus proyectos muestran mucha curva, formas innovadoras y complejidad en lo constructivo, realizados en lugares recónditos como la Patagonia, ¿cómo se hace esa arquitectura allá?
– Hay varias dimensiones en el tema porque uno tiene una idea en la cabeza, como con la casa Cala, que yo pensaba en algo más nórdico de altas terminaciones, pero en el lugar uno se encuentra con los carpinteros locales que trabajan de manera vernácula, que se repite por generaciones.
Por lo tanto, más que ordenar detalles construidos, traídos e inventados de no se dónde uno trabaja con la sabiduría local y a eso yo le llamo el hacer ley precario, que es entender el contexto y hacer con lo que se tenga a mano. De ahí se inventan nuevas tecnologías, que llamo de baja tecnología.
Por eso digo que Latinoamérica tiene algo que entregar al mundo, con bajas tecnología, con harto sentido de lugar y de experiencia.
El Tierra Patagónica (otra de sus creaciones) tiene algo de eso, es hacer tecnología muy simple, en un espacio complejo donde, quizás lo más complejo es contextualizar, pero no fabricar.
– ¿Es complejo estar en el lugar?
– No es problema. Cuando estudié arquitectura recorrí todo Chile en moto con un pololo de la época. Siempre he tenido amor por la naturaleza y no me cuesta nada ir a un extremo u otro a supervisar.
Para mí es súper importante visitar la obra, hacer el seguimiento porque aparecen cosas que es improbable descubrirlas en los planos.
– En la ciudad hay más condicionantes al momento de crear, por ejemplo, distanciamiento de vías o edificios colindantes ¿Cómo trabaja en esos casos?
– Le llamo la tesis del territorio a todo este método que inventé: gesto, figura, forma, que es la triada entre lo que encarga el cliente, lo que informa el lugar y la palabra poética que funda la forma, que genera una especie de microgermen de lo que va a ser la obra.
En el Tierra Patagonia uno pensaba como poner un edificio sin dañar el lugar, luego de recorrerlo por un par de días, decidí lo que había hacer, generando un diálogo con el paisaje.
– ¿Cómo se consigue que los nuevos arquitectos hagan esa reflexión?
– Para explicar a los alumnos como llegar a ello estamos haciendo el Andes Workshop , tenemos alumnos de todas las partes del mundo. Ahora partimos con un prototipo con seis alumnos: uno danés, dos chilenos y tres argentinos donde decidimos hacer cinco talleres.
Uno con un poeta para aprender el poder de la palabra y a construir su guión o narrativa de trabajo; otro es de campo grabado de dibujo con la grabadora de la Universidad Católica de Valparaíso Teresa Montero con quien aprenden a dibujar el territorio.
También realiza uno de cuerpo y espacio con la coreógrafa chilena Francisca Sazié y con el artista audiovisual Cristian Silva que les enseña el registro; un taller de carpintería con los hermanos Ducci y con el biólogo naturalista Sergio Elórtegui y, las clases conmigo. Con ello aparece una manera de aprender la arquitectura desde el oficio.
– Se le asocia mucho con el trabajo en madera, pero también ha incursionado en otros como el hormigón.
– La materialidad surge del lugar porque en el fondo en el sur de Chile lo propio es construir con madera, que es como el ser de ese territorio. He hecho mucho hormigón en la costa, en la ciudad y hay donde mezclo esa fachada de hormigón con el cristal, como en la casa Bach, a pesar que en Chile aún no se desarrollaba la tecnología para tener una fachada de cristal la desarrollamos con visión y tecnología propia. Cuando uno tiene una visión, esa visión hace desarrollar la tecnología.
– ¿Y la incursión en obras públicas le parece cómoda?
– He debutado con sistemas públicos, donde he sido muy ingenua y he tenido malas experiencias. Todos estos sistemas que se hacen para la transparencia, finalmente, rigidizan todos los procesos. Ahí se generan una serie de malas prácticas y uno termina perdiendo el control del proyecto y no queda el resultado como se esperaba.
Tengo un centro cultural en Puente Alto que era un proyecto increíble, que partió en 2003 y finalmente se construyó con una constructora mercenaria porque entran a las licitaciones, se ganan las propuestas con valores que saben que no les dan, que les va a salir más caro, después quiebran.
Además, no sé qué tipo de alianzas hacen con el sistema que te cambian todas las especificaciones técnicas del proyecto y eso provoca frustración porque los proyectos comienzan a perder calidad y eso es frustrante el nombre de uno queda ahí y, uno como va a ponerse a explicar a cada persona lo que pasó, simplemente asumo y aprendo.
– Su trabajo también incluye mucha literatura, ¿tiene algún favorito?
– La verdad es que todos los proyectos tienen un alma, son todos favoritos porque cada uno me ha enseñado cosas distintas y cada uno es parte de un proceso de pensamiento. Por eso es entretenido dar conferencias y charlas por el mundo porque eso me ha obligado a ir reflexionando sobre lo que he hecho y ahí va apareciendo este camino.
– Y entonces, ¿cuál es el mensaje a los futuros profesionales y a quienes ejercen la labor?
– El mensaje es nunca perder el asombro, la capacidad de entender que con la pasión cuando una la mezcla con vocación siempre tendrá una destinación, que sean capaces de inventar la vida donde le toque.
De hecho, yo me defino como A.M.A.: Arquitecta, Mujer, Artista porque eso me permite crear desde una perspectiva amplia, no limitarme en cada trabajo que emprendo hasta lograr que cuente con una armonía total entre lo que el cliente deseaba, lo que entrega la naturaleza y mi perspectiva para involucrar la obra en ese lugar, sin dañarlo.