Ciudad

Excelencia en la educación, el concepto que se convirtió en tabú

Información limitada e incompleta para los padres, falta de estándares de calidad y un enfoque más orientado a "nivelar para abajo", han generado un escenario complejo para un tema vital en un país con aspiraciones de superarse.

Por: Diario Concepción 11 de Septiembre 2016
Fotografía: imagenPrincipal-3050.jpg

Información limitada e incompleta para los padres, falta de estándares de calidad y un enfoque más orientado a "nivelar para abajo", han generado un escenario complejo para un tema vital en un país con aspiraciones de superarse.

Mariano Campos Ramírez 
Director

Sabemos que nos acercamos a pasos agigantados a lo que se denomina la sociedad del conocimiento, en la cual la principal fuente de progreso de cada individuo se medirá en el cómo se relaciona con la infinita información disponible y con su capacidad para insertarse en esa nueva realidad. Lo mismo ocurrirá para los países en un mundo cada vez más interconectado.

Por otra parte, estamos en una sociedad claramente desigual, tanto en nuestro país como en el resto del mundo. Así, cada vez es más importante la educación de las personas, y cualquier esfuerzo que se haga por redistribuir los ingresos para disminuir la desigualdad, será mucho más ineficiente que preocuparse del ingreso de las personas, donde su grado de conocimiento será determinante. 

Frente a esta realidad lo que ha ocurrido con la educación municipal es simplemente inexcusable. Solo a modo de ejemplo, durante décadas, el Liceo de Hombres de Concepción, Enrique Molina Garmendia, fue un referente obligado de calidad en la educación pública. Dos Presidentes de la República, decenas de ministros, miles de profesionales, científicos y pensadores que destacaron en los más diversos ámbitos egresaron de sus aulas. 

Con esa tradición de excelencia, miles de estudiantes del Bío Bío y de distintas ciudades del país, aspiraban a entrar al EMG; alumnos de escuelas fiscales y también jóvenes de colegios particulares, quienes emigraban para cursar allí su enseñanza media y asegurar así la mejor formación para una futura carrera profesional.

Si bien esa tradición se comenzó a deteriorar hace ya varias décadas, las cifras actuales hablan de que se ha llegado a un punto crítico. Sin ir más lejos, el emblemático Liceo bajó en un par de décadas su matrícula de 2.800 alumnos a 520. 

Más preocupante aún es que lo que ha pasado con el EMG, dista de ser un caso aislado. Por el contrario, la historia se repite en la educación municipal de la Región y del país, dando cuenta de que no se trata de un problema municipal. Sería de una liviandad inexcusable responsabilizar a un alcalde que carece de las herramientas necesarias: este es un problema nacional y que ningún gobierno ha sabido resolver. 

Además, cuando las políticas gubernamentales se centran principalmente en necesarios avances en materia de inclusión, se constata un fenómeno preocupante: de alguna manera la excelencia se ha ido convirtiendo en un tabú en nuestra educación pública. Y ello, paradojalmente, lleva a perpetuar la desigualdad en el acceso a una educación con un piso mínimo de calidad. Y eso se está agravando, convirtiéndose en una verdadera fábrica de desigualdad. 

Las cifras hablan solas: en 15 años la educación municipal ha perdido 600 mil alumnos mientras que la subvencionada ha ganado 900 mil. Esta enorme migración del alumnado del sistema público al particular subvencionado, da cuenta de cómo cientos de miles de familias han preferido realizar el esfuerzo de pagar por una educación de mayor calidad, derecho que se ha puesto en entredicho con las restricciones que el Mineduc ha puesto a muchos colegios particular-subvencionados, en vez de mejorar la calidad de la educación municipal para frenar la migración y cumplir de manera más digna con su función.

De hecho, tempranamente el ex ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, trazó el pensamiento gubernamental con un llamado a "bajarse de los patines" para andar "todos a pie". ¡El desafío debió haber sido tratar de ponerle los patines a todos! ¿Qué desean los padres? ¿Corresponde que el Estado les limite su derecho a elegir la educación de sus hijos? ¿No debió, por el contrario, facilitarles su elección?

La educación pública nos cuesta a todos los chilenos, y sin embargo, hay poca preocupación por que esos recursos sean bien utilizados. Y en ese sentido la evaluación permanente de las variables relevantes y la posibilidad de que toda la ciudadanía tenga acceso a la información para tomar decisiones responsables (¡se trata de sus hijos!), es imprescindible. En efecto, las cifras dan cuenta de una realidad indesmentible: la gran mayoría ya eligió alejarse de ese modelo: menos alumnos-más profesores-malos resultados, lo que de alguna manera viene a desmentir que se trate de un problema acotado a la cantidad de recursos.

Sabemos que para ver los frutos de un proceso educativo pasan años, quizás más de una década; su éxito requiere también mucha continuidad y persistencia. La clase política no ha dado muestra de tenerla en la materia, con un continuo cambio de autoridades a todo nivel según el color del partido que le corresponde al gobierno de turno; los resultados no resisten excusa posible. 

Tratándose de un tema vital para el futuro de Chile, de nuestra juventud, la materia lo debiera manejar una entidad independiente de los avatares políticos de turno. El sano ejemplo del Banco Central es elocuente.

Etiquetas