Si por un lado, las cifras de obesidad aumentan, los índices de anorexia juvenil no se quedan atrás. Factores ambientales, culturales y de autoestima pueden desencadenar patologías peligrosas.
Si por un lado, las cifras de obesidad aumentan, los índices de anorexia juvenil no se quedan atrás. Factores ambientales, culturales y de autoestima pueden desencadenar patologías peligrosas.
Daniel Tapia Valdés
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Tiempo atrás circuló por Internet la historia de Ana y Mía, dos "princesas" que enseñaban a las adolescentes cómo tener cuerpos esbeltos con eslóganes como "en boca cerrada no entran kilos", "cada kilo perdido es un sueño logrado" o "si voy a morir, al menos espero que sea delgada". Si bien la historia no ha desaparecido de la web, hoy sabemos que el cuento de las princesas no siempre tiene un final feliz.
Ana, para representar la anorexia; y Mía, para la bulimia, son hasta hoy moda entre las adolescentes que buscan la aceptación de los demás a través de la extrema delgadez.
Preocupados por esta situación, el Departamento de Nutrición y Dietética de la Universidad de Concepción, encabeza un estudio pionero en la Región que cuantificará el riesgo en adolescentes de Concepción y Talcahuano y trazará la directrices para elaborar planes de prevención y tratamiento de dichas enfermedades.
Se trata del estudio "Riesgo de trastornos de la conducta alimentaria en adolescentes", que desde el año pasado está siendo aplicado en estudiantes secundarios de establecimientos municipales, privados y subvencionados de Concepción y Talcahuano. Su propósito es llenar el vacío que existe en la Región, ya que no hay registros anteriores de una investigación que entre cifras al respecto, explicó Constanza Mosso, directora del Departamento.
Mosso aclara que los resultados preliminares de este estudio no son un diagnóstico, pero que "se ve en la literatura internacional y en el boca a boca que algo está pasando y están aumentando estos trastornos".
Contrario a lo que muchos podrían concluir ante las altas cifras de obesidad que se manejan, en donde el 25,1% de la población mayor de 15 años sufre obesidad y el 39,3% sobrepeso (Encuesta Nacional de Salud 2009), el estudio reveló también que de una población preliminar de 1300 adolescentes de la zona, el 25% estaría en riesgo de sufrir un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA), ya sea a través de anorexia o bulimia.
La contradicción no sería tal, pues según explica docente de la UdeC que lidera el proyecto, Damaris Zapata, "la mayoría de los adolescentes que tienen obesidad podrían caer en un trastorno alimentario como producto de un mal manejo de su enfermedad".
Las verdades del mito
No es mentira que las mujeres son más propensas a este tipo de enfermedades, ya que por cada nueve mujeres con TCA, sólo hay un hombre. Esto porque "las mujeres culturalmente tienden más a la delgadez y los hombres les interesa más desarrollar masa muscular", explicó Mosso.
Sin embargo, la docente aclara que quienes sufren este tipo de trastornos "no buscan la delgadez como único objetivo, sino que es una solución a un problema emocional y psiquiátrico".
Por ello, el estudio no sólo está abordado desde una perspectiva nutricional, sino también incluye a la pediatra Magdalena Celis y al psiquiatría y director del Servicio de Psiquiatría del Servicio de Salud Concepción, Dr. Benjamín Vicente.
"Cuando los papás detectan que sus hijos o hijas están con conductas alimentarias diferentes a las que tenían antes, por ejemplo, que no quieren comer o que después de las comidas van al baño; al profesional que más acuden es al nutricionista, pero lo más lógico es que debe ser intervenido por un equipo multidisciplinario", dijo Mosso.
La docente asegura que, por ahora, la única forma de lograr un tratamiento multidisciplinario es a través de la salud privada, ya que en la salud pública los pacientes "no están recibiendo el tratamiento óptimo para este tipo de problemas", dijo.
Actualmente, un tratamiento de ese tipo tiene un costo aproximado de 400 mil pesos mensuales, el que se podría llegar a extender por más de un año y que, si bien con el tiempo disminuye la periodicidad de las consultas, siempre es necesario asistir a controles médicos.
Tras terminar el levantamiento de datos, el equipo de profesionales pasará a la segunda etapa del proyecto que corresponde a implementar un plan piloto en el sistema público.