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Ciencia y Sociedad

Dieta nociva y neuronas: laboratorio UdeC busca bases cerebrales de la obesidad

El cerebro comanda el comer y puede afectarse por la calidad de la alimentación, y entender mecanismos implicados pueden llevar a una potencial y más efectiva solución para un grave problema de salud pública.

Por: Natalia Quiero 23 de Marzo 2025
Fotografía: Raphael Sierra

La obesidad es un problema tan creciente y extendido que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la cataloga como una pandemia de prevalencia que se ha duplicado desde 1990 hasta que hoy 1 de 8 personas sean obesas, pero Chile lleva un lamentable liderazgo como la nación más obesa de Latinoamérica.

El Observatorio Global de la Obesidad afirma que en la actualidad el 75% de habitantes del país tiene algún grado de exceso nocivo de grasa y peso corporal, desde sobrepeso a la obesidad que padecerían sobre 30% de las personas adultas y las cifras son similares para la infancia, padeciendo el deterioro sobre la salud y bienestar integral del presente y futuro a causa de múltiples, complejos e incluso letales riesgos asociados al daño orgánico.

El fenómeno sobre el que se busca concientizar durante este al alero del Día Mundial de la Obesidad (4 de marzo) a diario preocupa y también ocupa a especialistas en la búsqueda de soluciones más efectivas tanto para prevenir como controlar y erradicar un problema multifactorial y complejo, donde inciden desde lo inevitable a lo modificable, de lo actitudinal a lo biológico, del ambiente al cerebro.

Y encontrar bases neuro-biológicas es el reto científico de impacto social en el que se avanza en la Universidad de Concepción (UdeC) desde el Laboratorio de Expresión y Regulación Génica (Gene Expression and Regulation Laboratory-GEaRLab) que lidera la doctora Estefanía Tarifeño, académica de la Facultad de Ciencias Biológicas e investigadora del Programa de Neurociencia, Psiquiatría y Salud Mental (Nepsam).

¿Cambio neuronal?

El foco de los estudios de la doctora Tarifeño y el GEaRLab es comprender vínculos y efectos entre la dieta, obesidad y neuronas para revertirlos. La gran meta, destaca, sería encontrar un blanco terapéutico y diseñar efectivas estrategias para combatir la condición multifactorial y compleja en su origen y abordaje, cuyo desarrollo se asocia a distintos factores internos, ambientales y sociales como predisposición genética, ciertas afecciones y fármacos, inactividad física y malnutrición por exceso.

“Hasta ahora los tratamientos se hacen según el nivel de obesidad. Pero, a largo plazo, el 50% de las personas sube de peso nuevamente. Entonces, hay un problema con esa población”, advierte la neurocientífica. Ese problema puede trascender de voluntades y estar en la biología, más específicamente en el cerebro, órgano que comanda diversas y vitales funciones conscientes e inconscientes que incluyen la alimentación, y sensible a los estímulos y siempre plástico.

En este escenario, los objetivos científicos son claros: “caracterizar neuronas que regulan la ingesta de alimentos y estudiar cómo las dietas obesogénicas pueden cambiar aspectos epigéneticos y transcriptómicos, es decir, afectar el genoma y/o cómo se expresa para que las células funcionen”.

Las protagonistas son las neuronas a cargo de generar señales de saciedad, sensación física de sentir el apetito satisfecho y dejar de comer. Y lo visto en experimentos en modelos animales es tan alarmante como promisorio.

En primera instancia halló que “dietas ricas en grasas saturadas producen efectos a nivel de todo el genoma que se traducen en pérdida de la función de estas neuronas, por ejemplo”.

Y ahora se evalúan métodos de reducción de peso para revertir efectos cerebrales. “Los resultados obtenidos, aún no publicados, muestran que algunos de los cambios son revertidos por la baja de peso y los que ni pueden permanecer a largo plazo, y podrían estar asociados a la pérdida de función de neuronas que generan señal de saciedad, y generar una desregulación del comportamiento alimenticio. Esto podría llevar al efecto rebote después de bajar de peso”, expone.

Entender al cerebro como una clave para abordar la obesidad

Los hallazgos desde la neurociencia local que se realizan van dando señales inequívocas para entender mejor los riesgos exacerbados de algunas personas a sufrir obesidad como las complicaciones en el éxito del tratamiento en ciertos casos, y así luminar el camino hacia abordaje más exitoso, que es el gran desafío de la doctora Estefanía Tarifeño con su grupo en el GEaRLab de la UdeC.

“Al poder caracterizar de manera molecular podemos entender desde la base, por ende, podríamos tomar mejores decisiones respecto a tratamientos posteriormente. Si no conocemos estos detalles, no sabemos qué le está pasando a esta neurona que debería estarnos diciendo ‘para de comer’ y no lo hace, y no podemos tomar una decisión de tratamiento”, manifiesta la neurocientífica.

En este sentido, plantea que la intención futura tras el trabajo científico que lidera no es necesariamente crear un nuevo fármaco o método hoy desconocido para tratar la obesidad, sino valerse de lo que ya se sabe y que funciona bien en algunos casos, identificando qué estrategias de las que se conocen y se aplican podrían funcionar con éxito de forma más transversal, por sí solas o en combinación, sea farmacológica, pautas de alimentación o de ejercicio físico.

Riesgo a la salud

Falta avanzar en experimentos y análisis en el GEaRLab, además en ciencia siempre que se responde una pregunta se abren otras, y si se trata de la compleja obesidad hay mucho que entender desde varias aristas, pero es una necesidad crítica avanzar y cada paso es vital para abordar al grave problema que arriesga la salud y vida.

La OMS define a la obesidad como “acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud”. Esto se manifiesta en parámetros visibles como el peso e IMC, pero el problema trasciende a la imagen.

Las evidencias ubican a la obesidad como importante determinante en la morbi-mortalidad de las personas como factor de riesgo de graves afecciones de gran prevalencia en la población chilena y cada vez a edades más jóvenes, acumulando daños orgánico y peligros del presente al futuro, según confirman distintos estudios, como la diabetes, hipertensión, síndrome metabólico, enfermedades cardiovasculares y diversos tipos de cánceres, siendo estas dos últimas las primeras causas de muerte en el mundo.

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