La droga más consumida en Chile afecta directamente al cerebro como depresor que altera sus funciones y genera daño orgánico, lo que trae diversas y graves consecuencias que en fechas festivas aumentan como su consumo excesivo.
“El consumo excesivo de alcohol es una bomba que uno no conoce cómo va a estallar”, es la advertencia que el neurocientífico Luis Aguayo hace en base a la evidencia y para incentivar conductas responsables que cuiden individual y socialmente en el fin de año y siempre.
El director del Laboratorio de Neurofisiología de la Facultad de Ciencias Biológicas y del Programa de Neurociencia, Psiquiatría y Salud Mental (Nepsam) de la Universidad de Concepción (UdeC), lleva más de 30 años estudiando cómo el alcohol afecta a las neuronas, células que componen el cerebro, y su trabajo ha dado resultados que se suman a la diversidad disponible en la literatura científica y clínica que cobran especial relevancia para Chile y contextos festivos como el actual.
Senda afirma que el alcohol es la droga más consumida en el país, para la Radiografía al Consumo del Alcohol de 2024 el 72,5% de las personas declara beber habitualmente, y se sabe que en celebraciones como cumpleaños o Año Nuevo más personas beben y/o lo hacen a destajo. Así aumentan los riesgos que pueden ser letales para quien bebe o terceros; lo demuestra el aumento de accidentes y consultas de urgencia en estas fechas.
Consecuencias que se pueden y deben evitar con educación y consciencia que se genera desde el conocimiento que busca producir y acercar el doctor Aguayo.
“El alcohol es una sustancia química con la que hay que tener cuidados bastante importantes, porque intoxica y al estar intoxicado se puede tener respuestas muy complejas”, afirma.
La razón es que actúa a nivel del sistema nervioso central y cerebral con un efecto depresor que altera el estado mental, con distintas consecuencias según cantidad e influencia de factores individuales que dan parámetros del riesgo individuales.
Pero lo transversal es que al consumir alcohol se llega a un estado de ebriedad en que se altera el juicio, el pensamiento, las emociones, la conducta y la motricidad, expone el académico.
En este marco asegura que los efectos cerebrales se dan con cualquier tipo de bebida y desde la mínima cantidad, aunque no se reconozcan subjetivamente con una porción o no se perciban riesgosos.
“Al alcohol lo llamamos un lubricante social. El primer efecto que se tiene con un trago es que la persona va a estar más relajada, alegre y perderá el miedo. Pero, ya el cerebro está siendo afectado, cambió de lo normal y esos cambios se van a ir acentuando en la medida que se beba más”, explica.
Entonces, se gatilla una escalada de repercusiones que son puente para que ocurran incidentes de distinta índole y gravedad para la integridad personal y/o de otros. El neurocientífico detalla que pueden exacerbarse y perder el control de las emociones, pudiendo llevar a sobrerreacciones, agresividad y conflictos. Además, se disminuye la percepción del riesgo de las acciones. La capacidad para coordinar movimientos y reaccionar adecuadamente también se merma.
Y hasta se puede llegar a un punto en extremo crítico con vómitos, pérdida de conciencia y alteración de parámetros vitales. Un estado de intoxicación etílica aguda que requiere atención de emergencia, puede provocar daños irreversibles y mortales. El alcohol llega a afectar áreas cerebrales que controlan variables como respiración, presión arterial y temperatura. Así se pueden generar complicaciones graves con respiración irregular, hipotermia, ahogamientos y deshidratación, entre otros que requieren manejo inmediato.
Bajo ese escenario Aguayo enfatiza que “es un continuo de efectos que uno desconoce hasta que está sometido a ese consumo intoxicante del alcohol”.
Aunque el alcohol es una sustancia química que afecta directamente al cerebro y se manifiesta notoriamente su consumo, son varios más los efectos orgánicos que conlleva y que pueden ser complejos de abordar.
Se trata de una sustancia alta en calorías, irritante y cuya metabolización puede desencadenar inflamación y toxicidad que afecte a distintos órganos, como el páncreas e hígado.
Es por eso que el exceso de alcohol puede ser el origen o relacionarse con la gastritis aguda o peligrosas pancreatitis aguda o hepatitis, según expone el gastroenterólogo Carlos Valenzuela, académico de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc), lo que se deben fundamentalmente a la sobrecarga que se genera para los órganos y sistema digestivo.
Bajo ese escenario es que, por el notable aumento de la ingesta de alcohol en época de festividades como la presente, es que aumentan las urgencias tanto por intoxicaciones etílicas como por los citados cuadros.
Un panorama donde se suman, los excesos de comidas ricas en grasa y nocturnas para propiciar que se presenten más infecciones gastrointestinales, el reflujo gastroesofágico, distención abdominal e indigestión, entre otros.
Pero, lo que más empeora todos los riesgos asociados al consumo excesivo de alcohol son los tratamientos farmacológicos.
“Hay medicamentos con potencial hepatotoxicidad como algunos antibióticos, antiinflamatorios y analgésicos que mezclados con alcohol aumentan el riesgo de desarrollar una hepatitis aguda”, afirma el doctor Valenzuela.
Y también hay que tener extremo cuidado con las muy nocivas interacciones que puede generar el alcohol con fármacos que también tienen efecto depresor del sistema nervioso, entre los que menciona sedantes y tranquilizantes de uso psiquiátrico. “Esta mezcla es peligrosa, pudiendo desarrollar depresión respiratoria o riesgo de aspiración en caso de presentar vómitos”, advierte el médico.
Es así que especial cuidado ante el consumo de alcohol, evitando o limitando a lo mínimo y siempre consultando a profesionales tratantes, deben tener las personas que estén en tratamientos con distintos fármacos, sean de uso crónico o agudo.
También deben evitar ingerir alcohol quienes estén en etapas críticas del desarrollo, sobre todo cerebral, como adolescentes, jóvenes y mujeres embarazadas.
El doctor Valenzuela releva que son grupos de riesgo personas mayores y quienes tengan patologías crónicas como diabetes, hipertensión y enfermedades hepáticas, porque se pueden provocar descompensaciones asociadas a los excesos de alcohol y también de comidas con nutrientes críticos.
Los efectos del alcohol que son variados y complejos en su exceso y manifestación aguda, también pueden serlo de tipo crónico si esa es la característica del consumo que se haga de esta sustancia.
Y esto se debe a su influencia a nivel cerebral, resalta el neurocientífico UdeC Luis Aguayo. “El cerebro es sumamente plástico y tiene gran capacidad para responder. Por eso el consumo crónico de alcohol puede producir una adicción que implica que el cerebro está constantemente buscando la forma de ser alterado con más alcohol. También se producen efectos de tolerancia, donde el cerebro responde de forma más reducida a la misma cantidad de alcohol y por ello el individuo debe aumentar la cantidad que consume para obtener el mismo efecto”, explica.
Así se configura un trastorno psiquiátrico con impactos integrales para la persona como el daño orgánico que causa el alcohol, y así advierte una serie de repercusiones a nivel familiar, económico y social.
El alcoholismo puede gatillar o empeorar otros trastornos mentales como depresión. Además generar efectos fisiopatológicos entre los que están la hepatitis alcohólica, riesgo y enfermedad cardiovascular, y hasta cáncer de distintos tipos.
En este marco, el investigador está trabajando actualmente en un proyecto de investigación que está buscando las proteínas más sensibles al alcohol y mecanismos en redes neuronales.
Aclara que las proteínas son componentes de las neuronas que están dentro de redes neuronales, por lo que en específico se quiere entender qué proteínas y redes neuronales están afectadas por el alcohol en el cerebro. Y afirma que develando aquello es que se podría buscar tanto un mecanismo para impedir la intoxicación etílica aguda o influir en conductas adictivas.