Lo que puede ser un común y pasajero síntoma si se trata de una infección a las vías aéreas, también es un trastorno consecuencia de diversas causas que dificulta y hasta impide la deglución, amenazando la salud y calidad de vida.
Desde pasajera y leve hasta permanente y severa puede ser la disfagia, dificultad para deglutir alimentos o líquidos, con un fácil manejo ante ciertas situaciones frecuentes y en muchas otras trae serias y diversas implicancias sobre el bienestar integral de las personas. Y es que hay muchas ocasiones en que la esencial alimentación e hidratación se puede volver un peligro cotidiano.
Limitación o dolor al tragar es un síntoma común en cuadros infecciosos e inflamatorios como amigdalitis y faringitis, incómodo y agudo. Pero, atorarse, trapicarse o imposibilidad para alimentarse o beber de forma segura y eficiente puede ser la consecuencia de alguna afección que deviene en trastorno que requiere intervenir y rehabilitar para proteger la salud y calidad de vida, lo que se busca visibilizar con el Día Mundial de la Disfagia cada 12 de diciembre.
“Pueden ser desde causas simples hasta un cáncer y por eso existe disfagia de muchos tipos”, aclaró Claudia Zemelman, jefa de carrera de Medicina de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc).
La definición de disfagia es una, alteración del acto de la deglución que engloba desde tragar hasta hacer pasar de la boca al estómago cualquier sustancia sólida o líquida. Pero, sus orígenes varían, también su manifestación y severidad.
La médica cirujana expuso que la disfagia puede asociarse a procesos inflamatorios, tumorales, inmunológicos o neurológicos. Y afirmó que lo más frecuente y sencillo se da en cuadros virales, cuya inflamación dificulta la correcta deglución, con molestia o dolor, y termina con la infección. Distinto, duradero y más grave, ante tumores que afecten estructuras, eventos que produzcan daño neurológico como accidentes cerebrovasculares, traumas o enfermedades neurodegenerativas, o por deterioro asociado al envejecimiento.
Así, la disfagia se puede clasificar en función del origen, también por dónde se produce, orofaríngea en boca o garganta y esofágica. Y se categoriza en cinco niveles de leve a severo, con bloqueo e imposibilidad de alimentarse o beber y requerir vías alternativas (enteral o sonda).
La causa es determinante de la severidad, pronóstico e impacto de la disfagia, y así del manejo. Una virosis pasa en días y los síntomas se pueden aliviar con ciertos fármacos. Cuando hay daño cerebral a la base se requerirá intervenciones específicas de rehabilitación que incluso pueden ser vitales.
Trapicarse o atorarse en el básico acto de ingerir alimentos, líquidos, medicamentos y hasta saliva generan grandes molestias y también riesgos graves como ahogamientos o neumonía por aspiración, advirtió Fabiola Aguirre, docente del Departamento de Fonoaudiología de la Universidad de Concepción (UdeC).
Las alteraciones o imposibilidad de alimentarse o beber líquidos también puede llevar a condiciones de desnutrición o deshidratación que deben abordarse, a veces con medidas invasivas pero imperantes.
Y por eso la fonoaudióloga se detuvo en una gama de implicancias en la vida cotidiana y a nivel emocional y social, componentes de la alimentación como fenómeno biopsicosocial y complejo como la salud. Al respecto mencionó “imposibilidad de alimentarse con alimentos comunes y requerir adaptación o restricción de alimentos o líquidos, o necesitar alimentación alternativa enteral para equilibrar o sustituir si no se puede recibir vía oral, y así se vislumbra disminución de la participación de actividades sociales, muchas involucran compartir un alimento o beber”.
Entonces, el impedimento para tener una alimentación segura y eficiente puede llevar a aislamiento y mermar el ánimo que incluso pueden transformarse en patologías mentales.
Ante la complejidad e impacto integral de la disfagia sobre el bienestar de las personas afectadas y sus entornos, la intervención es primordial para limitar la progresión y rehabilitar la función deglutoria para llevar una alimentación e hidratación segura y eficiente, reduciendo riesgos asociados.
Y cuanto antes inicie es mucho mayor el avance que se puede lograr, enfatizó la fonoaudióloga Fabiola Aguirre. La intervención fonoaudiológica es un pilar, en el marco de un abordaje que deben darse idealmente en equipos multidisciplinarios en que participen kinesiólogos, terapeutas ocupacionales o psicólogos, acorde a las afecciones del trastorno, relevó.
Los plazos, objetivos y estrategias de intervención se determinan por factores como causa y severidad de la disfagia, que explicó que “en general se relaciona con cuánto la persona puede efectivamente recibir por boca”. La más severa es con imposibilidad de recibir alimentos, líquidos o medicamentos vía oral, mientras una leve son pequeñas dificultades con ciertos alimentos.
“Nuestra intervención tiene que ver con aspectos relacionados a reactivar una función, sobre todo en procesos agudos y no degenerativos con ejercicios específicos e indicaciones. También hay compensación para lograr realizar una ingesta o alimentar con cierto tipo de comida”, contó.
Por ejemplo, una intervención precoz es crucial tras eventos agudos que produzcan daño neurológico como accidentes cerebrovasculares, pudiendo lograr importantes evoluciones. En otros casos la clave está en ciertos ajustes postulares y de las condiciones para comer o beber líquidos.
Un escenario ante el cual la profesional añadió la importancia de enfoques educativos y preventivos para la mantención de la función deglutoria y prevención o mitigación de deterioros en la vejez, sobre todo en pos de promover un envejecimiento saludable y responder las demandas por el notable aumento de la esperanza de vida de las personas en Chile que hace que cada vez haya más mayores de 65 años. El paso del tiempo aumenta de forma biológica los riesgos a afecciones como accidentes cerebrovasculares y neurodegeneración, y también de disfagia, que según las estadísticas afecta a 13% de la población de personas mayores.
Para Aguirre fundamental es tener conocimiento y consciencia sobre esta condición y cuándo estar alerta: cualquier alteración como trapicarse o atorarse al ingerir alimentos, líquidos o fármacos. “Al notar una dificultad lo importante es no asumir como parte de un proceso de envejecimiento. Siempre se debe tener atención y consultar para evidenciar si se puede compensar o se está en un escenario más complejo”, sostuvo.
La intervención requerida puede ir desde educación para entregar herramientas que aplicar en la alimentación hasta ejercicios para reactivar, pero siempre mientras antes se realice es mejor el pronóstico y menor el impacto.