Tendencias que cambian siempre y la fast fashion han fomentado una cultura consumista que lleva al poco uso y gran desecho de prendas, habiendo vertederos de textiles en sitios como el Desierto de Atacama. Cuestionar la real necesidad de compras para tomar decisiones y reconocer alternativas como reciclaje o reutilización son hoy clave para abordar problemas y aportar a la sostenibilidad.
Según el Ministerio del Medio Ambiente (MMA), la industria textil genera 10% de los gases de efecto invernadero (GEI), como el dióxido de carbono, considerados responsables del calentamiento global que está produciendo diversas alteraciones en la naturaleza y la aceleración del cambio climático, alterando las condiciones normales en los ecosistemas e influyendo en el aumento de eventos extremos.
La gran huella de carbono y ambiental de la actividad en torno a los textiles parte en los impactos asociados a la fabricación y transporte hasta consumo en masa y desecho de prendas y artículos en desuso, implicando también una grave problemática por acumulación, que parte a nivel doméstico y local pero llega mucho más allá.
Se han generado varios vertederos de ropa en el mundo, y en Chile hay uno en el Desierto de Atacama, el más árido del mundo, perjudicando un ecosistema único al llegar residuos desde distintos puntos.
Este problema ambiental se relaciona con un fenómeno social asociado a la cultura del consumo con fomento de ciertos patrones de la mano de las tendencias en estilos y vestuarios que están en frecuente cambio. Así, hay muchas personas que para estar a la vanguardia compran lo que está de moda en cada temporada y se produce masivamente para llegar a los comercios, el fast fashion (moda rápida), y se terminan por acumular en demasía productos que terminan siendo poco usados y al punto de ser desechados, incluso en buen estado.
Ante ello ha existido una reinterpretación del consumo responsable, la valorización de la ropa de segunda mano y tendencias vintage en base al reciclaje y reutilización para transitar hacia una moda sustentable y sostenible.
Si la cultura consumista es la causa del problema, la solución está en un cambio cultural que sólo se impulsará con un cambio de consciencia hacia una ambiental que se traducirá en consumo y compra consciente, sustentable y sostenible, manifiesta Begoña Bengoechea, quien lleva adelante el emprendimiento Monona en Concepción de moda sostenible en base al upcycling, conocido también como sobrereciclaje o reutilización creativa.
“Yo creo que hay que concientizar desde los mismos colegios, partiendo con la base de cuestionar nuestras prácticas de consumo. Cuando compramos algo hay que pensar en que aporte tendrá dentro de nuestra calidad de vida, o si realmente lo necesito. Desde ahí podemos ir educando en distintos aspectos de la vida”, plantea.
En este sentido, cree que el principal mensaje a transmitir y hecho a integrar es que “cada cosa tiene una vida útil, entonces debemos pensar en cuándo ocuparemos estos objetos”. Bajo ese escenario, su principal recomendación es que “cuando vayamos a comprar, hay que pensar en la calidad de lo que estamos comprando, cuánto tiempo va a estar con nosotros, si es reciclable o no, la posibilidad de ser heredable, etcétera. En el fondo hay que cuestionarse un poquito más desde la base de que lo que estamos consumiendo hoy va a tener un impacto el día de mañana”.
La consciencia del consumo también va de la mano con reconocer las alternativas que existen para dar una nueva vida útil a productos en desuso.
Aquí es donde opciones de reventa y también trueque, colaboración y solidaridad se vuelven grandes oportunidades.
Es así que hay instancias donde existe la opción de donar prendas que ya no se usen y canjear por otro artículo, modelo de “Ta Re Utilizada” en Concepción.
Y en San Pedro de la Paz está el Ropero Comunitario, ideado por Najarett Cáceres en 2013 para aportar con personas en situaciones de carencias. “El 2012 falleció mi mamá y nos dimos cuenta que teníamos muchas cosas, empezamos a ofrecerlas, pero la mayoría de la gente quería como para vender y queríamos que la ocupara gente que la necesitara”, relata, porque “una forma de reutilizar de la mejor manera es ayudando al prójimo”, asegura.
Esta convicción llevó a la organización de un espacio voluntario que hoy recibe y organiza ropa desde distintos sectores para luego donarla. La comunicación y gestión se realiza a través de redes sociales, sobre lo que Cáceres hace énfasis, tanto en virtud de su iniciativa como cualquiera otra individual o colectiva que exista, de la importancia de que quienes donen ropa se preocupen de que esté en buen estado para que pueda ser usada por otros realmente.
La economía circular, una de las metas medioambientales para Chile, es la base de la moda sustentable y sostenible.
Los principios “circulares” y acciones clave de este modelo económico y productivo son las tres “R” de reciclar, reutilizar y reducir: reutilizar o reciclar productos para reducir residuos. Y, de hecho, en ese marco, en 2023 el MMA creó al Comité Estratégico de Textiles que integran distintos actores.
Para la moda circular se consideran primordiales estrategias la reventa de prendas y el uso como materias primas sin necesidad de comprar nuevos materiales. Por lo que para avanzar en este camino se requieren cambios en la consciencia y aportes no sólo de los consumidores al final de la cadena, sino que también son clave diseñadores, creadores, productores y vendedores.